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Tres décadas en primera línea

Por Imanol Caneyada/

“Hoy es el día en que nace, aquí en Hermosillo, nuestro periódico Primera Plana, orgullo de todos los que participamos en su elaboración, desde El Plateado, eterno conserje, hasta reporteros, prensistas, personal de administración o directivos. Todos estamos orgullosos. Todos somos papás y mamás”.

Con estas palabras, desde su columna Deshierbando, Hilario Olea, director de la naciente publicación, saludaba a los lectores de un nuevo periódico que veía la luz un 15 de septiembre de 1983, a las dos de la tarde, después de tantas vicisitudes, tribulaciones y desatinos, que su aparición puede considerarse como uno de esos milagros que únicamente en el medio periodístico se dan. En la de ocho, el zencabezado rezaba: “Promoverá el Ayuntamiento que se cancelen títulos de terrenos baldíos o acaparados”.

Para llegar ahí los integrantes de Primera Plana habían recorrido un largo camino iniciado en 1981, con una muerte y una huelga.

1Cuando el temperamental Enguerrando Tapia supo que el exgobernador Faustino Félix había decidido vender El Sonorense a la Agencia Mexicana de Información, dio un portazo, un grito y con un par de amigos tomó rumbo a Tijuana, en donde permaneció unos días, probablemente para calmar el enojo que la postura del dueño del periódico del que era director le había provocado. Enguerrando tenía intenciones de comprarlo y ya se lo había hecho saber a su grupo de colaboradores, a quienes les había pedido calma; los inconformes reporteros hacía tiempo pugnaban por mejorar sus condiciones laborales. La promesa: adquirir el rotativo y convertirlo en cooperativa. Pero la inesperada decisión de Félix Serna desencadenó una serie de acontecimientos que terminarían por dar a luz el periódico que este año cumple 30 años.

Tres días después de su repentina partida, mayo llegaba a su fin, Enguerrando regresó a Hermosillo. El primero de junio de 1981 se presentó a la comida que tradicionalmente ofrecía el Arzobispo Quintero Arce a los periodistas para celebrar el Día Mundial de las Comunicaciones.

Posteriormente, el director de El Sonorense, como cada tarde, se encerró en su oficina a escribir a dos dedos la columna que le daba prestigio y fuerza al diario, acompañado de los aromas del licor y lanzando tips y revelaciones que ningún otro medio de la época en la ciudad (El Imparcial e Información) publicaría al día siguiente.

Empezó como un dolor agudo al que Enguerrando no quiso darle importancia. Un dolor persistente que obligó al director a acudir al médico. Un dolor inusual. El diagnóstico fue contundente: pancreatitis. Y la orden, fulminante: al Tucson Medical Center.

Una semana después, el siete de junio, la muerte no tendría en cuenta que se celebraba la libertad de expresión y vino por un hombre de 46 años que llevaba el periodismo en las venas. Pero Enguerrando Tapia había creado escuela, y ahí mismo, a los pies de su tumba, los discípulos comenzaron a maquinar la creación de un periódico.

Con la desaparición del mentor y la amenaza de venta, los jóvenes empleados de El Sonorense, encabezados por Francisco Javier Ruiz Quirrín y Nacho Blancarte, decidieron tomar las instalaciones y declarar una huelga que duraría 90 días.

47Entre el siete y 17 de junio de 1981, los integrantes del periódico celebraron una serie de reuniones clandestinas en las que poco a poco dieron forma a lo que, aparentemente, parecía una idea descabellada: enfrentar a un exgobernador con el poder y el dinero para aplastar a un grupo de reporteros cuya única arma era su pluma.

Noventa días resistieron. Noventa días en los que había que comer, pagar luz, agua, gas, en los que los protagonistas tuvieron hijos (el primogénito del actual director de Primera Plana nació en esa época). Así que para sostenerse, acordaron seguir haciendo lo que mejor sabían hacer y comenzaron a imprimir un pequeño diario que les permitiera subsistir.

