DE PRIMERA MANO

De Primera Mano | Marcelo Ebrard y Alfonso Durazo; polos opuestos

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

EL ANTECEDENTE de las diferencias entre Marcelo Ebrard Casauvón y Alfonso Durazo Montaño, se remontan al sexenio salinista. Uno, el primero, estaba en la cuadra de Manuel Camacho Solís; el segundo, era el secretario particular de Luis Donaldo Colosio.

Todos tenemos el registro histórico del “berrinche” de Camacho, cuando se da el “destape de Donaldo como candidato del PRI a la Presidencia de la República, aquel domingo 27 de noviembre de 1993.

“No voy a ponerme de tapete”, declaró frustrado a los reporteros MCS y con ello comenzó a enrarecerse el clima alrededor de la campaña del ahora malogrado sonorense.

En nuestros días, Marcelo es el canciller mexicano y Alfonso el secretario de seguridad pública.

Como consecuencia de los acontecimientos de Culiacán, el pasado 17 de septiembre, el primer capítulo de la “declaracionitis” oficial sobre esos hechos la cerró Ebrard al decir con precisión casi matemática, que la decisión presidencial de liberar a Ovidio Guzmán evitó una masacre de cuando menos 200 personas.

Y Durazo, quedó ante los ojos de la opinión pública como el responsable del operativo fallido. El alud de análisis estableciendo la posibilidad de la renuncia de Alfonso, sólo se detuvo en el momento en que Andrés Manuel López Obrador precisó que no estaba contemplada la renuncia de su secretario de seguridad pública.

Hace apenas unas cuantas horas, trascendió un artículo muy bien documentado por la periodista de raíces sonorenses, Dolia Estévez, con residencia en Washington, la capital de los Estados Unidos. Ella ha sido corresponsal para algunas publicaciones en México, entre ellas El Financiero y ha escrito para “Sin Embargo”.

Y precisamente para este medio, dio a conocer los antecedentes penales de un cajemense de nombre Víctor Alberto Barreras Castro, nombrado “por el gobierno de López Obrador” -escribe Dolia- cónsul de México en Las Vegas, apenas el pasado mes de septiembre.

Pero la periodista exhibe en este artículo un proceso penal contra Barreras por estupro cometido en contra de una menor de 14 años de edad, en Pueblo Yaqui, en el año 2011. Estévez, se advierte, realizó una investigación muy completa y tan contundente, que no deja lugar a dudas de la culpabilidad de quien fue un agresor sexual.

Independientemente de la responsabilidad denunciada al asignar el gobierno de la “4-T” a un servidor público que evidentemente cometió un delito “y que pudo haber cometido muchos más”, Dolia Estévez, escribe que el mérito real de Barreras es “ser protegido de Alfonso Durazo”:

“Marcelo Ebrard escogió a un depravado sexual para cónsul en la llamada Sin City, no por su perfil profesional o su decencia, sino por ser protegido de Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana”.

Como respuesta a este artículo, Ebrard no dejó pasar las horas para usar su cuenta personal de Twitter y escribir:

“Leí la información que publica Dolia Estévez respecto a Víctor Alberto Barreras. Estoy ordenando que el Comité de Ética de la SRE verifique, mientras tanto el nombramiento queda suspendido. Toda la vida he sido feminista, actuaré en consecuencia respetando el debido proceso”.

Aquí podrían anotarse dos aspectos. El primero, que el trabajo periodístico desarrollado por Dolia Estévez, fue un vaso abundante de agua fresca para recordar a cualquiera y de cualquier nivel, -en este casi final de la segunda década del siglo XXI-, que el periodismo de investigación debe provocar la toma de decisiones de quienes pueden tomar esas decisiones en base a lo justo, es decir, dando a cada quien, lo que se merece.

Segundo, que no puede dejar de mencionarse, a conveniencia de alguno, la presencia de alguna perversidad. Porque si bien es cierto que se exhibió a un delincuente, la foja pasa al registro de Durazo, como quien pudiera darse el lujo de designar y recomendar a servidores públicos cuyos antecedentes son a todas luces, razones que no pasan la prueba en la nueva moral que predica el Presidente de la República.

Y Alfonso tiene evidente interés político en el 2021 y en el 2024.

Al igual que Marcelo.