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“Xepe an cöicoos” o un nuevo paradigma para la convivencia

Por Imanol Caneyada. Fotos: Homero García. /

Por tercer año consecutivo celebran en Punta Chueca este Festival autogestivo que busca reflexionar sobre la importancia del binomio desarrollo y cultura

La voz brota de las entrañas del anciano con una fuerza inusitada que contradice su edad. A sus espaldas, Isla Tiburón emerge del mar con todo el misterio de tierra sagrada que aún conserva, tierra no mancillada, aislada, sin changarros ni basura ni el ruido de los occidentales, escandalosos, gritones, avasallantes.

El anciano entona un canto ritual para agradecer al mar. También habla de las esperanzas y anhelos de su pueblo, los comcáac, de la urgencia de alimentar las raíces ancestrales de una cultura que nació y creció en ese desierto hace más de mil años, mucho antes de que llegáramos con nuestra fanfarria de progreso y bienestar.

DSC_1973Así que ahí estamos, comcáac y visitantes, agradeciéndole al océano que nos permita estar, pidiéndole perdón por abusar de su bondad. Claro que para los visitantes este ritual mañanero que da inicio a las jornadas del FestVital (no es error de dedo) nos es un poco ajeno. Acostumbrados como estamos a depredar, invadir, destruir, ensuciar, que un hombre curtido por la edad y el sol inclemente le cante desde el fondo de su corazón al mar nos puede parecer una cosa de museo, una cosa inoperante, absurda.

Lo peor del asunto es que ya es un poco tarde para aprender, para reconocer con humildad que tal vez nosotros (los occidentales y occidentalizados) estábamos equivocados y que ellos, los salvajes, tenían su buena parte de razón en eso de respetar la naturaleza, considerarla sagrada, asumirnos como una parte ínfima de la misma.

O tal vez estamos a tiempo.

Hablo de ellos y nosotros porque así ha sido siempre, porque así lo hemos querido. Porque los muros trumpianos (inauguro el adjetivo) los hemos construido entre todos a golpe de incomprensión, prejuicio y racismo.

Pero afortunadamente, en estos tres días que dura el FestVital “Xepe an cöicoos y las músicas del mundo”, Diana Reyes y el Indio, líder del grupo de rock comcáac Hamac Caziim, por tercer año consecutivo han firmado una tregua y han decretado que el territorio Socaiix (Punta Chueca) es el corazón del planeta, un lugar para el encuentro y la convivencia a través de la música, del arte en general, del diálogo, del debate. Todos somos bienvenidos, siempre y cuando respetemos su tierra, sus costumbres, su forma de leerse y de leer al mundo.

Siempre y cuando estemos dispuestos a aprender, nosotros, los sabelotodos, cargados de smartphones (aquí no hay señal) y títulos universitarios.

El anciano, que no es otro que don Antonio, gobernador comcáac, termina su canto y le cede su lugar a doña Liliana, una anciana imponente, una figura de respeto entre su gente, quien pone fin al agradecimiento al mar para iniciar una jornada llena de conciertos, obras de teatro, danza, exposiciones y conferencias.

DSC_1398 (2) (2)Para quien no haya estado nunca en Punta Chueca, se trata de uno de los paisajes más cautivadores del mundo. La conjunción de desierto y mar en ese rincón del Pacífico es arrebatadora, estremece; aunque sea de forma imperceptible, el visitante, a medida que se adentra en territorio comcáac, siente una especie de regresión y por momentos logra captar la inmovilidad de la naturaleza, su, en términos humanos, permanencia infinita. Sin querer, uno baja un poco la voz, temeroso de distorsionar tanta perfección.

DSC_9309En ese escenario, los días 29, 30 de abril y 1 de mayo se celebró la tercera edición de este festival que sus organizadores definen como autogestivo, creado desde la visión de Hamac Caziim, y en el que, además de abrirle un espacio a las músicas del mundo, se busca reflexionar sobre la importancia del binomio cultura y desarrollo, dinamizar la vida cultural de la nación comcáac e incidir en el desarrollo sociocultural a través del  arte y la cultura.

En resumen, abrir un espacio para el diálogo intercultural, tumbar prejuicios y provocar la convivencia desde el respeto.

En Hermosillo existe una enorme cantidad de prejuicios sobre los pueblos autóctonos. En esta tierra que se enorgullece de tener el genoma más europeo del país, los pueblos originarios han sido aplastados, humillados, explotados, perseguidos, criminalizados hasta borrarles su identidad y su orgullo.

Los comcáac han reaccionado ante este sutil y paulatino exterminio encerrándose en su territorio y defendiéndolo ante cualquier posible invasión.

Como consecuencia, los hemos juzgado y criminalizado; ellos, a su vez, nos ven como una amenaza.

Durante estos tres días, sin embargo, la convivencia se da en total armonía contradiciendo muchos de los lugares comunes que hemos construido. La clave, nos comenta Diana Reyes, una de las organizadoras del festival, ha sido desde el principio el respeto a la visión, objetivos y formas de trabajar de los comcáac; nada de imposiciones.

Y es así que podemos ver que en uno de los escenarios, niños visitantes y comcáac cantan y bailan en una divertida comunión, invitados por Láctea, la vaca cantante, espectáculo de Rosa Vilà Font. O que adultos de diferentes partes de México y el mundo juegan a los juegos tradicionales de este pueblo, pacientemente guiados por una comcáac. O que mujeres no coomcáac lucen orgullosas las pinturas y las faldas y las blusas de ellas, las comcáac, morenas, hermosas, altivas.

Orgullo y altivez me parecen palabras claves, pienso cuando recorro los puestos de artesanías que circunscriben el espacio donde se desarrollan las actividades del FestVital.

DSC_1484 (2) (2)A  diferencia de otras etnias de la región y del país, cuyo orgullo fue, ha sido y es pisoteado todos los días, los comcáac conservan una alta autoestima, una seguridad y una altivez que a muchos occidentales incomoda. Esto es lo que sé hacer y esto es lo que cuesta, si no te gusta, ya sabes dónde está la salida. El turista acostumbrado a que los aborígenes le besen los pies a cambio de unos pesos, califica la actitud de los comcáac como grosera, insolente.

Y cuando ve a la guardia tradicional bien armada y uniformada cuidar el territorio, protegerlo, pone el grito en el cielo.

Los comcáac tienen muy claro que ese territorio es suyo, que no deben que pedir permiso para estar ahí. Y me parece que no les importa mucho si estamos o no de acuerdo.

Entonces, concluyo mientras disfruto de las bondades naturales de ese pequeño rincón en el mundo, Xepe an cöicos se convierte por unos días en la oportunidad de cambiar todas estas dinámicas de la exclusión y establecer un nuevo paradigma de convivencia.

Año con año tendremos que reeducarnos. Qué mejor si es a través del arte.