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Las viudas de Salvador Allende

Desatendió y despreció, las instituciones del Estado, las cuales promediando 1973, se pronunciaron todas de manera oficial y expresa la ilegalidad, inconstitucionalidad e ilegitimidad del ejercicio de su investidura

Por Dr. Jorge Ballesteros

Toda la izquierda recuerda con lágrimas de cocodrilo, el 50 aniversario de la caída y muerte del dictador Salvador Allende de Chile.

Durante años la izquierda y los medios hegemónicos han creado un mito de este dictador fallido, y han satanizado el levantamiento del pueblo chileno para salvarse del comunismo, así como del Generalísimo Augusto Pinochet Ugarte, verdadero héroe en este acontecimiento que rescató a Chile de una dictadura que lo hubiera sumergido en la esclavitud, miseria y desgracia que sufren todos los pueblos que caen en estos regímenes como Cuba y Venezuela.

Nicolás Márquez escribió un magnífico libro que rompe toda esta mascarada de elogios y loas a este títere de Cuba, como demócrata, mártir del socialismo, asesinado por el ejército de Pinochet, etc., etc.

“En esta obra, Nicolás Márquez repara y cuestiona la exaltación que, tanto en Chile como en el exterior, se ha hecho de un sujeto cuya verdadera acción política ha sido ocultada o falseada. Estamos hablando de Salvador Allende, quien gobernó Chile entre 1970-1973. Es decir, de aquel dictador abnegado del genocida Stalin, que al amparo y subvención del totalitarismo soviético más la ayuda permanente de las legiones terroristas nativas y cubanas, impuso a sangre y fuego un criminal despotismo.

No sin la observación permanente del tirano Fidel Castro, Allende avaló y/o promovió sistemáticamente el crimen político. Persiguió a la prensa libre. Encarceló a los opositores. Instaló el robo/decomiso masivo de empresas, haciendas e inmuebles. Promovió el adoctrinamiento marxista en la educación de los niños.

Desconoció y despreció todas las instituciones del Estado, lo que terminó por determinar de manera oficial y expresa la ilegalidad de su régimen. Todo ello sin contar las hambrunas y carestías generalizadas que engendró su empobrecedora gestión.

Salvador Allende Gossens era judío por parte de su madre y fue miembro activo de la masonería, así como su abuelo Ramón Allende Padín, apodado el rojo, radical y gran maestro de la masonería, su padre Salvador Allende Castro fue Serenísimo, Gran Maestre de la logia de Chile y perteneció igualmente al partido radical.

En este libro, el lector no va a encontrar en Allende al simpatizante benefactor pregonado por sus reverentes, sino todo lo que verdaderamente fue: un dictador que con métodos criminales llevó a Chile al ostracismo y la postración, y que, ante el hastío popular y la adversidad, en lugar de enfrentar con varonilidad la situación, terminó por pegarse un tiro, escapando de sí mismo y de la tremenda responsabilidad política y moral por el terrible daño infligido a su país.

Durante años los rojos y progres de todo el mundo, han cacareado que Allende fue un mártir del socialismo, asesinado por el ejército del dictador Pinochet, pero la verdad surge de estas mentiras al develarse que se suicidó cobardemente en la toma del Palacio de la Moneda, las fotos muestran a un Salvador Allende con un casco militar y una metralleta AK-47 regalada por Fidel Castro con la cual Allende se habría suicidado.

La dictadura comunista de Salvador Allende, una obra que sin duda pondrá en entredicho y en jaque las numerosas mentiras que impone la caricatura imperante en boga”.

Devoto confeso del genocida Stalin, Salvador Allende gobernó Chile en el período 1970-1973 (llegó al poder con tan sólo el 36% de los votos, pero para lograr el triunfo gozó de una oposición dividida). Y bajo el amparo y subsidio del totalitarismo soviético, más el auxilio permanente de legiones terroristas autóctonas y cubanas, al asumir impuso a sangre y fuego un despotismo en donde el crimen político de la mano de sus guerrillas era moneda corriente. Impulsó la persecución a la prensa libre. Encarceló opositores. Instaló el robo/confiscación masiva de empresas, fundos e inmuebles. Promovió el adoctrinamiento marxista en la enseñanza infantil.

El descontento general cundía progresivamente y las manifestaciones contra el régimen se fueron tornando multitudinarias. La dictadura perdió asimismo las elecciones de medio término (a pesar del gigantesco fraude efectuado que denunció y luego comprobó la Cámara de Diputados).

