DestacadaPrincipalesSEMANARIO

Ezequiel Burguete Farrera y Darío Maldonado Zambrano, ministro y juez: Humildes, austeros y dignos

Como hogar particular, Don Darío, esposa e hijos vivían, como las tortugas, en la planta baja de la vieja casona. 

 

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Este viernes 19 de diciembre se cumple el 1° centenario del nacimiento de Don Darío Maldonado Zambrano (1925-2025).

Se discute sobre la autonomía, la transparencia y la meritocracia en los Poderes Judiciales, sobre la justicia transicional o en la aplicación de la reforma a la Ley Federal del Trabajo, con motivo del vigente «2° piso de la 4° T.»

Déjenme compartirles un pasaje personal.

A fines de los 60s, todavía nuestra conciencia estaba contusa por el artero asesinato, un lustro antes, del Presidente John F. Kennedy, la asunción de Lyndon Johnson y la víspera del arribo de Richard M. Nixon.

En la República era presidente Gustavo Díaz Ordaz, sobrevendrá el 2 de octubre -«no se olvida»- de 1968 y el luctuoso desarrollo de los Juegos Olímpicos.

En el Estado, gobernaba Faustino Félix Serna, a un año de su agitada campaña, asunción y de la represión militar de la gesta estudiantil y popular en y de la Universidad de Sonora, el 17 de mayo 1967, que ¡no debe olvidarse!

Por recomendación de mi maestro y amigo, Lic. José Antonio García Ocampo, entonces respetado litigante, en noviembre de 1968 -recién titulado el 9 de mayo anterior-, ingresé al Juzgado Primero de Distrito del Poder Judicial Federal, como Secretario de Amparo Indirecto, cuyo titular era el Lic. Darío Maldonado Zambrano, oriundo del lejano Estado de Chiapas.

El Juzgado se había quedado sin personal profesional, pues fue el mes que la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación había creado —para desahogar su rezago de décadas y dividir sus competencias jurisdiccionales—, sendos Tribunales Colegiados y Unitarios de Circuito en la República. A Hermosillo le correspondió el 5° Circuito y dicho personal emigró al tribunal de Amparo Directo.

Dada la proverbial austeridad del Poder Judicial Federal, en sueldos y prestaciones, el juez percibía $5,000.00 mensuales (Cinco mil pesos) y los secretarios $3.500.00 mensuales (tres mil quinientos pesos). No se contaba con edificio propio. Se rentó una vieja casona, de dos plantas y un mediano patio, en la esquina de Dr. Noriega y Monterrey, con una frondosa ceiba, por la calle Monterrey, inmueble propiedad de una familia acomodada, de apellido Maldonado. Hoy forma parte de la enorme y sucia Casa Ley.

Como residencia particular, Don Darío, su esposa Catalina y sus hijos Amir Darío, Suemi Catalina, Omar Darío y Laura Catalina vivían, como las tortugas, en la planta baja de la casona. Sus paseos familiares eran a su cercano parque de El Mundito, en Jesús García y Monterrey.

Para mí fueron 4 años, al lado del legendario Juez, de un intenso aprendizaje, vivencias inolvidables de todo tipo y resultados judiciales, Acuerdos, Suspensiones Provisionales y Definitivas y Sentencias, que es lo que esperan los justiciables y sus abogados.

Renuncié el 15 de agosto de 1972, invitado para laborar en el Tribunal Colegiado y proseguí mi carrera docente en la Escuela de Derecho en la Universidad de Sonora, que inicié en marzo de 1969 hasta mi reciente retiro, en agosto de 2023.

En ese período conocí a Ministros Revisores en sus visitas anuales para escrutar, aleatoriamente, los libros de registro, cotejar las estadísticas y otorgar audiencia a los abogados litigantes sobre eventuales quejas y sugerencias.

Uno de esos Ministros fue el Lic. Ezequiel Burguete Farrera, también chiapaneco, seguramente padrino del Juez Darío. Éste, al terminar su visita oficial, por la noche lo invitó a cenar y me distinguió y extendió la cortesía. Pero no fue en los restaurantes de carne asada de postín —Merendero Colores, Jardines Campillo o El Rodeo—, sino en la modesta cocina-comedor de la improvisada vivienda familiar.

Brindamos con un aperitivo. Catalina, distinguida dama Navojoense y con los nervios naturales por atender a tan distinguido invitado cocinó, con el sazón que sólo nuestras mujeres nos deleitan y sirvió, unos ricos tamales de elote, frijoles refritos con tortillas de harina sobaqueras, café de talega y, de postre, coyotas del pueblo de Villa de Seris.

La sobremesa transcurrió en una íntima atmósfera con plática sobre temas judiciales. Pero uno de ellos fue los crecientes y arbitrarios operativos de la Policía Judicial Federal en el Estado, al mando —entre otros— del comandante Francisco Sahagún Baca y madrinas. Imagínense. Consignaciones de detenidos con evidentes signos de tortura y procesos penales por estupefacientes como mariguana y drogas heroicas como cocaína y la descomposición social y salud pública que origina, particularmente de la juventud sin escolaridad.

El Diario El Sonorense se pintaba de amarillo y se amplificaba en las radiodifusoras en cada escándalo de drogas, en el Pitic en crecimiento y en vías de desarrollo.

Lo que más me sorprendió fue la confesión del Ministro Burguete Farrera de que, para resolver con justicia y sobre todo con equidad la multitud de casos en la entonces Primera Sala y no depender su criterio de las pruebas periciales, un día decidió probar un cigarrillo de la cannabis índica.

Nuestro máximo Tribunal de Justicia le otorgó, póstumamente por su verticalidad, la preciada Presea al Mérito Judicial Ignacio L. Vallarta.

Ha pasado más de medio siglo.

La Corte impuso su nombre a la Casa de la Cultura Jurídica de Tapachula, Chiapas y la Secretaría de Educación Pública a una Escuela Secundaria Técnica en ese municipio.

Don Ezequiel y Don Darío reposan en paz.

El Poder Judicial de la Federación obtuvo, del Ejecutivo y del Legislativo, un envidiable presupuesto, consolidado en la reforma judicial zedillista de 1994.

La Suprema Corte cuenta con majestuosos edificios, sueldos cuya cuantía fueron un escándalo desde que lo denunció, en La Jornada, el 28 de julio de 2005, el Presidente del Seminario de Cultura Mexicana Arturo Azuela, nieto del novelista y autor de Los de abajo, Don Mariano Azuela, con quien vivió sus primeros 15 años y primo de nombre Mariano y que, casualmente, era Presidente de la Suprema Corte, ya jubilado.

Los magistrados de circuito y jueces de distrito ganaban también altos sueldos, prestaciones y una apetitosa jubilación. Ya no residen en una parte de las casas que rentaba la Corte en los 50s y 60s, sino en zonas residenciales de alto valor.

Queda, para el juicio de la Historia, si fue correcta o incorrecta para encontrar la VERDAD y la JUSTICIA, la reforma al Poder Judicial Federal implementada en este año de 2025, que termina a fines de este mes.

¿Asumieron, con honrada medianía juarista, los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, los magistrados y jueces federales, el elocuente y estridente mensaje de los nuevos tiempos electorales y se sumarán a la anunciada cuarta transformación jurisdiccional de la vida pública y ética de México?