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Adulto mayor con ceguera vende dulces en las calles de Hermosillo para poder vivir

Habitualmente se le puede ver en el cruce de los bulevares Gómez Farías y Justo Sierra; pide a las autoridades y hermosillenses, para que tomen consciencia sobre las cosas que pasan quienes no ven

Por Antonio López Moreno

Corría el año de 1995 cuando Gerardo Toscano Frías llegó a Hermosillo Sonora, un adulto de 61 años con ceguera, que vende dulces en las calles para poder vivir.

Gerardo es originario de Zacualco, Jalisco, una pequeña comunidad de la cual sus padres tuvieron que partir para buscar un mejor futuro en el Puerto de Guaymas.

A sus 30 años llegó a la capital de Sonora, allí vive en una pequeña casa en la colonia Norberto Ortega, donde las carencias son el pan de cada día.

“Aquí vendo chicles y pipitorias, lo fines de semana vendo escobas y trampeadores, en mi casa vendo hielo. Congelo bolsas de agua y las vendo”.

Sus actividades económicas le generan en promedio $100 pesos diarios, algunas veces un poco más y en otras lamentablemente regresa a casa con las manos vacías.

“Realmente no alcanza, para pagar la luz y el agua. Mi mujer tiene diabetes, tiene presión alta, tiroides”.

Aún así Gerardo Toscano no pierde el ánimo y alienta a las personas ciegas y débiles visuales a luchar a pesar de las adversidades.

“Que le echen ganas, que no se ‘agüiten’, aquí estamos en esta vida, ya que”.

También es insistente con su llamado a las autoridades y a la ciudadanía en general, para que tomen consciencia sobre las cosas que pasan quienes padecen de su vista.

“Mínimo que arreglaran la banquetas porque no se puede caminar”.

La ceguera de Gerardo fue progresiva, a los 7 años comenzó a ver manchas negras a contra luz del sol, por lo cual era atendido por médicos en Ciudad de México, aunque refiere que nunca tomó un tratamiento completo.

Conforme pasó el tiempo fue perdiendo cada vez más la vista, hasta que cerca de los 25 años quedó totalmente ciego.

Habitualmente se le puede ver en el cruce de los bulevares Gómez Farías y Justo Sierra, donde coloca una pequeña sombrilla para cubrirse de los rayos del sol, ya que en el verano se superan los 40 grados centígrados.

Gerardo vive solo junto con su esposa, la poca familia que le queda vive en Guaymas con quienes mantiene poca comunicación.