Allende desatendió y despreció, además, las instituciones del Estado, las cuales promediando 1973 (el Congreso, la Contraloría General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia al unísono) se pronunciaron todas y cada una de ellas determinando de manera oficial y expresa la ilegalidad, inconstitucionalidad e ilegitimidad del ejercicio de su investidura, fijando entonces que el propio Allende era ya una suerte de invasor, un asaltante, un verdadero intruso en el Poder Ejecutivo chileno y que por ende estaba usurpando un status que ya no le correspondía: urgía entonces impulsar la inmediata destitución de quien accedió al poder por una vía legal pero que lo ejerció de modo manifiestamente ilegal.

Arrinconado por las fuerzas vivas chilenas, el dictador Allende se encontraba en el lugar político más incómodo de su vida. El hartazgo popular era apabullante y sólo las milicias guerrilleras (calculadas entre 10 y 20 mil elementos armados según las distintas fuentes), más un puñado de adherentes dispersos, seguían consintiendo a la tambaleante dictadura de la Unidad Popular (este último era el nombre de la coalición gobernante que encabezaba Allende).

Nadie del “pueblo” (al que tanto adulaba en sus demagógicos discursos a pesar de gobernar siempre en minoría) ni sus guerrillas salieron en su rescate cuando se produjo el pronunciamiento militar en la histórica mañana del 11 de septiembre de 1973, el cual tras varias advertencias de rendición, no tuvo mayor remedio que atacar el Palacio de Gobierno (La Casa de la Moneda) en el afán de ponerle fin a esta triste y sangrienta aventura castro-comunista.

En el medio de ese transcurrir, probablemente Allende, sintiéndose más sólo que nunca ante la inmovilidad guerrillera y el silencio de los pocos acólitos que le quedaban, escapó de sí mismo pegándose un tiro en el mentón en uno de los despachos del edificio gubernamental, tras presionar el gatillo de un fusil soviético AK-47 que le había regalado su amigo y colega Fidel Castro, huyendo así de la tremenda responsabilidad política y moral que le cabía por el terrible daño infligido a su país: tras su gestión Chile era junto con Haití el país más rezagado y pobre del continente.

Hoy se libra una contienda sin cuartel ante la agresión cultural de cuño progresista que se manifiesta a escala global, y uno de los tantos frentes de batalla presentados es la disputa por el pasado.

En efecto, con el insistente aforismo de “mantener viva la memoria” la izquierda se apoderó del relato adulterando todo lo supuestamente acontecido, ocultando sus miserias, inventándose a sí misma grandezas y satanizando a sus enemigos con una agobiante campaña propagandística.

Con este consecuente ardid mantenido por espacio de décadas, han conseguido que las sucesivas generaciones engañadas sufraguen a favor del regreso de ideas que ya fracasaron o de “herederos” de supuestos héroes (verdaderos gigantes de cartón), a los cuales se les imaginaron epopeyas o atributos de fantasía. Huelga destacar que la izquierda no le puede mostrar al público ni un solo ejemplo de gobierno exitoso tanto sea en el Siglo XX como en el XXI. Luego, ante tan dificultosa situación argumentativa, esta resolvió fabricar hazañas e inventar próceres de utilería con el fin de sembrar fascinación en las nuevas camadas generacionales.

Los embustes y pretensiones de la nueva izquierda, la cual ya no se presenta bajo el símbolo temible de la hoz y el martillo y su consiguiente discurso de odio de inspiración clasista, sino que ahora se disfraza con un sonriente ropaje “inclusivo”, “ecológico”, “multicultural”, “diverso” y nos cuenta con hegemónica prepotencia un pasado que no fue.

La nueva izquierda (que no perdió su carácter internacionalista) viene llevando a cabo una embestida global con las falsedades edificadas en torno a quien después del Che Guevara, quizás haya sido el fetiche histórico más exitoso de los enemigos del progreso y la prosperidad.

 Justamente, un engaño publicitario mantenido durante décadas indujo a las nuevas generaciones del continente a sufragar por vetustas opciones que ya gobernaron y naufragaron miserablemente, por lo tanto, no debe sorprendernos que hoy Chile, vuelva a encontrarse con la drástica disyuntiva de medio Siglo atrás: “Comunismo o Libertad”.