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James Gandolfini brilló por su personalidad

A James Gandolfini no hubiera gustado todo este escándalo.

Fue un actor que rehuía de la atención mediática, que se sentía incómodo al hablar de su vida y al que el personaje de Tony Soprano, el diabólico y atormentado mafioso que el mundo conoció y admiró a través de «Los Soprano», lanzó casi a regañadientes al estrellato.

¿Y ahora un aluvión de homenajes por su prematura muerte? Gandolfini probablemente lo hubiera considerado excesivo e innecesario, lo hubiera visto como algo que eclipsa por un momento su trabajo.

En una carrera demasiado breve que terminó el miércoles a los 51 años, mientras se encontraba de vacaciones en Roma, Gandolfini puede ser celebrado por papeles en la televisión, el teatro y el cine que fueron más allá del éxito obvio de «Los Soprano». Antes, durante y después de «Los Soprano», fue un actor de carácter que nunca tuvo un ego grande y que asumía papeles que despertaban su interés, no papeles que le garantizaran ser el centro de atención.

«Me siento mucho más cómodo haciendo cosas pequeñas», declaró hace no mucho. Y en el último año, sus actuaciones en el cine incluyeron papeles de reparto en el docudrama sobre la caza de Osama bin Laden «Zero Dark Thirty», de Kathryn Bigelow; en el drama de los años 60 «Not Fade Away», del creador de «Los Soprano» David Chase; y en la cinta sobre el crimen organizado «Killing Them Softly» de Andrew Dominick.

¿Cómo explicar la decisión providencial de Gandolfini de encabezar la serie dramática de HBO interpretando al angustiado capo de la mafia y hombre de familia? Medio calvo y corpulento, parecía la antítesis de un actor capaz de mantener el interés de los espectadores, entretenerlos, horrorizarlos y llevarlos a quererlo de un modo en el que nunca habían querido a un héroe de la pantalla chica.

Gandolfini creó un personaje monstruoso pero simpático, un hombre con una mirada asesina escalofriante pero con una sonrisa de pillo. Tony Soprano se convirtió en parte de la cultura popular y Gandolfini, de mala gana, también lo hizo.

Hacia el final de la serie, Gandolfini estaba agradecido por el papel que interpretó durante seis años. Pero le había dado a Tony tal autenticidad que el personaje para entonces le pesaba. Ningún actor deja de identificarse con el personaje que encarna, no importa cuán repulsivo o malvado. Un actor debe ser cómplice del hombre que interpreta.

Y aún así, Gandolfini dijo que le costaba querer a Tony.

«Digamos que fue mucho más fácil quererlo al principio que en los últimos años», dijo a The Associated Press unos días antes de que se transmitiera el último capítulo de la serie, en junio del 2007.

Fue una admisión notable de Gandolfini, que esperaba con entusiasmo asumir nuevos retos actorales.

«Ni siquiera siento que he demostrado nada aún», dijo. «Creo que mi lucha aún está por comenzar».

En esa rara entrevista, Gandolfini, quien trataba de mantenerse alejado de la prensa desde que «Los Soprano» lo lanzó al estrellato, lució tan cortés como incómodo al hablar de sí mismo.

Le parecieron demasiadas las preguntas sobre su proceso creativo.

«¡Ay, por favor! ¡A quién le importa!», dijo. Y luego se disculpó. «Lo siento. No fue mi intención ser rudo».

Pese a su formidable presencia en persona y en la pantalla, no cabía confundirlo con Tony Soprano. Era un hombre con los pies sobre la tierra, servicial y sensato. Una vez visto por un reportero filmando una escena en la lujosa casa de Nueva Jersey en la que vivían los Soprano, se tropezó en una línea del diálogo y dejó escapar un gruñido dirigido sólo a sí mismo, antes que las cámaras volvieran a rodar.

Por otro lado, sabía claramente la diferencia entre lo que era serio como actor y lo que era extremadamente serio.

Marshaling su brote de fama no buscado, Gandolfini produjo un par de documentales para HBO enfocados en una causa a la que le daba una gran importancia: los asuntos de los veteranos de guerra.

«Alive Day Memories: Home from Iraq» (2007) mostró a soldados y marines que habían sobrevivido la Guerra pero continuaron enfrentando batallas personales de regreso en casa. Cuatro años después, «Wartorn: 1861-2010» habló de las víctimas de desorden de estrés postraumático desde la Guerra Civil estadounidense hasta la invasión en Irak.

«¿Pienso que un documental va a cambiar al mundo?», dijo Gandolfini sobre el segundo filme. «No, pero creo que habrán individuos que aprenderán de él, y eso me basta».

No hubo grandes pronunciamientos ese día. No se habló de grandes metas. No hubo alarde de un actor que nunca será olvidado como Tony Soprano y por otros trabajos que dejó atrás.

AP

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