Una reflexión sobre la transexualidad

La Asociación Americana de Psiquiatría recomienda mantener la actual clasificación de disforia de género y advierte del riesgo de que la despatologización dificulte el acceso a los cuidados necesarios
Por Dr. Jorge Ballesteros
La ideología de género afirma que el ser humano nace sin un género definido y éste le es atribuido en virtud de sus órganos sexuales, pero que cada individuo tiene derecho y libertad a cambiarlo tantas veces como lo desee, puesto que el género no es fijo y por ello un hombre puede elegir ser masculino o femenino, y una mujer puede elegir ser femenina o masculina, a capricho.
Cuando una persona cree que sus deseos, sentimientos, estilo de vida, etc. no corresponden al sexo que son. Ellos dicen que se les ‘asignó’ como si ser hombre o mujer fuera algo externo como accesorios, entonces estamos hablando de un trastorno psiquiátrico de identidad sexual llamado transexualidad.
Un transexual es cuando se decide a modificar su cuerpo para parecer lo más posible al sexo opuesto a lo que son.
La ideología de género, promueve activamente el cambio de sexo, incluso en niños, por lo que influyó a través de la ONU para que este año la OMS (Organización Mundial de la Salud), sacara a la transexualidad de la lista de enfermedades mentales.
La OMS, es el organismo de Naciones Unidas especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial. Sus políticas están en gran medida influenciadas por lobbies LBGTI y promociona la ideología de género a nivel mundial.
La Organización Mundial de la Salud dejará de considerar la transexualidad como un trastorno en la nueva edición de su manual de enfermedades. El cambio es definitivo, se publicó este 2018 y sustituirá a la vigente desde 1990. La transexualidad pasará a llamarse “incongruencia de género”.
El Manual de Diagnóstico Psiquiátrico DSM-IV-TR clasifica la transexualidad como un trastorno de la identidad sexual.
Esta propuesta ha tenido una gran acogida entre el colectivo transexual que celebra el cambio. La transexualidad a partir de este año, deja de ser considerado un trastorno de naturaleza psiquiátrica.
La nueva Clasificación Internacional de Enfermedades-11 (CIE-11) sustituirá a la CIE-10, vigente desde mayo de 1990, año en el que la homosexualidad salió de la lista. Esta clasificación ha tenido diferentes versiones, pero la transexualidad siempre ha sido considerada un trastorno, en contra de las demandas del colectivo LGTBI.
La mayoría de las legislaciones del mundo definen la transexualidad como una enfermedad que debe ser diagnosticada y necesita tratamiento.
El transexualismo o transexualidad, es un trastorno de la identidad sexual por el cual la sexualidad de una persona cree que está en conflicto con su anatomía y fisiología con las que se nace. Es decir, se produce una disconformidad entre su identidad sexual y su sexo asignado biológicamente, al punto de rechazar su cuerpo. En estas personas suelen darse el deseo de modificar las características sexuales que no se corresponden con el sexo con el que se sienten identificados. Por eso, algunas de ellas suelen someterse a una «operación de cambio de sexo» conocida como cirugía de reasignación genital.
Como se puede imaginar, despatologizar la disforia de género enviará un mensaje a los gobiernos para facilitar el cambio de sexo sin informe psiquiátrico previo, lo que coloca al colectivo transexual en mucho mayor riesgo de suicidio.
La Fundación Americana para la Prevención del Suicidio, advierte que la tendencia suicida en la población transexual es muy superior a la media: 41% vs 5%. Sin embargo, el porcentaje se eleva entre aquellos transexuales sometidos a cirugías de cambio de sexo o que lo hayan planificado.
¿Cuáles serían las consecuencias?
-‘Cambio’ de sexo registral sin informe psíquico ni operación.
-‘Cambio’ de sexo quirúrgico (amputación) sin requerimiento de informe psicológico previo.
-Sanción o pena para aquellos profesionales que actualmente tratan la incongruencia de género.
-Dejaría a los transexuales sin posibilidad de tratamiento psiquiátrico que necesitan, como denuncia la Asociación Americana de Psiquiatría.
La misma Asociación Americana de Psiquiatría recomienda mantener la actual clasificación de disforia de género y advierte del riesgo de que la des patologización dificulte el acceso a los cuidados necesarios.
Presionaría a los gobiernos para permitir el cambio de sexo registral y las operaciones de ‘cambio’ de sexo quirúrgicas, secundar y acompañar al transexual para que pueda conquistar aquel cuerpo que desea. Dirá sí a una serie de intervenciones de tipo psicológico, hormonal, quirúrgico y legal (hasta modificar el registro civil y todos los documentos personales) que permitan el cambio de sexo.
Sin embargo, el cambio de sexo, nunca podrá ser completo ya que: Las operaciones quirúrgicas no son “curativas” sino destructivas. No se puede cambiar el sexo genético. La fecundidad se pierde totalmente. No siempre hay mejoría de los problemas psicológicos
No hay rectificación de sexo con la cirugía, no se trata de ningún tipo de “rectificación de sexo” sino simplemente de una castración, esterilización, mutilación o privación de una verdadera función sexual que de suyo es perfectamente sana, el problema es de orden psicológico.
La creencia de una persona de que él o ella es algo que no es, constituye, en el mejor de los casos, un signo de pensamiento confuso. Cuando un niño biológicamente sano cree que es una niña, o una niña biológicamente sana cree que es un niño, existe un problema psicológico objetivo en la mente, no en el cuerpo, y debe ser tratado como tal.
La transexualidad es un problema psicológico, ¿No será mejor afrontar el tema de la transexualidad no desde una perspectiva quirúrgica sino de una perspectiva psicológica?
Estamos ante un problema que es más competencia de los psicólogos y de los psiquiatras que de los cirujanos.
El sexo es parte integrante del propio ser, resulta reductivo e insuficiente llevarlas al hospital, darles hormonas y empezar el largo proceso del “cambio del sexo”, además de que las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo.
En cambio resulta mucho más rico y profundo descubrir las raíces del conflicto con el propio cuerpo para encontrar un camino de aceptación de aquello que no es el enemigo, sino parte integrante del propio ser: el sexo inscrito profundamente en el propio cuerpo.
Respecto de la dignidad de la persona, no se puede violar la integridad física de una persona para el tratamiento de un mal de origen psíquico o espiritual. En estas circunstancias no se presentan órganos enfermos o funcionando mal, así que su manipulación médico-quirúrgica es una alteración arbitraria de la integridad física de la persona.
Los principios éticos de la cirugía transexual dicen que no es lícito sacrificar al todo, mutilándola, modificándola o extirpándola, una parte que no se relaciona patológicamente con el todo.
“Nadie es tan desgraciado como el que aspira a ser alguien y algo distinto de la persona que es en cuerpo y alma”: Angelo Patri.