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Los pueblos indígenas de Sonora, sin acceso al agua

Por Imanol Caneyada/

Años de políticas discriminatorias han puesto a las comunidades originarias de la entidad en una situación extrema en cuanto a su supervivencia, denuncia el investigador Tonatiuh Castro 

La situación de los yaquis en Sonora, en cuanto al acceso y control del agua que pasa por su territorio, es la menos grave si la comparamos con la situación de otras etnias, como los comcáaq (seris) y los tohono o’odham (pápagos), quienes realmente se encuentran en una situación extrema.

Especialmente los segundos, nos dice en entrevista Tonatiuh Castro Silva, investigador de la Unidad Regional Sonora de la Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA; los pápagos viven en el desierto de Altar y dependen de los pocos pozos diseminados por su territorio, los cuales, además, han sido contaminados por la acción de los yoris (mestizos), a causa de actividades como la minería.

El pueblo originario del segundo desierto más extremo del mundo, continúa el maestro en Ciencias Sociales por el Colegio de Sonora, está amenazado de extinción porque literalmente carecen de acceso al vital líquido, ni en su modalidad de consumo humano ni para el agrícola.

Una situación parecida es la que viven los seris de Punta Chueca, los cuales dependen de las pipas de agua que les envía el Ayuntamiento de Hermosillo.

1 Etnias en Sonora
Imagen tomada de Internet

En el caso de los seris del Desemboque (municipio de Pitiquito), de junio a la fecha la situación se ha vuelto dramática, explica Tonatiuh Castro, porque la Comisión Federal de Electricidad les ha cortado el flujo eléctrico debido a un adeudo superior a los 150 mil pesos. A causa de ello, el único pozo que abastecía a la comunidad ha dejado de funcionar.

Lo curioso de este caso es que ningún ciudadano en Sonora está obligado a pagar el consumo de energía particular y además, el que se hace comunitariamente por pozos y alumbrado eléctrico; es decir, los seris del Desemboque viven una situación anómala, remata el investigador.

En el caso de los cucapá (San Luis Río Colorado), sigue Castro Silva en este recuento de lo inhumano, recientemente la Semarnat les ha cancelado el permiso de pesca, con lo cual, les impiden practicar una actividad económica básica y milenaria (son los primeros pobladores de la región con seis mil años de antigüedad).

El argumento de la Semarnat es que la pesca de los cucapá daña la fauna del Río Colorado; un argumento absurdo si tenemos en cuenta, aclara el experto, que durante seis mil años practicaron la pesca sin alterar el ecosistema y que las especies que acostumbran a pescar no están en peligro de extinción.

Según el entrevistado, todo lo anterior, aunado a la situación de los yaquis y de los guarijíos, nos habla de una serie de políticas discriminatorias que se han practicado y se practican en Sonora desde hace décadas, que han dejado a los pueblos indígenas al margen del desarrollo.

En el mejor de los casos, añade Tonaituh Castro, las comunidades indígenas ―y en general las rurales, matiza―, suelen tener acceso a una toma de agua por lote; ni soñar con una red hidráulica que lleve agua corriente hasta sus casas.

Los hermosillenses nos quejamos por el tandeo, ironiza el investigador, me gustaría verlos acarreando agua de un pozo todos los días.

Una vez que Tonatiuh Castro pinta este desolador panorama, es inevitable entrar en un tema que, de alguna forma, es causa de ello.

1 EtniaLa discriminación y el racismo de los yoris (mestizos) y la total ausencia de los pueblos indígenas en los planes de desarrollo de la región.

Aquí, plantea el investigador, cuando hablamos del orgullo de ser sonorense evocamos de inmediato una imagen que no corresponde con la realidad: se trata de un individuo blanco, alto, fuerte, un vaquero dedicado a la ganadería.

Hay un error de origen porque desde la colonia, la principal actividad económica de la región fue la minería; la vocación agrícola y ganadera es posrevolucionaria, viene de los años cuarenta.

En cuanto al orgullo criollo de ser blancos y de rasgos europeos, pues automáticamente excluye a muchos indígenas y mestizos que también son sonorenses.

Este factor cultural, reflexiona Tonatiuh Castro, viene impuesto desde el poder, desde una minoría que responde a estas características y que ostenta el poder político y económico en la entidad.

En gran parte, esta es la causa por la que muchos sonorenses practican la discriminación e incluso, comunicadores conocidos en la región se expresen abiertamente de manera racista, sin saber que incurren en un delito contemplado en las leyes mexicanas.

Leyes que, por otra parte, han sido y son letra muerta, remata el entrevistado.

Volvemos al tema del agua y Tonatiuh Castro proporciona datos que sostienen su tesis.

Únicamente el 2% del agua que se consume en el municipio de Hermosillo corresponde a uso humano; poco más del 10% es para uso industrial y de servicios.

El 84% está destinado al uso agrícola.

¿No es paradójico, se pregunta el experto, que la comunidad seri en Punta Chueca no tenga acceso al agua mientras que más del 80% del vital líquido esté destinado a los cultivos de la costa de Hermosillo?

Cultivos que, por otro lado, son trabajados por trikis, mixtecos y zapotecos en condiciones de esclavitud, concluye el investigador.

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