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Operadores del voto, verdaderos protagonistas de los comicios

Por Imanol Caneyada/

Trabajan en la sombra, nunca salen en la foto, pero son ellos quienes hacen ganar o perder a un candidato; su conocimiento de la psicología y de las necesidades del votante de clase media baja y baja y sus estrategias determinan los resultados

No son los encantos del candidato o la candidata. No es su propuesta ni sus proyectos. Tampoco los millones de pesos que destinan a la publicidad, sea tradicional o virtual, la cual está dirigida a ese aproximadamente 30% del padrón electoral de clase media alta y alta que vota de forma independiente. Quienes realmente hacen ganar la elección a un candidato, sea a diputado, alcalde o gobernador, son los operadores del voto, expertos electorales que trabajan en la sombra, cuyo nombre y foto nunca aparecen en los periódicos, que son muchas veces negados por los propios candidatos para no comprometerse.

Auténticos conocedores de la psicología del mexicano de clase media baja y baja y, sobre todo, de sus apremiantes necesidades cotidianas, los operadores del voto son tan decisivos en unos comicios que sin ellos el abstencionismo o los resultados electorales serían imprevisibles.

Primera Plana tuvo oportunidad de charlar con una mujer que hace años trabaja como operadora de elecciones; lo ha hecho para candidatos panistas y priistas, únicos partidos en Sonora que pueden permitirse el lujo de desplegar los equipos y los recursos que requiere esta clase de intervención. En lugares como Zacatecas, Guerrero o el Distrito Federal, el PRD también lo hace.

El nombre de quien nos da el testimonio, por razones obvias, no será revelado.

Estas prácticas, nos dice la operadora política, se aplican de igual forma en una elección a gobernador que a alcalde o a diputado, lo que cambia es la escala y la magnitud.

No se trata, como cree la mayoría de la gente, de llegar a repartir despensas o pantallas de plasma sin ton ni son; en primer lugar, porque todos los partidos lo hacen, y en segundo, porque no tendría ningún efecto; tampoco es una cuestión de ir de casa en casa repartiendo dinero, no habría efectivo que alcance.

Se trata de una refinada estrategia aplicada por gente con un gran conocimiento de la ciudad, el distrito o el estado entero, que desde la misma precampaña estudia las tendencias del voto en cada seccional de la elección anterior, hace un diagnóstico y planea una estrategia.

El primer paso es posicionar al candidato o la candidata. Que lo conozcan en todas partes. Pero esto no es suficiente, que lo identifiquen no significa que vayan a votar por él. Al mismo tiempo se hace un análisis del padrón electoral y de los resultados de los comicios anteriores.

El municipio, el estado o el distrito, dependiendo de a qué aspira el candidato, se divide en zonas, distritos y seccionales.

Después se detectan los seccionales con mayor cantidad de empadronados, es decir, de posibles votantes, y se desechan aquellos que tienen una lista nominal baja, pues no inciden en el resultado.

Hay una refinada estrategia aplicada por gente con un gran conocimiento de la ciudad. Hace un diagnóstico y trazan todo un plan.
Hay una refinada estrategia aplicada por gente con un gran conocimiento de la ciudad. Hace un diagnóstico y trazan todo un plan.

El siguiente paso es distinguir los seccionales habitados por clases medias altas y altas (profesionistas, empresarios, académicos), cuyo voto no es susceptible de comprarse. Dependiendo del lugar suele ser de un 20 a un 30% del padrón. También se desechan. Estos electores emitirán su sufragio a partir de un razonamiento personal; a ellos está dirigida la publicidad, los debates y las campañas negras.

Una vez que se tienen delimitadas las áreas donde trabajarán los operadores del voto en función del alto número de empadronados y de su baja condición socioeconómica, se estudia el comportamiento de los seccionales en los dos o tres últimos comicios, con el objeto de distinguir aquéllos en los que mayoritariamente han votado siempre por el mismo partido (lo que se llama el voto duro) y aquéllos en los que las elecciones han sido muy cerradas.

La intensidad del trabajo varía dependiendo de lo anterior.

Líderes sociales, la clave

El o la líder social es una figura de la política mexicana producto de la pobreza y la miseria. Son aquellos individuos que trabajan en su colonia o en su calle ayudando a los vecinos a conseguir medicamentos gratis, becas escolares, material para construcción, o sacándolos de algún apuro legal o administrativo gracias a sus contactos con el poder.

La verdadera ciencia de los operadores políticos está en detectar a estos líderes y, llanamente, comprarlos, nos dice la fuente consultada.

