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Irrumpe el llanto de los niños migrantes; colapso en puerta para Sonora

Por Rigo Gutiérrez E./

Los más de 40 grados centígrados y el aire caliente como susurro, rinde poco a poco a todo el que llega Altar, Sonora. Por ambos lados de la carretera que parte al poblado, hay esparcidos más de 15 hoteles y 50 casas de huéspedes. Rodeando la plazuela, frente a la iglesia del pueblo, está instalado un tianguis permanente donde son exhibidos mochilas, calcetas, gorras, zapatos, cantimploras, todo lo indispensable como para atravesar el desierto. Este es el punto sin retorno para quienes buscan emigrar a Estados Unidos ‘sin papeles’ ya sea por primera, segunda o hasta tercera vez, siempre regresan aquí, a desafiar esta ruta infernal.

A 98 kilómetros de Sásabe —en la línea fronteriza—, Altar se ha convertido en la última década en una comunidad destino y tránsito de migrantes, en esta época del año, el 85 por ciento son centroamericanos. Se arriesgan contratando a un ‘pollero’ —traficante de personas— que por tres mil dólares, les promete dejarlos al otro lado. Pero no todos corren con suerte, los niños siempre resultan ser los más vulnerables.

Tan sólo este año, según reveló la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (USCBP), a lo largo de la frontera fueron detenidos 34,611 menores no acompañados de origen centroamericano, un incremento que ha escalado drásticamente si se compara con el año pasado cuando se registraron 20,805, y el anterior a ese con 10,146 infantes.

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Estadística presentada por el Observatorio de Legislación y Política Migratoria del Colegio de la Frontera Norte, con base en los registros de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU.

Niños en las fauces del desierto de Sonora

En este contexto, el pasado 12 de mayo, la oficina de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) declaró la alerta nivel IV —el más alto del Departamento de Seguridad Nacional de ese país—, por la crisis en la frontera con menores solitarios. Fueron rebasados en su capacidad al no poder brindar atención a los miles que llegaron a los distintos refugios gubernamentales.

Y es que según indican las leyes de los vecinos del norte, los menores centroamericanos después de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza, son enviados con personal de Oficina de Refugiados de EE.UU. (ORR) antes de 72 horas y en estos albergues permanecen un máximo de 35 días, en lo que son enviados a su país de origen.

Padre Prisciliano Peraza, responsable del albergue del migrante en Altar, muestra un crucifijo elaborado con tiras que contienen datos de migrantes muertos.
Padre Prisciliano Peraza, responsable del albergue del migrante en Altar.

Pero mientras el burocratismo norteamericano envuelve a estos pequeños, el Padre Prisciliano Peraza, desde su Centro Comunitario de Atención al Migrante y Necesitado de Altar, observa cómo la crisis humanitaria no termina ahí.

“En los últimos años estos niños vienen de su lugar de origen porque si se quedan ahí: o mueren o son reclutados por las Maras, por ejemplo. Son rehenes de grupos delictivos que están ahí en su país. Como una última esperanza de que vivan en otra parte, su familia los hacen que salgan de su casa o los traen, para asegurarles al menos la vida”, señala en entrevista realizada al interior del albergue.

De acuerdo a información recabada en este Centro en sus casi nueve años de trabajo, se estima que llegan alrededor de 900 personas diarias a Altar, de las cuales un 40 por ciento son menores de 18 años.

“Los engañan —los polleros— diciendo que van a ser tres horas, pero realmente con cinco días de camino apenas podrán llegar a poblados. En un día pueden caminar 60 kilómetros a lo mucho”, explica el Padre Prisciliano mientras muestra un mapa de Arizona salpicado de puntos rojos, evidenciando las muertes en el trayecto.

Pero reitera, los más vulnerables y expuestos a todos los salvajismos de la migración, son las mujeres y los infantes. “Para darnos una idea, ha habido días en que llegan niños deportados hasta 600 por día, es una cantidad grandísima que están deportando. Nogales ha sido la puerta número uno en deportación. El sistema que lo recibe de este lado en Sonora, con el programa DIF, desgraciadamente se ve muy rebasado”.

Nogales al borde del colapso

Aunque buena parte de los chicos en proceso de deportación son centroamericanos, los nacionales diariamente son expulsados. En lo que va del año, la Patrulla Fronteriza ha detenido a 11,577 menores no acompañados.

