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Conoce el nuevo mural que se mandó hacer el gobernador Padrés en Palacio de Gobierno

Por Imanol Caneyada  y Rigo Gutiérrez E./

En una época donde el muralismo ha sido rebasado como expresión artística, el Gobierno del estado hace una gran inversión en ese sentido

Un enorme y colorido pascola observa en silencio en cuanto uno se dispone a recorrer el pasillo de la planta alta de Palacio de Gobierno. Tres meses atrás ese vigilante no estaba ahí, se trata de una creación de los artistas Fernando Saldaña y Ethel Cooke.

El mural denominado “Guardianes del Tiempo”, cubre la pared del lado oriente, en la parte superior del edificio de gobierno. En esa área antes no había nada. Fue a partir de abril que los pintores comenzaron a realizar los trazos a mano de toda la obra. Una obra que, estuvo en el centro de la polémica.

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Y es que se conjugaron varios factores para establecer un escepticismo alrededor del nuevo proyecto:

Por un parte, al tratase de un edificio considerado patrimonio histórico y representar conflictos para obtener el aval de instituciones como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Por otro lado, el peso de las dos obras previas que engalanan las paredes de Palacio desde hace tres décadas. En la parte de abajo la creación de Héctor Martínez Arteche con el origen del hombre en Sonora y en las paredes de arriba los episodios gloriosos en la historia sonorense, de Enrique Estrada y Teresa Morán.

Pero el factor que generó más inquietud, tiene que ver con la percepción social negativa que deja este sexenio de alternancia —entre otras áreas en educación y cultura—.

“Primera Plana” platicó con los maestros Saldaña y Cooke para conocer más sobre su proyecto y despejar dudas.

Ethel Cooke y Fernando Saldaña trabajan desde febrero en los nuevos murales de Palacio de Gobierno.
Ethel Cooke y Fernando Saldaña trabajan desde febrero en los nuevos murales de Palacio de Gobierno.

Aún ataviado con su mandil y tras acabar con la jornada de trabajo, el maestro Saldaña comenta que después de controversias y trámites, en febrero de este año finalmente les aprobaron el proyecto del Instituto Nacional de Bellas Artes, y del INAH. De inmediato iniciaron con la ejecución.

Para el 17 de marzo habían comenzado con el preparado de la pared, que consistía en un derrumbamiento y volverla a hacer. El 18 de abril transportaban la pintura a la pared.

“La información que nosotros estuvimos trabajando y presentando es hacer un llamado a la memoria de nuestros ancestros para manifestarlo y plasmarlo en este mural”, explica.

Para ganarle al calor del verano hermosillense, ambos artistas diariamente llegan desde las cinco de la mañana a preparar brochas, pinturas y repasar planos. A veces usan escaleras, otras tantas tienen que subir a los andamios para alcanzar las zonas más altas, pero a decir de Saldaña, para las doce del día el techo parece hervir.

“Los ancestros de Sonora, nos dan permiso y nos confieren el poder y el honor de recibir la información con la que ellos querrían ser plasmados”, explica la maestra Ethel mientras señala con su mano algunos elementos.

Describe con lujo de detalle que los ancestros son los guardianes de lo que simboliza esa casa, donde se generan decisiones y negociaciones, “la invocación a los ancestros es para que ellos sirvan de consejeros y además estar abiertos como receptores”.

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Para su obra, ambos sostienen que como artistas y como ciudadanos, han estudiado la historia regional, nacional, las etnias e incluso van más allá al establecer que conocen cómo procede el ciudadano sonorense, su cultura, su magia, sus mundos, submundos y supra mundos.

Un mural conectado con la historia

Para Rómulo Félix, historiador y cronista de la ciudad de Hermosillo la obra —aún en proceso—, no rompe con la creación que en 1982 realizaron Estrada y Morán, ni con la de Arteche en 1984. A tres décadas, la nueva obra complementa y es sucedánea a la filosofía que fue plasmada con un hoy y un mañana, precisa.

Benjamín Gaxiola, presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, junto al cronista de Hermosillo, Rómulo Félix Gastélum.
Benjamín Gaxiola, presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, junto al cronista de Hermosillo, Rómulo Félix Gastélum.

El historiador la establece como una tercera generación de murales en Palacio, unida a la pintura anterior mediante una viga que se extiende y comienza una rama a florecer, con luces, y una fuerte carga colorida.

“Desde esa rama empieza a recuperarse, se ven rostros de los indígenas que participaron en la revolución, con revolucionarios yaquis que fueron Cibalam, Cajeme, Tetabiate en el Siglo XX, Pluma Blanca. Más arriba en el techo están las fases de la bandera mexicana como diciendo somos parte de esto”.

