Principales

Los derechos de los niños (no nacidos)

¡No matarás! Este mandamiento es una gran exigencia ética que impera no solo en el católico sino en todo hombre, puesto que es uno de los valores éticos que están grabados en la conciencia

Por Padre Luis Alfonso Márquez Salcido

El hombre quiere construir el mundo de sus sueños, más comodidades, más vida y salud para gozar de esta vida.

Está preocupado porque la sobrepoblación en el mundo puede ser un obstáculo para gozar de esas comodidades o, en un plan caritativo, que no haya suficiente para todos y escasee el alimento, el empleo, la vivienda y los servicios. Los padres están preocupados por educar bien a sus hijos y darles todo, o se sienten sin capacidad de formarlos para que se ganen la vida. La sociedad quiere velar por el bien de la mujer que ha sido forzada, y está a punto de traer una criatura al mundo. Los padres de familia están angustiados porque su hija menor de edad se encuentra embarazada, ella misma no quiere cargar con la responsabilidad después de haberse entregado irresponsablemente.

¿Qué solución encuentran para estas preocupaciones? La contracepción, la esterilización y el aborto. Las compañas sobre la paternidad responsable, (planeación familiar, salud social) han golpeado fuertemente la conciencia de las personas al grado que la vida humana va siendo cada día menos inviolable y sí más derrochable. Estas campañas quieren poner al hombre en un punto de evolución en que debería tener la libertad de escoger qué hacer consigo mismo, su vida, su capacidad procreadora, en fin, que haga de sí mismo lo que más le venga en gana.

Encontramos múltiples normas de moralidad que varían según los países, los individuos y las épocas.

Ahora resulta que la política impera sobre la moralidad y por eso llevamos unas tres décadas que en EE.UU., Italia y

otros países europeos se puede ir contra el derecho de la vida pues ya se tiene legislado el derecho de abortar porque la criatura todavía no es una persona en todo sentido de la acepción, según ellos. Si esto sucede es porque las pasiones han fijado su trono sobre la razón y la razón quiere decirle a Dios lo que ya no debe de ser malo y condenable.

¡No matarás! Este mandamiento es una gran exigencia ética que impera no solo en el católico si no en todo hombre, puesto que es uno de los valores éticos que están grabados en la conciencia; no matarás forma parte de lo que Dios escribió en la ley natural que rige a todo hombre que nace en este mundo.

Este precepto nos llama la atención para que tengamos muy en alto el valor de la vida y rechacemos con energía los engaños y los placeres egoístas con que el mundo nos quiere envolver y seducir, rechacemos con firme resolución todo lo que atente contra el sagrado don de la vida: El homicidio, el suicidio, el aborto y la eutanasia.

Todos los que estamos a favor de la vida desde su concepción estamos confiados de que nos asiste la razón, las pruebas científicas y la voluntad de Dios.

Las pruebas científicas. El niño no constituye parte del cuerpo de la madre en ninguno de los meses del embarazo, ni desde el primer día. El apéndice de una mujer, que obviamente forma parte de su cuerpo, puede ser extirpado cuando existan razones que lo justifiquen.

Las células del apéndice, sin embargo, tiene, idéntico código genético que el de cualquier otra célula del cuerpo de la madre. Tales células son, por este motivo, una parte innegable de su organismo.

Ni el óvulo recién fertilizado, ni posteriormente, el embrión humano que se desarrolla dentro del útero, pueden ser considerados, por más esfuerzo que se haga, como parte del cuerpo de la madre. Este nuevo ser humano tiene un código genético completo y diferente al de las células de la madre. El bebé es en verdad un ser humano en desarrollo completamente separado y nunca puede ser considerando como parte del cuerpo humano de la madre.

Desde la concepción este pequeño ser humano tiene derecho a que se le conserve la vida, si alguien llega a dudar de aquello que se encuentra en el útero de la mujer es vida humana, a pesar de todos los descubrimientos médicos, que nos dicen que los cambios que se producen entre la implantación, un embrión de seis semanas, un feto de seis meses, un recién nacido de siete días, o un adulto maduro, no son más que etapas sucesivas del desarrollo y la maduración de la vida humana, si alguien llega dudar de la presencia humana, ¿Cuál será la forma realmente humana de encarar la cuestión? Quizás una pauta a seguir en este sentido es considerar como nos comportamos siempre con otras vidas humanas cuando no estamos seguros de si existen o no. ¿No optamos, en caso de duda, a favor de la vida? ¿A caso enterramos a aquellos cuya muerte es dudosa? ¿O acaso no trabajamos frenéticamente para ayudar a rescatar a un minero atrapado, para buscar a un niño perdido en la montaña o a personas sepultadas bajo las ruinas de un edificio derrumbado? ¿O es que un cazador dispara antes de estar seguro de si eso que entrevé es un siervo o un ser humano?

