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En busca de la ciudadanización de la lectura

Por Imanol Caneyada/

“Búnker. Biblioteca popular” es un proyecto ciudadano  fundado por Natalia Rosales y Josué Gutiérrez con el que pretenden acabar con las barreras que las élites intelectuales han levantado entre la gente y el libro

Si de pronto se topan con un grupo de personas que se instala en el parque de su barrio con unas colchonetas, unas cobijas y un montón de libros; si estos sujetos se ponen a invitar a los niños para que se acerquen a leer, ¿a leer?, sí, a leer.

Si no les cobran nada ni les venden nada, solamente recomiendan libros a los plebes y dialogan sobre estos libros con ellos, no vayan a pensar que es una pandilla de locos.

Significa que el “Búnker. Biblioteca popular” ha llegado a su colonia y que por unas horas, los más pequeños podrán entrar en contacto con ese objeto que en México, nos dice Josué Guitérrez, uno de los fundadores del proyecto, ha sido secuestrado por las élites intelectuales.

Significa que las niñas y los niños podrán tirarse a gusto en las colchonetas y hojear con total libertad los ejemplares con que carga el Búnker, para que establezcan esa relación de gozo y diversión con el libro, algo que el sistema educativo mexicano no ha logrado.

A pesar de que hace apenas tres meses que el Búnker se lanzó a las calles, siempre a las colonias más marginadas de Hermosillo, el proyecto empezó como una idea, un sueño, hace ya algunos años.

Para ello, sus fundadores, Natalia Rosales y Josué Gutiérrez, tuvieron que viajar a Xalapa, Veracruz, a estudiar la maestría. El primero, en literaturas hispánicas; la segunda, en lingüística, concretamente en educación, en el área de lectoescritura.

Ahí, Natalia y Josué tuvieron la oportunidad de entrar en contacto con una realidad brutal, la de las escuelas rurales y, por ende, con la realidad de una educación pública que había caído en picada en las últimas décadas.

Corría el año de 2001, cuando la OCDE, en la famosa evaluación PISA, recuerda Josué, ubicó a México en el antepenúltimo lugar en lectoescritura. La otrora poderosa y admirada educación pública mexicana mostraba ya claros signos de fracaso.

Posteriormente, Natalia y Josué llegaron a Tucson a estudiar sendos doctorados en la Universidad de Arizona.

En el vecino estado de Arizona vivieron otra experiencia que contribuiría a fundar el Búnker: la discriminación, el racismo y la barrera idiomática que sufrían los emigrantes mexicanos.

BunkerLo paradójico es que esas mismas personas sufrían de racismo y discriminación en su propio país, lo que les impedía entrar en contacto con la lectura, un ejercicio que en México, reflexiona Josué, pasa forzosamente por la educación formal, lo que contribuye a hacer del libro un objeto inalcanzable, reservado para ciertos iniciados, encerrado en nichos sagrados.

La tercera experiencia que terminó de definir el proyecto fue su estadía en Houston, Texas, especialmente, su colaboración con la editorial bilingüe Arte Público Press.

Josué recuerda un evento que les abrió los ojos definitivamente. Las bibliotecas públicas en Estados Unidos están obligadas por ley a rematar parte de su acervo cada año a precios de saldo; además, tienen que tener forzosamente una sección en español.

En una de estas ventas masivas, Natalia y Josué comprobaron que familias enteras de emigrantes ilegales, que vivían en condiciones extremas en Houston, acudían al remate y compraban libros para sus hijos en inglés y español, a precios, claro, que no pasaban de un dólar.

Era el 2009 y Natalia y Josué, finalmente, se sentaban a darle forma al proyecto.

Lo primero que pensaron era que donde su sueño tendría verdadera validez sería en Hermosillo, su tierra natal. Así que regresaron a un estado, a un país que concentra el 60% de sus librerías en dos delegaciones de la Ciudad de México; a una tierra cuyas bibliotecas, en lugar de ser lugares confortables para la lectura, son espacios restrictivos, y más para los niños.

Pero sobre todo, a un país que había construido dos grandes barreras entre la gente y la lectura, reflexiona Josué; por un lado, la física, como ya se ilustró en el párrafo anterior, y por el otro, la simbólica, que hace del libro un objeto de culto para consumo de una élite económica e intelectual.

El Búnker tiene su sustento ideológico en el concepto de ciudadanización de la lectura; si el Estado y sus instituciones no han hecho la tarea, o no la han hecho totalmente, plantea Josué, entonces los ciudadanos tenemos que hacer nuestra parte.

Por lo consiguiente, el “Búnker. Biblioteca popular” no tiene fines de lucro.

Otro objetivo del programa es el acercamiento de los sectores más marginados a la cultura escrita, pues la palabra escrita nos vuelve más reflexivos, críticos y exigentes en tanto sociedad.

Ambos fundadores consideran que el ejercicio lector no está completo si no compartes lo leído; por ello, en el Búnker, los voluntarios invitan a los participantes a dialogar entre sí sobre lo leído para terminar de hacer suyo el libro.

El reciente éxito del Búnker en las Fiestas del Pitic y en las colonias en donde se han presentado, está definitivamente en los voluntarios que se han sumado al proyecto.

Son muy importantes, insiste Josué, son clave.

Diez voluntarios entre amas de casa, estudiantes y maestros de la Universidad de Sonora, además de su primer voluntario niño, de diez años, que los contactó a través de la página de Facebook.

Los fundadores esperan que pronto  sean 100 los niños voluntarios que colaboren en este proyecto.

Por lo pronto, mañana sábado 29 de junio parten para Punta Chueca, a llevar el Búnker a los niños y niñas comcáac, en el marco de “Los que viven en la arena. Semana cultural comcáac”.

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