El grupo de huelguistas se arrogó el derecho de autenticidad y nombró la gaceta de la resistencia como El Auténtico Sonorense.

Circulaba de mano en mano y la aportación a la causa era voluntaria. Una causa que despertó las simpatías de los hermosillenses.

Noventa días de huelga que terminaron un 17 de septiembre (gracias a la mediación del gobernador Ocaña) con la liquidación de los empleados de El Sonorense.

A pesar del fallecimiento de Enguerrando Tapia y la disolución del movimiento, el gusanillo de dar vida a un nuevo diario permaneció en los autores intelectuales de la huelga.

Sin embargo, cada quien tomó rumbos diferentes en busca de oportunidades en otras partes. 1981 se fue y dejó en el aire el anhelo del nuevo diario y esos vientos ligados a una clase media empresarial que comenzaba a ver al Partido Acción Nacional como una opción viable frente al partido único, ya anquilosado y agotado el sistema, y que vaticinaba rupturas.

El norte comenzaría a pintarse de azul y Sonora no sería la excepción. En Hermosillo, un desconocido Casimiro Navarro le ganaba la alcaldía al entonces gran figura priista, el arquitecto Enrique Flores López. El panista Adalberto Rosas era presidente municipal de Ciudad Obregón y preparaba ya su frustrado asalto a la gubernatura.

Al olor de estas refrescantes tormentas de inicio de década, Francisco Ruiz Quirrín, Nacho Blancarte e Hilario Olea Ruiz seguían aferrados a la posibilidad de retomar el proyecto que los había visto nacer como periodistas.

Consumía 1982 sus días y el anhelo comenzó a concretarse.

En Guaymas, el diario El Eco cerraba sus puertas. En algún rincón del taller del periódico del puerto, una vieja rotativa Harris de dos piezas se empolvaba a la espera de volver a rechinar al ritmo de las noticias. Una oportunidad que los fundadores de Primera Plana no perderían. La adquirieron a precio de ganga. Se concretaba el primer paso. Pero no sería tan sencillo.

En los pasillos de la corte el rumor de que un nuevo periódico se gestaba llegó a oídos del Gobernador y la idea no cayó en gracia. Con El Imparcial e Información bastaba, otro medio impreso significaba inquietar un avispero de suyo revuelto por la cercanía de la sucesión.

Entonces, desde el poderse se deslizó sutilmente la orden de impedir que la vieja rotativa llegara a Hermosillo. Luego inventarían las razones para confiscarla.

Pero la fortuna estaba del lado de los jóvenes periodistas. Un hermano de René Morera, integrante del proyecto, pertenecía a la Policía Federal de Caminos. Él fue quien alertó a los periodistas de las intenciones del Gobierno del Estado. De noche, por brechas y caminos vecinales, dando un periplo por la costa, la vieja Harris de dos piezas logró librar el cerco y de manera clandestina llegó a Hermosillo. En una casa a las afueras de la ciudad permaneció escondida hasta que se calmaron las aguas.

Finalmente, en la avenida Revolución esquina con Zacatecas, los integrantes del proyecto encontraron un viejo almacén idóneo para sus intenciones. Al dueño, don Abel Salazar, le explicaron que pensaban instalar una imprenta. Desde entonces, Primera Plana ha permanecido en ese edificio, el cual adquirieron 11 años después, meses antes del error de diciembre.

25El sueño acariciado durante dos años brillaba a la vuelta de la esquina. La empresa se constituyó como Editorial El Auténtico, en honor a la gaceta de la resistencia. En el acta aparecen las firmas de Hilario Olea y Francisco Ruiz Quirrín. Del equipo original de colaboradores, aquellos que habían participado en la huelga, la mayor parte había encontrado su lugar en otros quehaceres. Así que los reporteros con los que contaba Primera Plana (nombre comercial), eran demasiado jóvenes e inexpertos: Martín Ruiz, Mirna Gálvez, Juan Pedro Robles, Cornelio Montaño y Francisco “El Pichón” Arenas nunca antes habían enfrentado el caos de una redacción, la zozobra del cierre y la talacha informativa.

