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Amanecer zombi en Hermosillo; corren para sobrevivir

Por Rigo Gutiérrez E./

Organizan carrera pedestre “Survivor”, una competencia donde participaron más de mil atletas y cientos de personas caracterizadas como “zombis”, tendencia de ficción con amplia promoción en TV y con millones de seguidores en el mundo

Un fresco amanecer despuntaba al norte de la ciudad el pasado domingo. El aire otoñal entre los cerros de la Bachoco se respiraba tan limpio como el cielo. Quince minutos después de las siete horas, una columna de jóvenes en shorts serpenteaba alrededor de mesas de registro para la singular carrera. Preparados para enfrentar una difícil competencia, donde no sólo importaba la velocidad, sino también las destrezas y habilidades.

Más al fondo tenía lugar la zona de transformación. Era un ejército de maquillistas que, como cadena de producción en maquila, agitaban brochas sobre los rostros, repasaban esponjas por la frente, recubrían con aerosoles, daban pinceladas a ojos, cicatrices y sesos. Polvo para maquillar, trozos de papel, colorantes y más colorantes, para darle viveza a las “heridas expuestas”, era el realismo del performance zombi, mismo que tomaba menos de diez minutos por persona. Niños, jóvenes y papás iban caracterizándose poco a poco.

Treinta minutos después de las ocho de la mañana, los corredores enfilaban a la salida. Momentos antes, habían calentado y estirado todos en grupo. Les esperaba un trayecto de cinco kilómetros y más de doscientos zombis.

Asalto zombi

6 ZombisCada atleta portaba un cinturón rojo del cual se fijaban tres cintas, asimilando las “vidas”. La misión del competidor era sencilla: llegar a la meta con al menos una vida. Y es que durante la travesía, estas podían ser arrancadas por los hambrientos zombis apostados a lo largo del recorrido.

La voz de salida fue indicada por el sonido ambiente. Como una masa movediza los atletas enfilaban a los primeros kilómetros. Los pies se hundían en la arena de los arroyos de la zona. Las piedras afiladas del accidentado terreno eran la constante a esquivar. Pero el reto apenas asomaba.

Detrás de los arbustos, en cada curva, o en las pendientes, esperaban al acecho decenas de ansiosos “infectados”. Pacientemente tomaban su lugar, miraban a los costados, imaginaban una estrategia. Al aproximarse el tropel, saltaban al camino estirando sus manos en todas direcciones. Gritaban exaltados por querer alcanzar las vidas. Los corredores al ser atacados también gritaban y manoteaban sin parar, hasta quedar con las manos enrojecidas. En el desesperado paso de la masa humana sobrevenían encontronazos, sin faltar quien cayera de panzazo, mostrando un semblante de dolor al estrellar rodillas y codos contra puntiagudas rocas; los zombis aprovechando el momento y se lanzaban por las “vidas”.

Sorteado el asalto, había que vencer nuevos obstáculos, como el de las llantas apiladas, este provocó que al menos dos atletas recibieran auxilios de paramédicos por posibles fracturas.

Corriendo a las faldas del cerro saltaban al paso nuevas invasiones zombis; llegar hasta este punto con vidas era casi imposible. La voracidad de los infectados metros atrás, dejaba cientos de corredores “fantasmas” luchando contra su principal reto: el desgaste físico.

Casi al final del trayecto, un largo pasamanos menguaba las fuerzas de los atletas. Cada peldaño multiplicando el peso del cuerpo suspendido sobre un charco de lodo extendiéndose interminable. Algunos vencidos por el agotamiento, caían ensuciando su calzado. Metros antes de la meta, se alzaba una muralla de madera de dos metros, robando el último aliento.

Al final, fueron contados los corredores que colgaron sobre su pecho una medalla conmemorativa como “sobreviviente”. Los zombis regresaban con decenas de cintas en sus manos y un rostro que, contrario a la imagen aterradora, dejaba ver sonrisas.

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