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Zarandeada mañanera

El valor que tuvieron las sencillas y contundentes palabras de Jorge Ramos estriba en que se asemejan a las que cualquier ciudadano, como usted o como yo, quisiéramos decirle al presidente López Obrador

Por Juan J. Sánchez Merza

Algunos periodistas han criticado la forma en que el reportero Jorge Ramos encaró el día 5 de julio al presidente López Obrador, durante una de las conferencias mañaneras, al cuestionar el resultado de la política de “abrazos no balazos” que a mi juicio no es ninguna política, sino simplemente una forma disimulada de tolerancia y permisividad hacia la delincuencia y una clara renuncia al ejercicio de la responsabilidad elemental del uso adecuado de la fuerza pública contra los enemigos de la sociedad.

Puede ser que tengan razón quienes digan que más que periodismo, lo que hizo el reportero Ramos fue entablar una polémica de tu a tu con el presidente y que si hubiera diseñado de manera más inteligente sus preguntas —que en muchos casos fueron claras afirmaciones— hubiera logrado exhibir con mayor contundencia lo que a todas luces es el fracaso del gobierno federal en su promesa de acallar la violencia organizada y desorganizada.

Tiene sentido el afirmar que no es papel del entrevistador ponerse al mismo nivel que el entrevistado, no por una razón de jerarquías, sino precisamente por el terreno claramente diferenciado que cada uno de ellos ocupa, y debe ocupar, durante el desarrollo de la entrevista.

En ese sentido, un buen entrevistador debe ser capaz de acorralar con preguntas al funcionario, sobre todo cuando, como en este caso, este último se ve confrontado con temas que lo colocan en una clara desventaja.     

Lo que creo que no dejó lugar a dudas es que las observaciones de Jorge Ramos y las evasivas y traspiés declarativos del comandante en jefe de las fuerzas armadas en México, es decir, el presidente de la República, rompieron el ambiente monótono de las mañaneras, más destinadas a escuchar lo que a su gusto y conveniencia quiere decir el presidente, que a informar el estado en que se encuentran los verdaderos y graves problemas de México, entre ellos, desde luego, el de la inseguridad pública.

Creo que el valor que tuvieron las sencillas y contundentes palabras de Jorge Ramos estriba en que se asemejan a las que cualquier ciudadano, como usted o como yo, quisiéramos decirle al presidente López Obrador. Es decir, creo que en ese momento el reportero conectó de manera virtuosa con los millones de mexicanos que vivimos espantados por el nivel de brutalidad que ha alcanzado la violencia homicida y la forma generalizada en que ésta se extiende por todo el país.

Por ejemplo, cuando le dijo al Jefe del Estado Mexicano: “no puede decir que tiene 100 muertos diarios y que esto es un éxito”, o “uno de los principales problemas del país es la violencia y esa ya es su responsabilidad” o “yo saqué las cifras de su propio Gobierno”.

Otra de la enseñanzas más importantes que nos deja la intervención del periodista de Univision y del periódico Reforma es que el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de México está muy lejos de ser ese comunicador habilidoso del que nos hablan algunos comentaristas.

Quedó claro que el comentario ácido, sardónico, al que nos tiene acostumbrados el presidente y que para algunos lo hace aparecer como la estrella que marca el tono con el micrófono, no es más que una forma de disfrazar su incapacidad para sortear situaciones que se apartan del script bobo, convenientemente endulzado, que le presenta el coro de serviles disfrazados de periodistas que lo acompañan en cada aburrida mañanera.

En un contexto de oposición adormecida; de una ciudadanía paralizada por el terror de la violencia interminable, no deja de ser alentador que un periodista al que no se le pudo negar el acceso a Palacio Nacional, haya puesto contra las cuerdas a quien no encontró manera alguna de evadir uno solo de sus certeros ganchos.