Un elemento que destaca el cronista de Hermosillo es un niño rodeado de libros a través del cual comienza renacer simbología alrededor de lo sonorense, tanto étnica como moderna.

Por su parte, Benjamín Gaxiola, presidente de la Sociedad Sonorense de Historia coincide en que esta nueva generación de mural se aprecia una continuidad con “el guión” que existía en las paredes.

De entrada comenta que está muy cargada de elementos, ideas y conceptos, concentrado en tres paredes. Además refiere que mantiene una continuidad.

Pero lo distinto, es que en estos murales hay elementos que no se ven en los primeros, como una serpiente emplumada y otros rasgos que conectan con la tradición del centro del país que, a decir de Gaxiola, deja impresión de que atrás de todos los tiempos siempre ha estado.

Finalmente coinciden ambos historiadores que entre los cinco artistas lograron dejar una obra armónica. Esta última fase quedará lista para la posteridad en unas semanas más.

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El muralismo, un lenguaje artístico rebasado y obsoleto

Recientemente se trabaja en Palacio de Gobierno una serie de murales, obra de los pintores sonorenses Ethel Cooke y Fernando Saldaña, por encargo del gobierno del Estado.

Su propuesta formal y discursiva se basa totalmente en la tradición del muralismo mexicano y contiene todos los elementos simbólicos positivistas que le dieron vida a este movimiento en los años 20 del siglo pasado.

Según afirma Marco Antonio Delgadillo Guerrero investigador y académico del Centro Universitario de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad de Guadalajara, en su ensayo “El muralismo mexicano, el arte al servicio de la nación” (2008) establece que “las expresiones murales del arte mexicano permiten develar el discurso de los representantes de las instituciones de poder, en torno a lo que debía ser la nación” y añade más adelante:

“Es importante insistir que el muralismo surgió para construir una visión legitimadora del Estado revolucionario y para construir una identidad homogénea de lo mexicano”.

La pregunta entonces es pertinente: ¿quiso el Nuevo Sonora, ya de salida, construir en los muros del Palacio de Gobierno una visión legitimadora de su ejercicio del poder?

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Para un gobierno en el que la cultura tuvo muy poca relevancia y ahogó presupuestalmente hablando al Instituto Sonorense de Cultura durante los últimos años, la única respuesta posible es sí.

Independientemente de lo anterior, el movimiento muralista mexicano agotó su discurso estético en los años 50 y poco a poco se volvió obsoleto.

La historiadora del arte Georgina Sánchez Celaya ubica el rompimiento de las nuevas generaciones de artistas plásticos con el muralismo mexicano en 1956, cuando el pintor José Luis Cuevas publica una serie de artículos en el suplemento “México en la cultura” del periódico Novedades, bajo el título “La cortina del nopal”.

En ellos, el artista —ilustra la historiadora en su artículo “Ironías del poder”—, “dirigió una crítica a tres sectores del arte y la cultura en México: en primer lugar, a los muralistas, bautizados y consagrados por el museógrafo, curador y funcionario público Fernando Gamboa como los “tres grandes del arte mexicano”; en segundo lugar, a los artistas que propugnaban y perpetuaban el arte de corte nacionalista, aquellos que, bajo su perspectiva, eran carentes de propuesta y su obra no poseía innovación alguna; por último, y en menor medida, a la burocracia cultural y las trabas que representaba para acceder a los espacios oficiales de exhibición, haciendo hincapié en la cerrazón a nuevos estilos que no fueran el realismo socialista de la llamada Escuela Mexicana de Pintura”.

En la actualidad, el muralismo como arte con tintes populares ha sido sustituido por el grafiti, la instalación en espacios públicos, la intervención de edificios y el performance.

El propio Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene como política desalentar las iniciativas muralistas en edificios históricos (como es el caso de Palacio de Gobierno), y para su protección, ha instituido un comité evaluador que analiza el posible daño a la construcción y el valor artístico de la propuesta.

En el caso de los nuevos murales de Palacio de Gobierno, la anuencia que dio el INAH contradice esta supuesta política y deja entrever que las presiones políticas pudieron más.

En una época en que el muralismo nacionalista ha sido superado con creces y como expresión artística quedó en la obsolescencia, el Gobierno del estado hace una gran inversión en ese sentido, mientras el Museo de Are de Sonora, Musas, agoniza en el olvido y la cultura en general no les merece la menor atención.