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Kinderlandia cierra sus puertas, pero deja un legado invaluable

Por Gerardo Moreno /

“Trabajar con niños y abonar al desarrollo personal y académico de cada uno es algo que no tiene precio”

Los pasillos, patios, salones y juegos infantiles del preescolar Kinderlandia, que desde hace 44 años se encontraban llenos de vida, risas y alegría de niños, hoy se encuentran desiertos. La situación es que la escuela ha decidido cerrar su ciclo dentro de la historia de Hermosillo y dejar de operar definitivamente.

El edificio amarillo ubicado en la esquina de las calles Doctor Aguilar y Sahuaripa, en la colonia Prados del Centenario, es todo lo que queda de esta institución que alcanzó gran renombre y prestigio entre la comunidad, pero entre sus muros deja guardadas miles de historias, anécdotas, enseñanzas, que niños vivieron al comenzar ahí su etapa escolar.

Todavía con la tristeza en su interior, pero con el corazón lleno de recuerdos y satisfacciones, la cofundadora de Kinderlandia, María del Carmen Pastor de Tapia —mejor conocida como “Heidi”—, platicó con Primera Plana sobre los motivos que llevaron a tomar la dolorosa decisión de cerrar las puertas del preescolar para siempre, con ojos llorosos y la voz entrecortada al recordar los 44 años que vivieron en esa gran aventura.

Un sueño convertido en realidad

Apenas recién egresadas de la licenciatura en educación, María Fernanda Platt y María del Carmen Pastor, vieron que había una necesidad en Hermosillo de brindar una verdadera atención educación integral en nivel preescolar, porque la educación inicial es el primer desprendimiento de los niños de la familia y “hacía falta un preescolar, construido, pensado y dedicado al 100% a los niños de kínder”.

Fue así que en 1972 decidieron comenzar con un proyecto llamado “Kinderlandia”, en unas instalaciones adaptadas en la esquina de Doctor Aguilar y Reforma. Fue hasta 1975 que construyeron el plantel en Parados del Centenario, donde ha permanecido hasta ahora.

“Coincidimos en que tenía que ser un lugar atractivo para los niños desde su entrada, que no sintieran que pasaban de una casa a otra. Que tuviera color, formas atractivas. Teníamos bien definido lo que queríamos para la niñez de Hermosillo; entonces el arquitecto Mario Rodríguez realizó el diseño y comenzamos el proyecto con más fuerza”.

La idea y objetivo principal fue brindar un espacio para el desarrollo integral del niño, donde se construía su autoestima, se escuchaban, se procuraba su desenvolvimiento personal y académico.

Por eso comenzaron, de manera pionera, a ofrecer atención psicológica a los menores, una vigilancia al desenvolvimiento de cada niño dentro del salón y también de las maestras, para esto se instaló una cámara unidireccional con vitrales que permitían ver y analizar cómo se desarrollaba cada clase y así saber dónde reforzar la atención de cada alumno.

Además, un punto importante era involucrar a los padres de familia en la educación y desarrollo de sus hijos, de tal forma que siempre estuvieran con ellos en cada parte del proceso, que conocieran a los niños para procurar que fueran personas felices y sobre todo que tuvieran autoestima.

María del Carmen resaltó que con el paso del tiempo fueron actualizándose en cuanto a contenido, materiales educativos y tecnologías en la enseñanza, pero siempre manteniendo la visión que los niños sean felices en ese entorno y así quisieran aprender; se reforzará los valores, desarrollaran un sentido de cuidado a la naturaleza y responsabilidad, y así pudieran (como lo hacían siempre) integrarse al siguiente nivel educativo, ya sea en Kiderlandia u en otra escuela.

Explicó que parte importante de este modelo exitoso fueron las maestras que estuvieron capacitadas y preparadas, pero sobre todo con gran valor humano y siempre dedicadas a los niños, así como todo el equipo de trabajo, desde el intendente y vigilante hasta las directoras.

