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La violencia en la posmodernidad

A pesar de tantas investigaciones, la cultura moderna tiene poco que decir sobre el mal. Tal vez, porque el individuo posmoderno carece de la profundidad que requiere la verdadera explicación

Por Rosa Chávez Cárdenas

Vivimos tiempos de violencia, terrorismo, delincuencia, crímenes de odio, racismo, fanatismo, no solo en México, sino en todo el mundo. Parece que no nos civilizamos y seguimos tan salvajes, las situaciones reales parecen películas de terror. Hace cuatro años el homicidio de un niño de seis años, nos conmovió a todos los mexicanos, no entendíamos la razón de semejante maldad, el crimen despertó la indignación popular. Recuerdo me pidieron opinión como psicóloga en los medios de comunicación. El crimen sucedió en un barrio de Chihuahua, lo sorprendente del caso que fue perpetrado por otros niños de 11 y 13 años; lo torturaron, secuestraron y asesinaron, lo amarraron y atravesaron con una vara en el cuello, cuando el niño cayó al suelo le arrojaron piedras, le encajaron una navaja en la espalda y una vez sin vida lo arrastraron hasta el lugar en donde depositaron el cuerpo. Muchas preguntas sin respuesta, consideraron la acción de malvada, fuera del alcance de todo entendimiento, el debate se centró en el castigo, si los niños ingresarían a la cárcel, no era opción. Los centros de retención no rehabilitan, por el contrario, aprenden a ser criminales en potencia. El juicio en las redes sociales fue sorprendente, la mayoría pedía el ojo por ojo, otros apegados a la religión afirmaban que estaban poseídos por el demonio, los llamaron engendros del mal. Los niños normalmente no forman parte del juego social, su conciencia moral está en desarrollo, son inocentes en la mayoría de sus acciones. El mal se aprende, se concibe como algo carente de causa o como algo que es su propia causa. Hay quienes creen en la malignidad de una raza y además se comparte en los genes. Lo cual no se ha demostrado en estudios científicos; hoy vemos con sorpresa como jóvenes terroristas en Estados Unidos, Francia, España, Inglaterra, entran a una escuela, una iglesia, cualquier lugar en donde se agrupan personas y matan a inocentes. Hace un mes, un terrorista llevó a cabo el tiroteo en una plaza en Texas, el joven en apoyo al odio racial a los mexicanos del presidente Trump, asesinó a 22 y dejó 24 heridos. Además de la violencia, el terrorismo nos alcanzó, hace unos días nos indignamos del ataque en un bar en Coatzacoalcos, Veracruz. Delincuentes asesinaron a 30 personas, lanzaron bombas molotov y finalmente lo incendiaron. No creemos que nadie en su juicio se atreva a cometer un acto de tanta maldad, pensamos que los terroristas están realmente psicóticos. El problema de tal aseveración al decir que están realmente locos, es afirmar que ignoran lo que están haciendo y son moralmente inocentes. Entonces el acto se justifica y se les debe proporcionar atención psiquiátrica. Otros afirman que están poseídos por el diablo, un invasor que se apoderó de su conciencia de manera que necesitan un exorcismo, entonces también se justifica. El mal entonces constituye por lo general una manera drástica de poner fin a los debates. El pensamiento moral no es una alternativa al pensamiento político. Para Aristóteles el pensamiento moral forma parte del pensamiento político y la ética toma en consideración las cuestiones de valor, la virtud, las cualidades, la naturaleza de la conducta humana y otros aspectos. Mientras que la política se ocupa de las instituciones, la moral no se ciñe exclusivamente a la vida personal, aplica en todo. Definir el terrorismo como un mal es exacerbar los problemas y convertirlos en la barbarie que se pretende combatir. A pesar de tantas investigaciones, la cultura moderna tiene poco que decir sobre el mal. Tal vez, porque el individuo posmoderno carece de la profundidad que requiere la verdadera explicación. El mal gira íntegramente en torno a la mente, tanto de quién hace el mal como de aquellos a quienes aniquila. Para Freud el psicoanálisis es la ciencia del descontento humano, pero también lo es la teología, desde ambas perspectivas se entiende que el ser humano nace enfermo y que tiene que buscar la redención. De manera que la felicidad no es algo que esté fuera de nuestro alcance, lo que si nos exige es una recomposición de los traumas en nosotros mismos, el término cristiano es la conversión de las almas.

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