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“Barbenheimer”

Más allá de describir las increíbles circunstancias mediáticas que ha generado el fenómeno, reseñamos para ustedes “The Barbie Movie” y “Oppenheimer”

Por Emilio Martínez

Parecía una tarea imposible traer de vuelta a Barbie. Especialmente en una época de rechazo al consumismo y de una creciente irrelevancia hacia el género, esto según las nuevas generaciones. Greta Gerwig aceptó el reto de convertir en largometraje lo que muchos consideran un producto de consumo superficial y retrógrado, incluso sexista. ¿Podría la santa patrona de la feminidad cinematográfica moderna llevar a cabo este acto sobre la cuerda floja?

Por otro lado, con doce largometrajes a sus espaldas unidos por una consistencia indiscutible en lo que respecta a patrones discursivos y de ejecución, el nombre de Christopher Nolan continúa generando debates más acalorados de lo que deberían cuando se pone sobre la mesa su etiqueta de autor y su afán de grandes y enormes estrenos.

Este año ha sido uno muy especial para la cartelera mundial, uno donde se han cosechado por un lado un cúmulo de fracasos en taquilla y una interminable cantidad de publicidad que responde a la competencia entre dos películas.

The Barbie Movie (Gerwig) y Oppenheimer (Nolan), posiblemente las producciones más caras a estrenarse este año, compartieron un mismo día de estreno el pasado jueves 20 de Julio.

La apabullante competencia publicitaria ha generado un fenómeno de masas, bautizado por internautas como el Barbenheimer. Más allá de describir las increíbles circunstancias mediáticas que ha generado el fenómeno, reseñamos para ustedes ambas películas a continuación.

La película de Barbie es una comedia autoconsciente, es decir es irreverente y absurda intencionalmente, fantásticamente fractura constantemente nuestra percepción de lo real, lo artificial y la cuarta pared, con un meta-comentario particularmente ácido, tras el prólogo escuchamos ‘Gracias a Barbie, todos los problemas del feminismo se han resuelto’, sentenciado por la narradora, frase sarcástica pero que a la vez nos devela desde ese momento el gran conflicto de la película.

No cabe duda de que Oppenheimer es una producción cien por cien marca de la casa Nolan, y esto comienza por ese peculiar —y habitual— contraste entre la grandilocuencia y la extraña frialdad que suele envolver su trabajo. Pero, a falta de vínculos emocionales especialmente férreos —que no inexistentes—, que muchos interpretarán como antipatía, el londinense ha dado la vuelta a la tortilla generando un magnetismo casi imposible jugando sus cartas habituales. Consiguiendo un hito realmente inesperado: convertir un biopic de tres horas con hombres —y alguna que otra mujer— hablando en habitaciones en una suerte de thriller político, con secuencias de horror bélico, en el que paradójicamente a pesar de su trasfondo bélico, no se dispara ni una sola bala ni se corre un sólo metro en una persecución.

La mayor sorpresa en el tratamiento oficial de una película de Barbie, quizá sea la revelación de que Barbie la película es en realidad una representación de la desigualdad de género.

Exponiendo el feminismo de la segunda ola (después de todo, Barbie es una ‘boomer’, que llegó a las estanterías por primera vez en 1959), con el tratamiento de ideas radicales sobre cómo las mujeres debían ganar más poder en lo público y en lo privado, dentro de los sistemas existentes, a veces con una exclusión total de los hombres. Dejemos a un lado la cuestión de si un cine con aire acondicionado, en pleno calor del verano, es el mejor escenario para reflexionar sobre el feminismo; la cuestión es que Barbie la muñeca reitera su relevancia al hacer un esfuerzo por introducir el conceptos como la diferencias entre igualdad, equidad y subversión, la emancipación de las expectativas de la masculinidad y la feminidad, entre otros a un público de todo el mundo quizá de una forma muy accesible.

Si ‘Oppenheimer’ es hija de su padre en forma, el fondo no iba a ser menos. De nuevo, las pautas narrativas y temáticas que han marcado la filmografía de Christopher Nolan vuelven a hacer acto de presencia, comenzando por hacer orbitar su apasionante historia en torno a un protagonista con una obsesión prácticamente autodestructiva. Pero esto no es todo, ya que los conceptos de posteridad, el tiempo y la memoria vuelven a ser esenciales en un largometraje que oscila continuamente entre el drama biográfico y el thriller político mientras apuntala sus sólidos cimientos sirviéndose de un nutrido y sólido surtido de personajes interpretado por un reparto estelar y en estado de gracia. Pero, ¿cómo se consigue esto? Para encontrar respuestas, el primer lugar al que debemos dirigir nuestra mirada es a un tratamiento formal deslumbrante que encuentra en el montaje de Jennifer Lame su mejor baza. La editora ha dotado al metraje de un ritmo implacable, aprovechando el montaje fragmentado, los juegos temporales de rigor y unos diálogos empleados como armas de repetición para moldear un relato tenso y afilado como un cuchillo.

Hacer una película sobre el feminismo cuando tus jefes (MATTEL) no se atreven a pronunciar ni una palabra sobre el tema parece una tarea imposible, como lo es para una marca de muñecas reflejar a todas las mujeres, o el crear un juguete que atraiga a todas las niñas, o hacer una película que hable de las multiplicidades de género en la vida contemporánea. Esperaba que el mensaje final hiciera al menos un guiño a la caída de las normas de género o señalara su creciente obsolescencia, quizá sería demasiado pedir para una superproducción de Hollywood. Pero sospecho que Barbie, la película, acabará siendo como la muñeca Barbie: muy divertida durante poco tiempo, pero con un legado que al parecer cambiará todo el blockbuster en los próximos años. Quienes vean Barbie en busca de un refugio de entretenimiento se encontrarán con que aquí hay más profundidad, que en cualquier película básica del verano. Y los que busquen una perspectiva clara de progreso se irán insatisfechos.

La labor de Cillian Murphy como J. Robert Oppenheimer se postula de forma instantánea como firme candidata para arrasar en la próxima temporada de premios que comienza a tomar forma, pero el irlandés es tan sólo una pieza más —la más importante, pero una más— de un elenco en el que Robert Downey Jr., Emily Blunt, Florence Pugh o Matt Damon, por poner un puñado de ejemplos, muestran un nivel estratosférico.

Puede que ‘Oppenheimer’, debido a su temática y aspiraciones, sea el trabajo menos «popular» de Christopher Nolan en lo que respecta a atraer al gran público, pero esto no está reñido con que, al menos por el momento, podamos catalogarla como su magnum opus. Y es que estos imprescindibles y capitales 180 minutos son la consagración de un estilo bajo la forma más improbable posible. En tiempos de dudas, cambios de paradigma, rentabilidades dudosas y predominancia de contenido, el cine sigue vivo gracias a obras como esta, y no habrá análisis financieros ni elementos extracinematográficos que lo puedan rebatir.