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El duro aislamiento en un hotel Covid

El Hotel San Martin, ubicado al sur de Hermosillo, fue habilitado como Centro Covid para pacientes confirmados con síntomas leves.

“Fueron 11 días el periodo que estuve aislado en el cuarto número 14; el único contacto físico con el exterior fue con médicos y enfermeros que amablemente las 24 horas estuvieron al pendiente de mi salud”

Por Gil Reyes

El coronavirus se ha vuelto en una cruda realidad para miles de familias, al ser cada vez más personas cercanas las que figuran dentro de las estadísticas de casos confirmados y defunciones, que a diario se presentan en el estado.

La desobediencia civil que se vive en Hermosillo y muchos otros municipios alcanzó un nivel preocupante, al constatarse que miles de personas circulan en la vía pública sin cumplir con las restricciones sanitarias o efectuar una actividad realmente esencial, lo que ha provocado que se eleve el número de infectados y por ende se está a punto del colapso en los centros médicos.

La primera línea conformada por médicos, enfermeros, asistentes, camilleros y demás, empieza a verse debilitada por la carga de trabajo, pero también por los contagios que hay entre ellos al interactuar continuamente con el virus, que ha dejado más de una decena de muertes en todo el estado dentro de esos grupos.

Algunos de ellos han partido en cumplimiento de su deber, otros han logrado salir adelante y de inmediato se han vuelto a reintegrar a sus labores, porque su corazón y compromiso los conduce a estar al lado de los pacientes que luchan por mejorar su salud.

Los Centros Covid es una de las tantas acciones que implementa el Gobierno de Sonora en al menos un hotel de Hermosillo, para que las personas que presenten síntomas o que sean asintomáticos, pero portadores del virus, se aíslen. La intención es evitar que se dé una propagación mayor del mortal mal que no respeta edad ni condición social.

En mi caso di positivo a Covid el 26 de junio. Desde una semana antes inicié aislamiento domiciliario, pero al ser varias personas las que viven en mi hogar opté por mudarme al Centro Covid en el Hotel San Martín, ubicado en la entrada norte a la capital, que funciona como refugio temporal.

Fueron 11 días el periodo que estuve aislado en el cuarto número 14; el único contacto físico con el exterior fue con médicos y enfermeros que amablemente las 24 horas estuvieron al pendiente de mi salud. Afortunadamente fui asintomático, es decir, a diferencia de otros pacientes no tuve complicaciones en mi salud. Eso no fue impedimento para que se me diera un servicio de alta calidad, monitoreo constante de signos vitales, alimentación y sobre todo la disposición mostrada por el personal hizo más amena mi estancia.

Desgraciadamente me tocó ver cómo más de una decena de personas ingresaron en el tiempo que estuve confinado, muestra de que el coronavirus no ha disminuido su presencia en la ciudad, algo que es preocupante, ya que está en la misma sociedad erradicar el problema y parece que a muchos no les importa ser parte de la solución. También hubo pacientes que se dieron de alta, algo que me motivó para ponerme optimista.

En redes sociales es fácil ver como muchas personas continúan con festejos, carnes asadas, reuniones, incluso hasta viajes a ciertas playas, actitudes que no abonan en nada para cambiar el panorama adverso, que lejos de mostrar una tendencia a la baja se vuelve todo lo contrario.

¿Qué debe suceder para hacer conciencia?, es una de las tantas interrogantes que me he hecho, al no bastar que ahora muchas de las víctimas tienen nombre de uno o varios conocidos, incluso familiares, pero aún así hay quienes se aferran en minimizar lo que ocurre y pretenden llevar una vida «normal» e ignorar todo tipo de indicaciones.

Puedo catalogarme como afortunado al solo haber tenido cuerpo cortado como síntoma, derivado del inicio de este padecimiento semanas atrás, pero hay otros hombres y mujeres que no corren con la misma suerte, pues terminan en un hospital con complicaciones respiratorias, que obliga en ciertos casos a los doctores a intubarlos y asistirse de respiradores artificiales, que a veces les ayudan a recuperar su salud, pero en otras no, según la intensidad del ataque del SARS-CoV-2.

Ojalá nunca tengan la necesidad de recurrir a la ayuda de especialistas, porque tengo fé de que se cuidarán y seguirán todas las indicaciones sanitarias para ser las excepciones en esa pandemia, pero en caso de contraer el virus les aconsejo atenderse de inmediato antes de que sea demasiado tarde.

Un reconocimiento para el doctor Agustín Ortega, los enfermeros Rosalía y Daniel Chavarría que son con los que más interacción tuve, siempre atentos y en la mejor disposición de contestar dudas y reaccionar a cualquier necesidad, además de un ejército de profesionales de la salud, que a pesar de lo incómodo que les resulta el portar trajes especiales de esos tipo astronauta, guantes, cubreboca, careta y cuanto utensilio los proteja para no contagiarse, aguantan sus jornadas laborales extenuantes, firmes en su compromiso de ayudar a quienes llegamos con temor de que nos pasará lo peor, pero gracias a su atención y palabras toda esta experiencia no fue tan dura y devastadora.