Previo a ello, hay todo un despliegue de colaboradores (pagados) que van casa por casa estudiando las preferencias electorales, pero todo ello se puede revertir si se da con el o la líder del lugar.

Ellos tienen un capital político de 50, 100, 150 o 200 votos, depende, que lo ponen a la venta cuando se acercan las elecciones. En la actualidad carecen de filiaciones con ningún partido; simplemente están al servicio del candidato que les llegue al precio.

A veces, son comprados por el candidato a diputado de un partido y el candidato a alcalde de otro, de forma que en ese seccional habrá un voto cruzado que no tiene que ver, como muchos analistas piensan, con el razonamiento del escrutinio, sino con el clientelismo ocasional.

El costo de un líder social varía de entre 10 y 20 mil pesos, dependiendo de su capital votante. Una vez que el líder social se ha comprometido con un candidato, entonces éste, para asegurar la elección, debe prometer ciertos beneficios a la colonia o calle y reforzar la intención del voto con despensas, aunque la tendencia en la actualidad son los electrodomésticos.

Es decir, nos aclara la operadora, lo que se compra es al líder social, las despensas, las promesas, los programas sociales de gobierno, las dádivas en general son para sostener las lealtades, ya que los demás partidos también llegan a regalar cualquier cantidad de cosas.

A veces, el operador de otro candidato puede ganarte a un líder social que ya había trabajado con determinado partido, confiesa la entrevistada.

Cuando el candidato o candidata programa una visita a esa colonia o ese barrio, los operadores del voto son muy importantes para suministrar al aspirante los datos necesarios y los comportamientos adecuados (no llegar con un carro de lujo, por ejemplo) y lograr la aceptación del electorado.

El día D

El día de la elección, el operador del voto que coordina toda la estrategia convoca a sus colaboradores que, de forma piramidal, están distribuidos en zonas, distritos y seccionales. Debe ser muy temprano, cinco o seis de la mañana, incluso antes, pues en ese momento sabes quién ha renunciado o no responderá al reto; es necesario tener un plan B, un sustituto que conozca el campo de acción, explica la mujer.

En ese momento se les da toda la información concerniente al día de la elección: ubicación de casillas, puntos de reunión, etcétera.

Para las siete de la mañana a más tardar, los operadores del voto deben haber trasladado a los votantes y a sus líderes a los domicilios señalados como centros de reunión. Estas casas suelen estar cerca de la casilla. Ahí se les ofrece un desayuno y se les recuerda por quién deben votar. En ocasiones, estos centros de reunión son detectados por el equipo del candidato contrario y envían gente para que los reviente, es cuando se dan conatos de violencia que rara vez inciden en los comicios, ya que son catalogados como hechos aislados.

Antes de las ocho de la mañana deben estar formados ante la casilla y, de preferencia, ser los primeros en la fila. Esto obedece a dos estrategias: una, para influir en las encuestas de salida; si el candidato toma la delantera en estos monitoreos, desmoraliza a los votantes del candidato rival. Y dos, si no acuden los funcionarios de casilla, éstos son elegidos entre los primeros votantes de la fila, de forma que estás asegurando que gente afín al candidato para el que operas asuma los puestos de presidente, secretario, vocal, etc.

A veces, incluso, se le llega a pagar un dinero al funcionario de casilla titular para que no acuda el día de la elección y copar con simpatizantes las casillas.

Después de ello viene una tensa calma. Los operadores políticos acostumbran a votar entre dos y cuatro de la tarde, ya que posteriormente, tendrán que atender el cierre de las casillas. Merodean los lugares de votación en apoyo al representante de casilla y custodian el envío de las urnas al centro de acopio.

En las últimas horas de la tarde, antes del cierre, ya como una estrategia desesperada si el candidato va abajo, algunos operadores acuden a grupos de delincuentes y desempleados en las barriadas y a cambio de cerveza y los llevan a votar.

Estrategias como el ratón loco, robo de urnas o tacos de votos, prácticas antiguas de nuestra democracia, han ido desapareciendo, nos confiesa la entrevistada, pues con instituciones como el IFE (ahora INE), los consejos electorales, la Fepade o el Tribunal Electoral, cada vez es más difícil llevarlas a cabo.

El voto que hará ganador a un candidato se logra comprando a los líderes sociales previo a la elección y a su capital votante, y reforzándolo con las promesas, los beneficios de los programas sociales y las dádivas.

El operador del voto, una vez que el candidato llega al poder, se convierte en una figura muy importante, pues funge como apoyo y enlace entre los líderes sociales y el gobernante, para que no olvide las promesas y los compromisos, ya que, en la siguiente elección, otro candidato podrá comprar sus corazones.