En la parte técnica, los prensistas de aquel Sonorense habían creado una cooperativa que se haría cargo de la impresión, aunque a la postre, terminarían siendo empleados de Editorial El Auténtico. El primer número vería la luz con Hilario Olea como director, Mario Olea como jefe de prensa, el legendario Francisco Ramírez, el Plateado, en el archivo, y como mecánico de prensa, el único que podía arreglar aquellas viejas rotativas: Carlos Baza. En cuanto a la circulación, punto estratégico si los hay para el éxito de una empresa editorial, Rogelio Valencia asumiría los riesgos. Sin olvidar a Sergio Mayorga, encargado de formación.

Con reporteros que duraban toda una tarde para redactar una nota, la pertrecha rotativa funcionando a medias y los apremios económicos de una empresa con más ilusiones que recursos, el 15 de septiembre de 1983, a las dos de la tarde (¡y no se trataba de una edición vespertina!) los hermosillenses tuvieron en sus manos el primer tiro del entonces diario Primera Plana.

74Desde el inicio, con el columnismo incisivo de Ruiz Quirrín y la agresiva línea editorial de Hilario Olea, Primera Plana se convirtió en un medio incómodo para el Gobierno del estado.

A pesar de que la apertura democrática se insinuaba tímida en la vida política nacional con los escasos triunfos de la oposición, eran tiempos en que los periódicos cerraban misteriosamente y para los periodistas la coacción se trataba del pan de cada día. Tiempos en que el carácter de los reporteros se forjaba bajo la amenaza velada o el abierto reto a golpes.

El precio que el novel diario pagaba por el periodismo crítico que ejercía se traducía en penurias y dificultades que a duras penas le permitían salir a la calle día con día. Pero la buena estrella alumbraba a los jóvenes empresarios que, tal vez por audaces e inconscientes, cayeron en gracia de los directivos de la cadena El Debate de Sinaloa. Muchas veces les fiaron el papel en esos primeros años, o se los vendieron a precio de costo.

México, paulatinamente, despertaba del sueño en el que la hegemonía del partido único lo había sumido. Y Sonora no se quedaba atrás. En una paradójica simbiosis, los medios iban cambiando a la sociedad y la sociedad a los medios.

A pesar de ello, 1986 fue un año muy duro para el diario; su línea crítica provocó que el Gobierno del estado y los conservadores empresarios adeptos a él dejaran de anunciarse en Primera Plana.

La vertiginosa caída de ingresos, no obstante, les dejó una lección a los recién estrenados empresarios: debían lograr una independencia y fortaleza económicas que les permitiera sostener cualquier tipo de línea editorial sin temor a represalias.

73Así las cosas, durante seis meses, los integrantes de Primera Plana se dieron a la tarea de sentar las bases para que el taller comercial se convirtiera en el ancla financiera del proyecto periodístico.

En el transcurso de ese medio año, tomaron otra decisión que implicaría un cambio trascendental en el devenir de la empresa: dejar el diarismo y convertirse en un semanario. Si bien en aquel entonces (y en la actualidad) la cultura del semanario era escasa y los riesgos, notables, las cabezas del proyecto consideraron que el terreno era fértil y la competencia, inexistente.

Fue así que a principios de 1987, Primera Plana se convirtió en una publicación semanal que ha permanecido en el gusto de los lectores durante 30 años.

Tres décadas después, la línea crítica continúa y la denuncia, el análisis y la relevación siguen siendo los ejes rectores del rotativo.

Y el espíritu formador de nuevas generaciones de periodistas continúa con una redacción muy joven que día con día crece en su búsqueda de hacer un periodismo de acuerdo a los tiempos actuales.

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