
En un contexto como el que vivimos, no son las mujeres las que necesitan el poder, es el poder el que necesita a las mujeres. No son las mujeres las que necesitan gobernar, son los gobiernos los que necesitan la visión de las mujeres
Por Natalia Rivera
Cuando me disponía a preparar este texto, la primera pregunta que me hice fue ¿Cómo es el poder, en este momento que las mujeres arriban a su ejercicio?
¿Cómo es el poder, justo ahora que las acciones afirmativas nos han permitido duplicar nuestra presencia en el poder legislativo (por lo menos aquí en Sonora)?
¿Cómo es el poder ahora que en el 50 por ciento de las candidaturas a las presidencias municipales serán ocupadas por mujeres?
Moisés Naím en su libro “El Fin del Poder”, señala que el concepto tradicional de ejercer el poder ha cambiado. El “poder puede menos cada vez”; el poder se está volviendo más frágil y vulnerable; el poder se ha atomizado, y los nuevos jugadores compiten con las instituciones tradicionales, con un éxito respetable, sugiere Naím.
Los números respaldan esta afirmación. Según Freedom House, en 1989 sólo 69 de 167 países observados eran democracias; en el 2011 esta cifra había crecido a 117; lo que significa que el número de democracias en el mundo aumentó un 70% en sólo 22 años.
Esto ha traído consigo una mayor competencia política. Basta con ver las cifras de crecimiento de las alternancias políticas en el mundo, para darnos cuenta cómo los ciudadanos están cambiando sus preferencias electorales con una gran facilidad y frecuencia.
Así es el contexto en el cual las mujeres arriban al poder y estoy convencida de que es precisamente por este contexto, por lo que las mujeres están arribando al poder.
Pues sólo en un contexto donde los poderes autoritarios son cada vez más inaceptables; sólo en un contexto donde se aceptan nuevas y nuevos jugadores, sólo en este contexto hay condiciones fértiles para las acciones afirmativas, para las candidatas mujeres, para nuevos discursos y para nuevas formas de ver y hacer política.
La democratización del poder tiene que ver, indudablemente, con la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos. La democratización del poder ha sido causa y efecto a la misma vez, de esta lucha, larga y difícil, pero también fructífera y fértil.
La mujer no necesita el poder…
A partir de la década de los noventa empezamos con los debates de los porcentajes, el 30% fue la primera discusión.
El 2015 trajo consigo un 50%, sin candados, que dio como resultado que en el Congreso del Estado duplicáramos el número de diputadas locales.
El 2018, con el impulso irrestricto de la Gobernadora del Estado, nos permitirá observar a decenas de candidatas mujeres, que competirán por las diversas alcaldías de Sonora, en una maravillosa condición: El 50% de candidaturas para ellas.
No tengo duda que eso nos permitirá pasar de las nueve presidencias municipales de hoy, a decenas de municipios siendo gobernados por mujeres.
¿Y por qué nos entusiasma? Porque en un contexto como el que vivimos, no son las mujeres las que necesitan el poder, es el poder el que necesita a las mujeres. No son las mujeres las que necesitan gobernar, son los gobiernos los que necesitan la visión de las mujeres.
Creo que esta manera de ver y ejercer el poder, inherente a las mujeres, es exactamente lo que Ryane Eisler describe en su libro “El cáliz y la espada”:
A diferencia de la espada, el cáliz dialoga y escucha. A diferencia de la espada, el cáliz genera condiciones de colaboración y no de dominación. A diferencia de la espada, el cáliz construye redes para el trabajo colaborativo y la autoridad se percibe más participativa, cercana, sensible, horizontal y democrática.
Ese es el cáliz. Ese es el ejercicio del poder que tiene más posibilidades de éxito en un contexto mundial como el que estamos viviendo.
En un contexto donde el autoritarismo fracasa, donde las instituciones tradicionales si no han colapsado, cuando menos son fuertemente cuestionadas. En un contexto donde hay nuevos jugadores retando al poder tradicional y obteniendo éxitos respetables. Es este contexto donde viene muy bien el estilo de ejercer el poder de las mujeres.
Por eso el augurio es bueno: Más mujeres para ser más democráticos; más mujeres para ser más escuchados; más mujeres para construir mejores sociedades.
*Natalia Rivera, Jefa de la Oficina del Ejecutivo Estatal.