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Desertificación: ¿Una amenaza que no queremos ver?

Guerras, plagas y hambre: La historia está llena de acontecimientos que han desafiado al ingenio humano. Debido a la naturaleza cambiante de la realidad, crisis surgen de las cenizas de aquellas que alguna vez fueron superadas

Por José de Lómvar

Guerras, plagas y hambre: La historia está llena de acontecimientos que han desafiado al ingenio humano. Debido a la naturaleza cambiante de la realidad, crisis surgen de las cenizas de aquellas que alguna vez fueron superadas. El cambio climático y la pérdida de los servicios que brinda la degradación de la naturaleza son ejemplos de problemas pendientes por resolver. Sin embargo, la desertificación, un problema de igual importancia que los dos anteriores, recibe menos atención de la que merece, a pesar de que el suelo sustente la vida terrestre. Además, es probable de que ya haya impactado a la humanidad en el pasado.

 

Caín, Abel y el Origen de la Civilización

El término desertificación es relativamente nuevo. Desde hace poco, se comenzó a describir como fenómeno, y fue hasta principios de la década de los 90 (del siglo anterior), que la Asamblea General de la ONU formó una convención especial para combatirla. Entonces, ¿cómo podemos afirmar, que este fenómeno ya ha impactado a la humanidad?

A través de las leyendas y mitos del pasado, como es el caso de los textos de las religiones abrahámicas, así como las evidencias arqueológicas de los pueblos prehispánicos.

Sería impreciso negar que las religiones abrahámicas hayan construido el esqueleto cultural de Occidente. Sus historias usualmente tienen interpretaciones espirituales y morales, y, sin embargo, también pueden verse desde una perspectiva diferente. Tal es el caso del relato bíblico de Caín y Abel. El primer hermano, que representa a la agricultura, no pudo apaciguar al Dios abrahámico con las cosechas que sembró. Fue así como Dios prefirió a Abel, poseedor del ganado. Influido por resentimiento, Caín mató a su hermano. Esta tragedia podría interpretarse como el triunfo de la agricultura sobre la vida nómada del pastoreo. De igual manera, la terrible maldición de Caín, la marca sobre su frente, podría interpretarse como las consecuencias de la agricultura sobre el suelo el paso del tiempo.

El descubrimiento de que el ciclo de vida de las plantas comestibles podía manipularse hizo posible que las tribus nómadas se establecieran de forma permanente, formándose asentamientos cerca de ríos y/o lagos. Estos asentamientos se convirtieron en aldeas, después en pueblos, hasta transformarse en las ciudades primitivas que darían origen a la civilización.

Fue así como la revolución agrícola se convirtió en el cimiento de la civilización. ¿Para qué pasar horas interminables cazando y recolectando frutos silvestres cuando podrías concentrar energía y tiempo en una sola temporada sembrando alimentos, tanto para el ganado como para los humanos? ¿Por qué no utilizar este tiempo arrancado a la naturaleza para satisfacer la curiosidad?

 

Un Recurso Pisoteado

Con el descubrimiento de la agricultura y sus no tan humildes promesas, el hombre arcaico ganó una batalla en contra la naturaleza, una victoria que no resultaría definitiva. La naturaleza, aún pendiente por revelar las consecuencias de ser explotada, es decir, que las poblaciones que consumen recursos crecen más rápido que los recursos mismos (la maldición de Caín), tal como lo descubriría Thomas Maltus en el siglo XIX.

Clave no sólo para la supervivencia humana, sino también para la subsistencia de los ecosistemas terrestres, el suelo ha sido pisoteado por muchos… literal y metafóricamente. Lejos de ser sólo tierra, este es el resultado de un proceso en que las rocas, también conocidas como material parental, son erosionadas por la lluvia, el aire, transformados químicamente por microrganismos, condicionados por el paisaje, a lo largo de mucho tiempo.

 

Desertificación y Civilización Humana

La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación define a la desertificación como la pérdida de la capacidad de producción del suelo en zonas áridas, semi-áridas y subhúmedas secas. Esto, significa que la desertificación podría afectar el 40% de la superficie terrestre del planeta, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

La explotación de la naturaleza ha afectado al suelo hasta el punto en que esta degradación puede traducirse en desertificación en zonas secas. Pero, ¿qué evidencias existen del vínculo entre la civilización y la desertificación? Aunque la respuesta a esta pregunta puede no ser clara, un ojo a la civilización maya del siglo X puede dar luz acerca de esta relación.

Una de las grandes cuestiones de la historia es la repentina desaparición de los mayas. Algunos expertos creen que esto se debió a la excesiva presión que los mayas ejercieron sobre los bosques tropicales, provocando una degradación del suelo, similar a la desertificación. Esto fue provocado, en última instancia, por la tala incontrolada de la selva para la expansión de tierras agrícolas. Cuando eliminaron la vegetación natural, el suelo quedó desprotegido de las fuerzas erosivas del viento y del agua, provocando que el suelo se adelgazara, al perder materia orgánica y nutrimentos. Entonces, los suelos se volvieron inadecuados para sostener la vida y, por lo tanto, cualquier tipo de actividad productiva, contribuyendo a la caída del imperio maya, entre otros factores.

 

La Desertificación al Día de Hoy

El problema hoy es más complicado que en la época de los mayas debido al cambio climático global. Una sequía extensa, causada por un aumento de la temperatura, y con esto, la evapotranspiración, así como la disminución de las precipitaciones, podría acelerar la degradación de las tierras secas. Y aunque se han implementado estrategias en las regiones más afectadas por la desertificación para revertirla, éstas han demostrado ser un arma de doble filo.

Por ejemplo, en un estudio realizado por el Departamento de Manejo Sustentable de la Tierra y Agricultura Técnica de la Universidad de Nairobi [1], Kahi y sus colaboradores estudiaron el efecto de plantaciones de Prosopis juliflora, un mezquite de rápido crecimiento resiliente a ambientes áridos, originario del norte de México y América Central, en planicies áridas de Kenya con fines de restauración. Inicialmente, esta parecía una estrategia adecuada, sin embargo, P. juliflora pronto desplazó a las especies nativas, al mismo tiempo que modificó las propiedades físicas y químicas del suelo, alterando la estructura natural de este ecosistema.

Por situaciones similares, es importante evitar la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, en lugar de buscar opciones de restauración, sobre todo considerando que la desertificación no es un problema menor. Si bien Naciones Unidas, y la mayoría de los países que la conforman, priorizan el Cambio Climático y la Pérdida de Biodiversidad, la degradación de las tierras secas afectará a la biosfera. Si el ingenio humano descubrió la agricultura, como está simbolizada en la historia de Caín y Abel, también puede diseñar mejores prácticas que no alteren las especies nativas que contribuyen al control de la desertificación.

 

Referencias

Kahi, C.H.; Ngugi R.K.; Muriethi, S., y Ng ́ethe, J. 2009. The canopy effects of Prosopis juliflora (DC.) and Acacia tortilis (Hayne) trees on the herbaceous plants species and soil physico-chemical properties in Njemps Flats, Kenya. Tropical and Subtropical agroecosystems, 10(3),441-449