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San Pedro de la Cueva, el pueblo que se quedó sin hombres

En el panteón de San Pedro de la Cueva están las tumbas de las víctimas de ese trágico episodio.

El investigador Nicolás Pineda recuerda el negro episodio donde el general Francisco Villa mandó fusilar a 83 pobladores, narra a detalle cuáles fueron las razones y la herida incurable que dejó; “Creo que es tiempo de rescatar esa historia y poner las cosas en su lugar”

Por Javier Flores

El pasado miércoles 2 de diciembre se cumplieron 105 años de la terrible masacre perpetuada por el general Francisco Villa en San Pedro de la Cueva, Sonora, suceso que dejó un saldo de 83 pobladores fusilados sin contar a tres personas de origen chino y al sacerdote del pueblo.

Investigador Nicolás Pineda, coordinador del libro La Masacre en San Pedro de la Cueva.

Para saber lo que realmente sucedió aquel 2 de diciembre de 1915, “Primera Plana” entrevistó al historiador e investigador por el Colegio de Sonora, Nicolás Pineda, quien además, el año pasado, coordinó la publicación del libro Masacre en San Pedro de la Cueva, un recopilado de testimonios de sobrevivientes de dicha tragedia.

Poniéndonos en contexto, el historiador Pineda fue narrando cómo es que se fueron dando los acontecimientos a raíz de una derrota que sufrieron los villistas en manos del regimiento constitucionalista que resguardaba la entrada a Hermosillo. Esta batalla le costó muchas bajas a la famosa División del Norte comandada por Villa, y éstos se dispersaron en retirada huyendo hacia el sur rumbo a La Colorada.

“En ese tiempo Francisco Villa consideró oportuno invadir a Sonora, pero las cosas poco a poco se le fueron complicando. En su paso por Agua Prieta fue derrotado por los hombres de Plutarco Elías Calles que ya lo estaban esperando”.

En vista de verse superado en capacidad de fuego y número por Calles, ordenó la retirada con rumbo a Cananea para extorsionar a propietarios de las minas robándoles dinero y alimento para luego dirigirse hacia el sur, con la intención de tomar la ciudad de Hermosillo, pues estaba confiado de contar con el apoyo del gobernador José María Maytorena.

Para su mala suerte, a Villa le sucedieron varias cosas que le complicaron sus planes. Primero, sus más fieles lugartenientes nunca llegaron para ayudarlo en la batalla, pues el general Felipe Ángeles no llegó porque se encontraba en Washington y el general Rodolfo Fierros murió ahogado en una laguna.

En su incursión por Sonora, el general Francisco Villa y su División del Norte, cometieron una serie de errores que le costaron.

La segunda complicación fue que los Estados Unidos reconocieron el gobierno de Venustiano Carranza, y ya no quisieron venderle armas y municiones a Villa, además de negarle la entrada al país del norte a él y a sus hombres.

El tercer problema, gota que derramó el vaso, fue que Maytorena dejó el puesto de gobernador de Sonora presuntamente por problemas de salud precisamente cuando Villa entraba a Hermosillo. Sin contar ya con el apoyo del Gobernador, prácticamente estaba solo y por segunda vez fue derrotado, en esta ocasión, sufriendo más bajas de soldados que en la batalla anterior. “Se dice que a raíz de que Villa perdió la batalla contra los constitucionalistas que lo esperaban en Hermosillo, se quedó loco, al menos, temporalmente”. La desbandada de Los Dorados huyó hacia la Colorada con la intensión de perderse en la sierra de Sonora.

“Según relata el historiador Thomas H. Naylor, una vez perdida la batalla en Hermosillo el general Francisco Villa se vuelve loco, pierde la razón, aunque fue temporal. No haya que hacer y agarra rumbo al norte, se va hasta Querobabi como queriendo ir a EE.UU. pero se arrepiente regresando al sur. En la Colorada llega matando gente de una manera muy cruel descuartizando a sus víctimas jalándola con dos caballos”.

Ya convencido por sus hombres de que era mejor idea emprender la retirada a Chihuahua, Villa y su tropa se dirigen hacía Mátape y se topan con la dificultad de cruzar el río Yaqui, debido a que parte de los soldados cargaban con cañones y otro tipo de armamento difícil de transportar, les da órdenes —aproximadamente 300 a soldados— que sigan derecho para buscar como rodear la creciente del río, pero al llegar al pueblo de San Pedro de la Cueva sus habitantes los confundieron con bandoleros y los reciben a balazos. “Como había mucho bandolero en el camino los pobladores siempre tenían una trinchera en la zona porque en julio ya había venido otro general saqueando al pueblo”, explicó el historiador Pineda.

“A estos villistas, los del pueblo, sin saber que eran de la división del norte, les reciben con balazos matando a seis o siete villistas en la entrada de San Pedro, y los pobladores empiezan a mirar que vienen más, alrededor de 300. Estos no eran todos los hombres de Villa, él iba por otro lado, los que en ese momento pasaban por el lugar rodeaban el río porque traían cañones”.

Los pobladores de San Pedro de la Cueva se dieron cuenta de que no eran bandoleros, sino que se trataba de La División del Norte, y uno de los hombres de Villa, el general Bracamontes se entienden con los hombres del pueblo, pero se dice que un chismoso le aviso de los sucedido a Villa, quien se encontraba en Tepupa y éste montó en cólera y cabalgó esa misma madrugada rumbo a San Pedro de la Cueva.