La oficina del Instituto Nacional de Migración es la encargada de recibirlos. En Nogales está justo a unos metros de la garita del Centro. Desde ahí se pueden observar las filas de autos de turistas esperando ingresar con ‘visa’ en mano a territorio estadounidense, desde ahí también se ve la infinita valla metálica separando a los países.

En lo que va del año, este despacho ha recibido a 851 niños mexicanos deportados por EE.UU. —revela un oficial de INM quien solicitó reservar su nombre—. Pero aquí también llegan pequeños centroamericanos que son detenidos por la Patrulla Fronteriza.

Es el caso de dos niñas guatemaltecas menores de 13 años que aguardan en estas oficinas. Recién acaban de llegar y si su situación no se resuelve en un plazo de 24 horas, les buscarán asilo en “Camino a Casa”, albergue temporal de DIF en esa ciudad. Ahí permanecerán en lo que el Gobierno las regresa a su país de origen.

En lo que va del año más de 851 niños han sido deportados por Nogales. Algunos son remitidos a este albergue del DIF Sonora que se ve rebasado.
En lo que va del año más de 851 niños han sido deportados por Nogales. Algunos son remitidos a este albergue del DIF Sonora que se ve rebasado.

Otro de los oficiales migratorios ahí presentes, sigue de cerca el caso de estas niñas. Narra que ellas llegaron hasta la frontera con ayuda de un tío, pretendiendo cruzar para reunirse con sus papás —están en Estados Unidos—. Una vez llegando a Nogales, el tío las presentó con un ‘pollero’ y se regresó a su país. Recuerda cómo antes eran acompañados por sus padres o familiares, ahora prácticamente viajan solos y es más común que terminen desorientados.

Durante la semana pasada el mismo INM había enviado a la ciudad de México a ocho niños guatemaltecos —de diferentes edades—, de ahí serían trasladados a su país.

Todos son responsables de crisis humanitaria

Con cada amanecer en Nogales, decenas de personas abarrotan la banqueta del Centro de Atención a Migrante esperando por un humeante desayuno. Desde ahí, Samuel ve el ajetreo en la Garita Mariposa, anhelando cruzar. Lo deportaron. En sus manos sostiene un sobre con sellos del INM, si lo presenta en una central de autobús le harán un descuento, platica alegre. Sin embargo, confiesa, no se quedará en Nogales, se aventurará de nuevo por el Sásabe al igual que Ángel, otro joven centroamericano de apenas 20 años y que impaciente, espera entrar al comedor.

El Padre Ricardo Machuca, dirige en México “Iniciativa Kino para la Frontera”, grupo de voluntarios que mantienen un comedor para migrantes.
El Padre Ricardo Machuca, dirige en México “Iniciativa Kino para la Frontera”, grupo de voluntarios que mantienen un comedor para migrantes.

El Padre jesuita, Ricardo Machuca, dirige el programa de Kino Border Initiative, operador de este centro. Mientras habla con Primera Plana, alrededor un ejército de voluntarios atiende uno a uno a los migrantes que llegan. Por lo regular aquí no se ven menores y en veces los que llegan son porque van en tránsito.

El padre Machuca ha seguido de cerca la denominada crisis humanitaria que se vive en la frontera y de acuerdo a su experiencia, por las entrevistas con papás o hermanos centroamericanos, la principal causa está en la delincuencia organizada.

“Allá es una pobreza extrema, combinada con una violencia extrema, y con una delincuencia que cada vez se va haciendo más aguda, y no les queda más alternativa que salir la familia o enviar a sus hijos”, apunta. “Dicen que tienen la preferencia de que los hijos salgan a que los toquen las mafias para que trabajen con ellos”.

Anteriormente los menores detenidos por la Patrulla Fronteriza tenían dos alternativas: si contaban con un familiar dentro de EE.UU. lo podían canalizar mientras se hacía su proceso (piden asilo o refugio); por otro lado se analizan convenios con los gobiernos para deportaciones, aunque en este último caso, el padre Machuca lo ve con preocupación.

“Cómo vas a deportar a un niño, aunque tenga sus parientes allá, si están en viviendo una crisis de violencia que no pueden estar, cuál es el bien mayor del niño y la gran pregunta es esa ¿qué tanto tiene que ver que Estados Unidos propicie esas causas y ahora también cómo las soluciona?”, remata.

Arizona, el estado más antimigrante —su legislación es totalmente en contra— de la frontera hace años fijó su postura y el costo se sigue pagando pasivamente de este lado.

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