La razón iluminada por la fe nos dice que la vida es un bien personal de la comunidad y un don recibido de Dios (Santo Tomas De Aquino).

La vida es un bien personal. El quitar la vida propia o ajena va en contra de la inclinación natural de que todo ser se conserve naturalmente en la existencia y resista, cuanto sea capaz, a lo que podrá destruirla; y va contra la caridad por la que uno debe amarse a sí mismo.

La vida es un bien de la comunidad; cada parte pertenece al todo en cuanto tal y un hombre cualquiera es parte de la comunidad, por tanto, todo lo que él es, pertenece a la sociedad.

La vida es un don de Dios dado al hombre y sujeto a su divina potestad, que de la muerte y la vida.

La voluntad divina en la sanción de la Iglesia. El canon 2350 párrafo 1 del derecho canónico sanciona con excomunión ipso facto (o sea por el mismo hecho de cometer el delito) a los provocadores del aborto criminoso cuando este siga y su absolución está reservada al Ordinario. El aborto criminoso es culpa gravísima y consiste en un verdadero homicidio directo de un inocente; es una intervención que por su naturaleza se dirige a la expulsión del fruto de la concepción; es voluntad que quiere la muerte del niño o por lo menos su expulsión del lugar donde solamente puede vivir. Están comprendidos en la excomunión los cooperadores positivos, por ejemplo, el padre que amenazó, quien aconsejó el aborto o la manera de provocarlo, los que concurrieron efectivamente a la operación o práctica abortiva (enfermeros, farmacéuticos, vendedores). Son intrínsecamente ilícitos todos los intentos de aborto aunque de hecho no logren su intención abortiva por la voluntad occisoria contenida en ellos.

No tenemos el derecho a cuestionar el valor de la vida de los débiles, de los inocentes, de los no nacidos todavía; nos urge en conciencia poner el grito en el cielo, en los medios, en la sociedad, no es suficiente con el grito silencioso que los mismos niños no nacidos exclaman literalmente. Es cierto que las cifras reales del aborto son imposibles de confirmar, los organismos internacionales estiman que son cincuenta millones de niños cada año los que mueren por consecuencia del aborto, la mitad de ellos fallecen a impulsos de las leyes abortivas; en Europa se realizan anualmente trece millones de abortos, por lo que este pecado clama al cielo ha llegado a posicionarse como la primera causa de defunción. A estos millones hay que sumarle los abortos clandestinos que no se realiza en clínicas o en países que todavía se resiste a aceptar las leyes de los nuevos Herodes, hay que sumarle también los abortos que ocasionan los métodos de anticoncepción de emergencia, los dispositivos intrauterinos y la píldora del día después; esto es lo que afirman categóricamente cien médicos que han firmado la declaración a favor de la vida de la organización American life league: “Nosotros, los médicos firmantes, declaramos por tanto que la píldora, y otros productos similares para el control de la natalidad, a veces, y por propia industria, impiden la implantación de un ser humano ya en existencia. Estos productos, sin duda, causan abortos tempranos y-no obstante la gimnasia semántica vigente y sus ardientes defensores- son abortivos.”

Quieren engañar a la gente que acepte los anticonceptivos:
Quieren disimular, los que ya están enterados, para seguir los desórdenes de sus pasiones; quieren hacer callar la sangre inocente que clama al cielo. ¿Cuál será nuestra posición al respecto? Vamos a seguir hablando sobre la verdad de que muchos anticonceptivos son abortivos; vamos a hacer conciencia en la sociedad para que no se deje llevar por una actitud hedonista, egoísta; vamos a hacer valer el derecho de la vida de todos esos niños que desde su concepción hasta el día en que puedan ver la luz están indefensos porque todavía no han nacido.

 

*Padre Luis Márquez, sacerdote católico, perteneciente a Sociedad Sacerdotal Trento.