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Ni más, ni menos, solo lo justo… Penales de baja peligrosidad

Por Mtro. Jesús Armando Liógon Beltrán/

Es hora de cumplir con los postulados de la readaptación para la reinserción social, las cárceles de México están sobrepobladas por internos del fuero común, por delitos de bajo riesgo, sus penas no exceden de diez años

Hablar de un buen preso, es relativamente fácil… ¡basta que no se muera de hambre  y no se evada! Pero eso no es el fin de la pena, ya que nuestra norma constitucional refiere trato digno y humano al interno, y readaptarlo a través de terapia ocupacional, educativa, capacitación para el trabajo, participación en programas deportivos y culturales; de manera individualizada, progresiva y técnica, para su reinserción social.

México ha legislado sobre delitos, delincuente y prisiones. Ha legislado mucho. En general ha querido la redención del delincuente y el mejoramiento de las prisiones, por lo que se refleja con claridad el afán redentor de las leyes nacionales, no obstante las contradicciones de las dos administraciones federales pasadas.

En nuestros días, aún siguen vigentes algunos términos que denigra al sistema penitenciarios, tales como: presos, prisioneros, reclusos, reos, colonos, cautivos, internos, transportados, relegados; otras acepciones para los custodios o elementos de seguridad como: los guardianes, celadores, funcionarios, alcaides, custodios, ejecutores. El escenario de esta “encrucijada” del cautiverio es: la cárcel, prisión, presidio, campamento, colonia, fortaleza, penitenciaria, o bien el triste destino donde se alojará cada uno de los cautivos: celda, la célula, el calabozo, el rincón, la madriguera, el apando que recibirá el cuerpo doblegado del prisionero; así también el individuo delincuente, el procesado, el sentenciado, sobre todo el hombre prisionero, el vencido, el derrotado; sin duda es una situación desoladora y desolada, el ser humano comparece así sin otro título que lo adjetive como “enemigo social” como consecuencia de un proceso o sentencia, quizá infundada, pero como parte se encuentra el poder que persigue, juzga, y ejecuta. Lo importante es que la dignidad del ser no se vulnere como instancia de esperanza para la readaptación social y se reinserte al seno de la familia y sea útil, productivo a la sociedad.

Esos son los personajes de nuestra historia, es la realidad actual de nuestro sistema penitenciario, solo la prisión permanece, además de protagonista del drama, como escenario para que la vida se desarrolle en condiciones infrahumanas, pero con vida propia, para que en la cárcel cumplan su compleja misión en el que hacer del cautiverio. Y esa instalación ha recibido una encomienda: participar en la encarnación que encierra el proyecto, ¿Castigo? ¿Escarmiento? ¿Intimidación? ¿Conversión? ¿Readaptación? ¿Retención? ¿Reincersión?

Consecuentemente, ni más, ni menos… ¡Solo lo justo! La idea penitenciaria mexicana tiene una raíz piadosa, en un principio; filantrópica, solidaria. Es la hora de la “ciencia penitenciaria”, sustentada en la “ciencia penal”, plasmada por criminólogos y penitenciaristas como Don Alfonso Quiróz Cuarón, el Dr. Sergio García Ramírez y otros importantes antropólogos, y estudiosos, que nos han dejado un legado cultural, sucesión de preocupaciones, que llegan a ser ―ejemplares― del penitenciarismo mexicano, inspirados en el artículo 18 de la Constitución de la República, a saber, la “regeneración” del delincuente, la “readaptación social” del infractor.

Es hora de cumplir con los postulados de la readaptación para la reinserción social, las cárceles de México están sobrepobladas por internos del fuero común, por delitos de bajo riesgo, cuyo común denominador sus penas no exceden de diez años a nivel nacional. El problema no es la población de internos de alto riesgo o delincuencia organizada, ya que difícilmente exceden el 30% de la población nacional de los centros de reinserción en los estados del país.

Se requiere una infraestructura penitenciaria para centros de mediana y baja peligrosidad, con instalaciones como: dormitorios, comedores, área de visita familiar, conyugales dignas, talleres para la capacitación al trabajo, instalaciones deportivas, culturales, religiosas, personal calificado, con salarios y prestaciones sociales justas, estrategias de readaptación intra y extra muros, con la participación de los tres órdenes de gobierno, de organizaciones productivas como: Canaco, Canacintra, de hoteleros, universidades, fundaciones, y la sociedad mexicana en general.

Las prisiones ―en el mejor de los sentidos― para los internos son la esperanza en la eficacia redentora de los centros de reinserción social, puede ser la alternativa humanista del pensamiento mexicano. Sólo así sepultaremos los terribles castigos y reivindicaremos la confianza al Estado. Estas serán las reflexiones “parte aguas” como marco fundamental, en la próxima Conferencia Regional del Sistema Penitenciario, a celebrarse el 7 de febrero, en la isla de Cozumel, Quintana Roo; para retomar un penitenciarismo inspirado en el respeto a la dignidad de los internos, en el marco de los derechos humanos, de la ciencia penitenciaria, para sepultar el trato infrahumano y represivo.

*Consultor jurídico y Activista Político.

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