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José Ramón: historia de un ferrocarrilero de Empalme

“Empalme era prácticamente donde estaba la estación mayor del tren y la base de operaciones de la empresa, por lo que la mayoría de los habitantes trabajaba para Ferrocarriles”

 

Por Javier Flores

Con una tradición familiar de ferrocarrileros, el señor José Ramón García platicó orgulloso cómo trabajó por más de

José Ramón García Valenzuela, Ferrocarrilero de corazón, un trabajo que le ayudó a sacar adelante a toda su familia.

20 años como mecánico de estas máquinas en el municipio de Empalme, Sonora, comenzando desde abajo, hasta agarrar base y terminar jubilándose en esta empresa. Su vida es una historia digna de contarse porque es parte del desarrollo que tuvo todo el país con ayuda de los trenes.

El próximo sábado siete de noviembre se conmemora oficialmente el día del ferrocarrilero, fecha importante en la que se busca honrar a todos los que fueron y son trabajadores ferroviarios en el país; reconociéndoles su gran labor y servicio diario en el traslado de pasajeros y de carga, el medio de transporte que revolucionó al mundo y que vino a marcar un antes y un después tras su llegada a México a finales del Siglo XIX.

Por esto, Primera Plana tuvo la oportunidad de platicar con José Ramón García Valenzuela, quien trabajó por más de 20 años en Ferrocarril del Pacífico, desempeñándose como mecánico en la estación de Empalme, Sonora, y que además proviene de una familia ferrocarrilera, pues su padre, dos hermanos y dos hermanas, trabajaron en distintas áreas en ferrocarriles.

“Digamos que provengo de una familia ferrocarrilera, mi papá, Francisco G. García, llegó a ser maquinista de caminos y mi hermano mayor, Rubén, trabajó en las oficinas. También mi hermano Fausto la hizo de garrotero, y mis hermanas Alicia y Elsa trabajaron en la Cooperativa Única Ferrocarrilera”.

Para Ramón, el haber trabajado en Ferrocarril del Pacífico, es algo que le llena de orgullo y cada vez que recuerda aquellas bonitas experiencias que vivió al lado de su familia y compañeros lo llena de nostalgia: “Fue algo muy suave, si tuviera la oportunidad de volver a trabajar no lo pensaría dos veces”.

A sus 78 años de edad, aún recuerda con gran lucidez la primera vez que viajó en tren aun siendo un niño, que por cierto, lo hizo en una de los últimos trenes que funcionaron a vapor en México, ya que en 1957 se empezó a utilizar las primeras máquinas de diésel, al menos en la corrida que iba de Guadalajara a Nogales.

“La primera máquina que llegó a Guaymas se apodaban ‘La Mocha’. Yo cuando entré a trabajar ya no me tocaron ese tipo de trenes pero recuerdo que alguna vez me subí de niño en una. Eras máquinas muy especiales y las red de líneas no eran tan rectas como ahora porque las ponían donde pasaban veneros de agua para recargar los ténder”.

Detalló que fue a partir de la llegada de las primeras máquinas a diésel que la empresa del ferrocarril, que en aquel

Rubén y Fausto García, Hermanos de José Ramón también fueron ferrocarrileros, uno como “garrotero” y otro en las oficinas.

entonces era administrada por estadounidenses, tuvo que hacer una inversión millonaria para instalar una nueva red de vías, debido a que los rieles de los nuevos trenes eran de diferente tamaño.

“Fue una inversión grande, se vinieron trabajando desde Guadalajara hasta llegar a Nogales cambiando las vías”, indicó.

Más de 20 años de labor ferrocarrilera

En aquellos años, contó, que Empalme era prácticamente donde estaba la estación mayor del tren y la base de operaciones de la empresa, por lo que la mayoría de los habitantes trabajaba para Ferrocarriles, en algunas de sus cinco áreas.

Ramón narró que a él se le presentó la oportunidad de conseguir la planta en el área de Fuerza Motriz, puesto que se ganó con el sudor de su frente, pues duró al menos tres años como ayudante en lo que ellos llamaban “La Puerta”.

“Había mucho trabajo pero la mayoría de nosotros estábamos en La Puerta, así le decíamos al área donde se juntaban todos los trabajadores eventuales, que así como nos podían poner a barrer, también habías otros días que le hacíamos de chalan con los mecánicos, de los carpinteros, de los herreros, lo que sea”, dijo Ramón mientras soltaba la carcajada.

Incluso, mencionó que había semanas que no salía nada de trabajo, así que la pasaban “pateando el bote” mientras se les ofrecía a los jefes y mayordomos ayuda. Era hasta entonces cuando ellos entraban en acción.

“Empalme es una familia grande, allí rápido se sabe quién es bueno para el trabajo, quien hace más horas extras, se sabía todo. Con el paso del tiempo fui agarrando mucha experiencia y se abrió la oportunidad de agarrar base en Fuerza Motriz y allí me quedé por 20 años hasta que me jubilaron”.

El compañerismo y la convivencia, el madrugar de todos los días, la oportunidad de desarrollarse como persona laborando en varias áreas de la empresa, es lo que más extraña de su trabajo, labor que tuvo que dejar muy joven a causa de problemas de hipertensión.

“Me pensioné y jubilé como a los 56 años por un problema de hipertensión. Los doctores me aconsejaron que dejara de trabajar porque el área donde laboraba era muy pesado y se tenía que hacer mucha fuerza física. Me pudo mucho”, lamentó.

“Ya no es como antes”

Para Ramón, los buenos tiempos del trabajo en el ferrocarril ya pasaron y muchas cosas han cambiado hoy en día: “para empezar, la estación, los talleres y las oficinas principales ya no están en Empalme. A nosotros nos tocaron los buenos tiempos y gracias a este noble trabajo pude sacar adelante a mi familia, a mis tres hijas: Alma, Heidy y Dulce, todas ya son profesionistas, gracias a Dios”.

Platicó que la vida en el ferrocarril ya no es como antes, ya no se trasladan pasajeros por las vías del tren, solo maquinaria, químicos, material para las maquiladoras o productos que se exportan, lo demás quedó en el pasado.

“Ahorita el Ferrocarril del Pacífico ya es lo que se conoce como Ferromex, y está al servicio de las minas de Grupo México, y creo que le trabaja también nomas a la Ford. Pero ya no hay trenes en Sonora que trasladen pasajeros, cuando antes las corridas eran hasta Guadalajara”, dijo.

A un día de la festividad del ferrocarrilero, José Ramón García recuerda con gran cariño y nostalgia a sus hermanos y compañeros que han partido y que compartieron las mejores vivencias de su vida trabajando en los trenes, y a quienes llevará siempre en su corazón.