DE PRIMERA MANOPrincipales

… Cuando las decisiones se toman con el estómago 

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

ES DIGNO de un comentario los casos de Natalia Rivera, Ernesto de Lucas, Ely Sallard y Karina Zárate, quienes se bajaron del caballo que los llevó a ocupar un asiento en el Congreso del Estado, para cambiarse a otro, de color diferente, “con más poder” y “más amigable”.

Comenzaríamos por poner sobre la mesa la tesis de que en ellos, las convicciones pasaron a ser calcetines que se guardan en el cajón de la ropa sucia.

El “caballo” es Juan Pueblo.

Natalia y De Lucas no habrían podido ser diputados locales por la vía plurinominal, si sus excompañeros candidatos del PRI no hubieran obtenido los votos suficientes para ganarse esa posición.

Ellos fueron favorecidos gracias a la decisión del partido, cuya dueña en su momento lo era la gobernadora Claudia Pavlovich.

De Lucas estaba muy agraviado con el trato que había recibido de palacio de gobierno. No hubo apoyo económico y la frialdad e indiferencia mostrada al PRI en los primeros años del sexenio de la primera mujer en ocupar la gubernatura de Sonora, no varió en la segunda mitad.

Claudia ya tenía en la mira acordar con el Presidente y abandonar a su suerte al “partido de sus amores” y a sus candidatos, pero llegó a la conclusión de que el “Pato” y Natalia le defenderían de los seguros ataques que recibiría, una vez dejara el poder.

Ya con el traje de legisladores, ambos, apoyaron al Gobernador Alfonso Durazo, seguros que de esa manera le respondían a quien los puso donde estaban. Y comenzaron las enormes diferencias con el dirigente nacional tricolor, Alejandro Moreno, “Alito”, para sus amigos”.

De Lucas tuvo contacto con Dante Delgado, dueño de Movimiento Ciudadano, quien de inmediato lo envolvió con sus “promesas” para llevarlo a sus filas, entre ellas, la “seguridad” de convertirlo en candidato al Senado en el 2024.

“Pato” se hacía del rogar y hasta entró en contacto con el Gobernador Durazo, quien les propuso tanto a ella como a Natalia, renunciar al PRI y autodenominarse “diputados independientes”.

No la pensaron mucho. Llegaron a la conclusión de que en el PRI ya no existía equipo, amistad, ni propósitos; que más bien, tenían un dirigente nacional con objetivos exclusivamente personales.

Y transitaron a MC. Tomaron una decisión en base a las emociones, incluida su negativa a devolver al PRI la diputación obtenida gracias al favorecimiento de su partido.

La renuncia al PRI de hace unas horas de Karina Zárate y Ely Sallard, tuvo intenciones más preclaras: Dañar al partido.

Karina, convertida en el único activo de Claudia Pavlovich como revelación juvenil en su sexenio, no se manda sola. Y obtuvo el aval de su actitud de parte de una exgobernadora expulsada del partido y con todas las intenciones de abonar en su relación con el Gobernador Durazo.

Ely no está de acuerdo con “Alito” Moreno, ni con ninguna de las decisiones que éste último lleve a cabo en el PRI-Sonora.

Total, ambas ya engrosan la bancada de MORENA.

Los cuatro tomaron una decisión en base a las emociones, al estómago y avalados por quienes se han envuelto en el agravio y el resentimiento personales.

Sin duda alguna, ninguno de los cuatro pensó en el ciudadano que, confiando en ellos, les dio su voto buscando voces distintas a MORENA en los altos foros de la política local.

Al final de cuentas, entraría a debate el hecho de haberse traicionado a sí mismos.

Lo que han hecho, será escrito en la historia como un “fraude” a la voluntad de Juan Pueblo.