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El tiempo suspendido

Vamos cambiando el chip, en lugar de contagiarnos de pánico vamos cambiando la actitud mental, buscando el bienestar y el bienser

Por Rosa Chávez Cárdenas

Los efectos de la pandemia son como estar atrapados en arenas movedizas de emociones. Estamos a un año y medio de que se declaró la pandemia, y parece que retrocedimos, la tranquilidad y la salud mental se ven afectadas por el sobresalto que causan las noticias ante el temor de las nuevas cepas, aseguran que son más patógenas que el Covid.

Los dos meses de las campañas políticas cambiaron hasta el color del semáforo epidemiológico, aseguraron que los contagios habían disminuido, pero de nuevo la psicosis social, la población se encuentra en alerta ante la incertidumbre. No sabemos si nos van a volver a encerrar, pero la economía no aguanta otro confinamiento; dirán que es más importante la salud, pero cuando el proveedor no tiene ingresos pone en jaque a la familia, como consecuencia bajan sus defensas y afecta su salud.

Existe una palabra en inglés “doomscrolling” que significa: perdición y el desplazamiento que se hace en las pantallas. El encierro nos deja pocas alternativas de acción, los que trabajan en línea se la pasan mirando a la pantalla. El tiempo frente a los dispositivos se ha incrementado un 50 por ciento. Atrapados en las redes se afecta de manera importante el bienestar mental y físico. El resultado son los cerebros ansiosos, compulsivos, se muestran de mal humor, deprimidos poco productivos, menos conectados consigo mismos y con el entorno.

En la nueva realidad las personas se quejan de agotamiento, y de no poder conciliar el sueño. Es un hecho la mayoría está atrapada en una epidemia de insomnio. Con la pena las horas de sueño son una necesidad, el sueño es reparador, mientras el cuerpo descansa el cerebro tiene otras funciones como fabricar hormonas.

Pero que sorpresa, la rutina del ser humano ha cambiado de manera considerable con el desarrollo de la tecnología, la manera y a la velocidad que vivimos han cambiado de manera diferente a las generaciones anteriores.

Las consecuencias son evidentes, las alteraciones del sueño y vivir de prisa se ven reflejadas en los trastornos mentales, en la obesidad, la falta de atención y en el estado de ánimo.

Es increíble, la falta de sentido común, los padres se quejan de que sus hijos se la pasan pegados al celular y no duermen lo suficiente, por la mañana no se quieren levantar y se ve reflejado en sus bajas notas en la escuela.

La solución es sencilla como hacían nuestros padres, quitarles el celular a la hora de ir a la cama, en esta cultura permisiva los padres no tienen autoridad con los hijos, además de que los hijos presionan para que les compren el celular de moda.

En estos tiempos es importante recordarles que las horas de sueño mejoran la capacidad de memoria, la atención, la resolución de problemas y el metabolismo. Los ciclos de sueño-vigilia, llamados circadianos se han visto afectados por el confinamiento, además han dejado de socializar, no acuden ni a comprar sus víveres con la facilidad de recibir lo necesario en casa. Los que laboran frente a la pantalla se sienten cansados, desmotivados, faltos de creatividad, se quejan de no tener horarios. Los maestros no tienen la misma paciencia, además se sientes expuestos porque los están grabando. Hace falta aprovechar la adrenalina y el cortisol que liberan las hormonas del estrés, esa energía que utilizamos sin darnos cuenta en todas las actividades diarias.

Lo bueno del confinamiento son para los que aprovecharon el tiempo en casa en otras actividades y en tareas de esas como “Hágalo usted mismo”, pintar, reparar, confeccionar sus cortinas, los que elaboraron su pan, y los que descubrieron sus habilidades en la jardinería. Es notorio que los negocios de ferretería incrementaron sus ventas, tuvieron el privilegio de permanecer en servicio en la pandemia. Bueno vamos cambiando el chip, en lugar de contagiarnos de pánico vamos cambiando la actitud mental, buscando el bienestar y el bienser, practicando la “Topofilia” esa actitud filial al entorno, practicar valores como la solidaridad, el planeta reclama el desequilibrio que hemos causado.

Es urgente involucrarnos en el cuidado del medio ambiente y al cuidado personal, mantenerse en las mejores condiciones y confiar en que el sistema inmunológico hará su función de defensa contra los enemigos invisibles.  

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