Placa memorial con nombres de los asesinados por órdenes del General.

“En ese momento se escuchó decir a Villa que iba a matar a todos los del pueblo: ‘vivos y por nacer, viejos, mujeres y niños’, dijo, y casi lo hace efectivamente. Al llegar detiene a todos los hombres y mujeres del pueblo, primero buscando a quienes los habían recibido a balazos. El general Bracamontes trata de calmarlo y lo convence de que no mate a todos (porque quería también quemar al pueblo)”.

El general Pancho Villa, buscando a quienes habían recibido a balazos a su gente, reúne a todos los pobladores en la plaza del pueblo y amenaza con fusilar a todos los hombres de 12 años en adelante. “Total de que Villa detiene a todos los hombres en dos casa en el pueblo en edades de 12 años en adelante y en la madrugada del día siguiente los empieza a fusilar”.

El sacerdote del pueblo, Andrés Avelino Flores Quesney, no se encontraba dentro de la lista de personas a fusilar, sin embargo fue el único hombre que Villa mató personalmente cuando el párroco intentaba convencerlo de que perdonara la vida de los pobladores.

“Va con Villa e intenta negociar con él diciéndole que las personas que había retenido eran inocentes, pero éste le dice que entonces delate a las personas responsables que habían matado a sus hombres, pero el sacerdote no quiso decir nada”.

Por segunda ocasión el sacerdote regresa con Villa, esta vez ofreciéndole dinero a a cambio de la liberación de las personas, pero el bandido le dice al Padre que no quiere volver a verlo y que si volvía a ir con él lo iba a matar.

“El Padre no dejaba de ir con el general queriendo negociar otra vez con él cuando ya estaba el pelotón fusilando a los hombres de cinco en cinco. Cuando el clérigo regresa por tercera vez con Villa, éste ni siquiera lo deja hablar y descarga las municiones de su pistola, siendo el único que murió personalmente por él. Otros dicen que después le pasa por encima en su caballo, hay otras versiones que otro hombre le da después el tiro de gracia”.

Fallecido el Sacerdote en manos de Francisco Villa ya no hubo quien intercediera por la vida de los pobladores y la matanza continuó muriendo 83 personas, sólo salvándose siete hombres que recibieron rozones de bala y al desmayarse corrieron con suerte, pues los hombres de Villa creyeron haber acabado con todos. “Dentro de esos siete hombres que sobrevivieron en el paredón de fusilamiento se encontraba el papá del fallecido sacerdote”.

Placa memorial con nombres de los asesinados por órdenes del General.

Una vez consumada la masacre, Villa ordenó a sus hombres quemar y saquear el pueblo, llevándose ganado, la cosecha de la siembras, y hasta violaron algunas de las mujeres. “La mayoría de las historias que se conocen son de hombres que se lograron escapar e incluso de lo que casi no se platica es que hubo muchas violaciones en contra de mujeres, el pueblo fue saqueado y les mataron todo el ganado, todas las siembras, fue una verdadera tragedia”, lamentó el investigador.

Después de eso Villa se va a Batuc donde es recibido por el presidente municipal que, en busca de congraciarse con él, lo recibe con música y gran cena, pero el general destrozado y sollozando les grita que no quiere nada de fiesta y que mejor fueran a ayudar a sus vecinos pobladores porque habían destrozado al pueblo de San Pedro de la Cueva.

“Dice que Villa ya no era el mismo que había sido antes a raíz de lo sucedido en San Pedro, porque antes de eso supuestamente había habido un Villa que era idealista, el que iba a salvar a los pobres, el que iba a renovar el país. Pero que después de Sonora este personaje ya no tuvo nada de héroe y más bien se convirtió en un villano”.

El historiador Nicolás Pineda explicó que para los pobladores fue un trauma muy fuerte, a los sobrevivientes no les gustaba hablar del tema y recibían mucha burla de otros municipios debido a que los hijos que nacieron producto de la violación de las mujeres en San Pedro, les llamaban Los hijos de Villa. “Eso era algo muy cruel”.

“Otra de las razones del porqué no se difundió mucho lo sucedido en San Pedro es porque en Sonora vivimos mucho tiempo en el régimen del PRI y para este partido Villa era un héroe y no sé en qué fecha su nombre se puso en letras de oro en el Senado de la República, pues en la historia oficial Villa es un héroe”.

Que la gente de Sonora y todo México conozca la verdadera historia de lo que pasó en San Pedro de la Cueva, es algo muy importante para Nicolás Pineda. “Creo que es tiempo de rescatar esa historia y poner las cosas en su lugar”.

Los descendientes de las víctimas de aquella terrible masacre aún conservan la herida abierta que dejaron los hechos ocurridos en aquel 2 de diciembre de 1915. “El norteamericano Thomas H. Naylor concluye en un artículo sobre la matanza que los pobladores de San Pedro de la Cueva pagaron caro la derrota de Villa en Hermosillo”.

Para quienes les interese conocer más sobre el tema pueden conseguir el ejemplar “Masacre en San Pedro de la Cueva” en Editorial Garabatos al celular 6622 1325 85 o ir a la Sociedad Sonorense de Historia.