Legado de cinco mil alumnos

María del Carmen Pastor precisó que una de las grandes satisfacciones que se tenía en Kinderlandia, es que todos los alumnos que egresaban de cualquier grado de preescolar (maternal, primero, segundo o tercer año) eran aceptados en otras escuelas, por su alto contenido académico pero sobre todo por el desarrollo y desenvolvimiento que los niños alcanzaban y así se convirtieron en semilleros de otras escuelas.

Por los salones de Kinderlandia pasaron alrededor de cinco mil 800 alumnos en todos sus grados, de estos mil 420 se graduaron en la institución (concluyeron el tercer grado). Todos y cada uno de ellos dejó una marca imborrable en la institución, en sus maestras y en todo el personal del preescolar, porque, dijo “trabajar con niños y abonar al desarrollo personal y académico de cada uno es algo que no tiene precio”.

Resaltó que en Kinderlandia no se excluyó a nadie, se aceptaron a niños con todo tipo de discapacidades y a todos se les ayudó de la misma manera que el resto de los estudiantes, se le aplicó el mismo modelo y salieron desenvueltos, con autoestima y con gran capacidad de desarrollo.

Ahora que ya se graduó la última generación y se están haciendo todos los trámites legales para cerrar la escuela, para entregar cartas de recomendación a todas las maestras. Se agolpan en sus corazones todo tipo de sentimientos.

La dolorosa decisión

“La vida tiene ciclos y los humanos también tenemos círculos que cerrar, hoy le tocó a Kinderlandia”, comentó María del Carmen Pastor al explicar el motivo que originó la decisión de cerrar la escuela.

Platicó que la decisión tuvo su origen en que desde un principio se dedicaron a una institución especializada en la atención preescolar a fin de ayudar a los niños a dar un primer paso firme hacia la vida escolar.

Aseguró que nunca las movió el interés económico, solo en el desarrollo de los niños, sin embargo, los padres siempre nos preguntaban por qué no comienzan primaria, pero pensaron que debían quedarse en una especialidad de educación preescolar: “creemos que es muy importante la primer etapa de desprendimiento del niño y queríamos dedicarle el 100% de nuestra atención en esa etapa”.

Fue así que comenzaron a surgir otras instituciones particulares que ofrecían educación inicial, la primaria y hasta secundaria, y comenzaron a condicionar a los padres a inscribir a sus hijos ahí desde el principio.

“Los padres tienen una presión de que si no los inscriben desde el principio luego no los aceptan. Yo busqué alianza estratégicas para no tener que cerrar, pero no se dieron y por eso tuvimos que tomar la dolorosa, muy dolorosa, decisión de cerrar”.

“Fue un milagro que duró 44 maravillosos años”

La mayor riqueza que deja Kinderlandia son manos y corazones llenos de amor. Todo lo que se recibió de cada uno de los niños que pasaron por sus salones, donde se queda un recuerdo o una marca imborrable en la memoria de sus sonrisas, sus abrazos, gestos de cariño sinceros, y toda una enseñanza de vida:

“Un niño es vida, es alegría, inocencia, felicidad, basta con platicar con un niños para saber qué tendríamos que hacer todos los humanos. Y ellos fueron nuestros maestros con su juego”.

A las generaciones que pasaron por Kinderlandia, Heidi Pastor les brinda un último consejo: “así como sus padres buscaron su mejor desarrollo cuando eran niños, que sean comprometidos con sus hijos y busquen su mejor formación, que siempre estén con ellos y procuren que sean felices”.

Agregó que el ciclo de Kiderlandia fue un verdadero milagro, porque como dijo Paulo Cohello, “un milagro es transformar aquello que tú haces en aquello en lo que tú crees”. Y como siempre creyeron en los niños, tuvieron un sueño de darles una educación integral y lo lograron hacerlo realidad por 44 años.