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¿Algo nuevo en Cuba?

El gobierno cubano fue sorprendido por la extensión y profundidad de la protesta; actuó como las dictaduras afectadas por el pánico: golpeando y encarcelando a quienes solo pedían comida y libertad

Por Juan J. Sánchez Meza

Algunos pensarán que el desencanto de los cubanos con el régimen político-militar de su país es algo reciente. Nada más alejado de la realidad. Si bien es cierto que las protestas del mes de julio de este año presentan algunos rasgos claramente novedosos, lo cierto es que el momento en que los ideales revolucionarios se convirtieron en pretextos para la tiranía castrista data ya de varios decenios, con sus secuelas de crisis episódicas, cada una con sus particularidades y con sus semejanzas; entre estas últimas, la falta de pluralismo y las dificultades para expresar sus opiniones.

¿Qué es lo nuevo en la crisis de este mes? Algunas cosas. Por ejemplo, el internet, al que el comandante Raúl Castro calificó como “claramente subversivo” y “enemigo de la revolución”. Otro factor decisivo fue el rápido avance de la covid durante las últimas semanas. De acuerdo con datos del periódico español EL PAÍS, publicados el 20 de julio, los casos confirmados pasaron de 1,489 el 22 de junio a 6,923 el 11 de julio. Entre el 22 de junio y el 15 de julio, las muertes diarias pasaron de 10 a 69.

Otro rasgo novedoso, a mi juicio el más relevante, es que quienes hoy se levantaron a protestar no plantean el exilio como salida; es decir, son jóvenes y viejos que se alzaron para reclamar la apertura política, muchos de ellos desde la izquierda, y que contaron, como nunca había ocurrido, con el apoyo de personajes relevantes en el mundo del arte —sobre todo la música— y la literatura, sin contar con que les expresiones callejeras de protesta se extendieron prácticamente por toda la isla y no se concentraron ya en La Habana o alguna ciudad de tamaño medio. Por primera vez en su historia, las protestas en Cuba fueron masivas, simultáneas y a nivel nacional.

Hasta ahora, una buena parte del éxito del control ejercido por el estado cubano ha sido su capacidad para detectar, anticipándose, cualquier germen de descontento, que es algo que distingue a las dictaduras de derecha de las de izquierda y que el régimen cubano asimiló a las mil maravillas, como cumplido alumno del comunismo detrás del muro. Los regímenes militares de derecha en Latinoamérica eliminan a sus oponentes matándolos o desapareciéndolos por decenas, mientras que la dictadura de la isla previene el levantamiento y elimina de manera selectiva, gracias a ese control popular masivo.

Esa trama de control interior la ejerce el gobierno cubano gracias a los Comités de Defensa de la Revolución, así como un ejército de miles de vigilantes y delatores que prestan un invaluable servicio de información al Estado cubano y que son retribuídos con becas, alimentos, viajes al exterior, etc.

En lo personal, una estancia de seis meses en Cuba en el año 1989 en un programa de la Organización de las Naciones Unidas en materia de población, me permitió convivir con decenas de cubanos en el campo y en la ciudad, a lo largo de toda la isla, y conocer directamente algunas expresiones de este sistema en el que los hijos espían a los padres y estos a sus hijos, los vecinos entre sí, etc., en una cadena interminable de delación, arraigando así el mecanismo eficiente que es la pieza maestra del sistema: “miedo y desconfianza”.

He ahí una más de las muchas novedades que ofrecieron las recientes protestas callejeras: la organización espontánea de los miles de descontentos, fraguada desde las redes de comunicación que les ofrecía el internet, superaron a los grupos organizados de delatores del Estado y a su extensa red de espionaje

Como resultó evidente, en esta ocasión el gobierno cubano fue sorprendido por la extensión y profundidad de la protesta que fue posible, entre otras razones, por el debilitamiento del miedo a la autoridad que, a diferencia del pasado, actuó como todas las dictaduras afectadas por el pánico de la revuelta popular: golpeando y encarcelando a quienes solo pedían comida y libertad.

Esas reacciones del presidente Díaz-Canel, llamando a la represión masiva, solo refleja el pánico nacido de la sorpresa y vaticina una crisis de la nomenklatura comunista del Estado, porque revela una abierta contradicción con lo que hasta ahora había sido el credo del régimen, es decir, la eliminación selectiva.

Quizá a la dictadura cubana le convenga no suicidarse enfrentando a su pueblo con las armas y recordar las palabras proféticas de Gorbachov, pronunciadas unos días antes de la caída del muro de Berlín: “La vida castiga a quienes la posponen”.

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@JuanJaimeSM50