Niños suicidas, puerta de salida de una sociedad enferma; alerta con las señales
Por Imanol Caneyada /
El suicidio es ya la tercera causa de muerte en el país
Los adolescentes son los más vulnerables al suicidio; el aumento de éste en México ha crecido de forma exponencial en un 270%, según las conclusiones y cifras que dio a conocer el Instituto Hispanoamericano de Suicidología en el marco del foro Prevención del Suicidio en México, celebrado el pasado mes de abril.
Niños y jóvenes de entre 10 y 19 años encuentran cada vez más en el suicidio la única puerta de salida a sus problemas, los cuales, mayoritariamente, están relacionados con hogares disfuncionales en donde la violencia, la falta de límites, el abuso y las adicciones son el pan de cada día.
El suicidio es ya la tercera causa de muerte en el país; el ahorcamiento encabeza la lista de métodos para quitarse la vida, seguido por arma de fuego y envenenamiento.
En el caso específico de Sonora, no existen datos actualizados al 2016. Sabemos que en el 2014, el estado ocupaba el séptimo lugar en número de suicidios en el país, según datos manejados por la Secretaría de Salud.
En el Anuario Estadístico y Geográfico de Sonora 2015 del INEGI, en el apartado de fallecimiento por suicidio en la entidad se establece lo siguiente:
Total de suicidios: 237; 206 hombres, 31 mujeres.
De este total, 78 corresponde a niños y jóvenes de entre 10 y 29 años, es decir, 33%.
Hay que aclarar que los niños menores de 10 años que se quitan la vida no califican como suicidio, sino como accidente, a pesar de que ya se han registrado casos.
También es necesario comentar que las muertes por sobredosis no se encuentran incluidas en esta estadística, si bien, según los expertos, en éstas subyace un impulso muy parecido al del suicidio.
Curiosamente, en el apartado de muertes violentas, en el rubro de homicidio, el número registrado por el INEGI es de 281 individuos, sólo 44 más que por muerte voluntaria.
Pero detrás de estos números fríos aunque muy significativos, existen vidas de niños, adolescentes y jóvenes arruinadas por una sociedad cada vez más enferma que los orilla a quitarse la vida para escapar de ella.
Detrás de estas cifras hay padres, madres, hermanos, hermanas que un buen día se encontraron a su familiar colgando de una soga en su cuarto o muerto por sobredosis sobre la cama; desde entonces no han dejado de preguntarse: ¿por qué lo hizo?
Para tratar de responder a esta pregunta, consultamos a la Maestra en Terapia Familiar y licenciada en Psicología Patricia Lifsichtz.
El origen de todo está en la familia
La terapeuta Patricia Lifsichtz suma ya un largo historial en Sonora atendiendo a niños y adolescentes y a sus familias en diferentes centros especializados en el estado. Su contacto cotidiano con una realidad escalofriante de abusos, adicciones, violencia machista, abandono y falta de capacidad de los padres, la lleva a confesarnos que en Sonora hay un creciente número de familias disfuncionales que se remonta a por lo menos tres generaciones.

Para Patricia, uno de los mayores riesgos de esta situación es el hecho de que esta disfuncionalidad ya se ve como normal, se acepta como un estado inamovible, natural… así son las cosas y no pueden cambiarse. Es decir, pareciera que estamos rebasados por la situación.
Patricia Lifsichtz convive diariamente con niños y adolescentes presos de las adicciones; también con menores que presentan problemas de conducta, como no seguir instrucciones, rebeldía, hasta llegar al Trastorno Oposicional Desafiante; quien lo padece se enfrenta a las figuras de autoridad de forma persistente.
Todos estos niños y jóvenes, nos dice la terapeuta, en la mayoría de los casos provienen de familias disfuncionales, ensambladas con parejas múltiples, con bajos niveles educativos, falta de inteligencia emocional, con padres con comportamientos muy disruptivos, es decir, que se dejan llevar por impulsos y tienen problemas de control de las emociones.
Según la experiencia de Lifsichtz, muchas de estas familias presentan una alteración del orden jerárquico, de tal suerte que los adultos no saben cómo ejercer su derecho a la autoridad, la cual es inconsistente. Esto deriva en que si los menores transgreden las normas, sus actos carecen de consecuencias y de límites.
Este desconocimiento para ejercer el derecho a la autoridad depositado en los padres, agrega Patricia, también puede llevarlos al otro extremo, es decir, a ejercer un autoritarismo basado en la violencia, tanto verbal como física.
Además, en el 60% de las familias con disfuncionalidad, estima la terapeuta a partir de su experiencia, hay un problema de alcoholismo o bien, de abuso de alcohol, principalmente en el padre, aunque cada vez más se manifiesta en la madre.
Éste es un problema tremendo, subraya Lifsichtz, porque estos hombres, bajo los influjos del alcohol, se tornan más agresivos y violentos, tienen altos niveles de impulsividad y muy poca tolerancia a la frustración.
En estos casos, además de los factores psicológicos, hay que tener en cuenta el aspecto cultural, es decir, se convierte en un problema sicosociocultural, pues vivimos en una sociedad que refuerza y celebra el consumo del alcohol permanentemente.
Si a ello le sumamos el cada vez mayor número de padres adictos a algún tipo de droga, la conclusión de la experta es que la familia se ha convertido en una bomba de tiempo que estalla en la cara de los niños y adolescentes que la padecen.
Algunos de ellos encuentran una escapatoria en el suicidio, otros en el consumo de alcohol y drogas, que no deja de ser una forma lenta de suicidio.
La Maestra en Terapia Familiar advierte que hay una serie de conductas autolesivas que deben ser una alerta para los padres de familia: el cutting (aplicarse pequeños cortes en alguna parte del cuerpo), golpearse contra las paredes, o la tricotilomanía, un trastorno que consiste en arrancarse el cabello de la cabeza o las cejas.
Con estas conductas, los niños y adolescentes buscan evadirse de la toxicidad de su entorno familiar, del caos en el que viven a través del dolor físico, concreto, que se autoinfligen.
Por ello, Patricia Lifsichtz recomienda a los padres de familia que ante estos comportamientos, así como ante manifestaciones de ansiedad o depresión en sus hijos, acudan con los especialistas de inmediato para prevenir consecuencias irreparables.
Según su experiencia, y a pesar del panorama tan desalentador, las familias que consultan oportunamente y son perseverantes con las terapias, generalmente salen adelante.
(La Maestra Lifsichtz también da terapia familiar particular. Teléfono de contacto: 6621891251).