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A merced de la mina “Libertad”

Por Rigo Gutiérrez E. y Gerardo Moreno/

Un gran letrero verde que dice “Bienvenido a San Antonio de la Huerta” aparece al final de un pequeño camino de terracería, lleno de hoyos, lomas, baches y un tope hechizo de tierra que apenas sirve como entrada. Es la puerta que conduce a un pueblo paralizado que vive en constante miedo por la amenaza de contaminación de empresas extranjeras.

Tras el letrero, las casas parecen vacías, pocas personas pasean por las calles, la mayoría se encuentra resguarda. Un par de arroyos traviesan el pueblo, avanzamos por uno de ellos a paso lento. Recorriendo esta calle pasamos frente a un pozo perforado, se encuentra en un terreno particular y a pesar de eso se encuentra cercado y es vigilado por dos guardias armados de seguridad privada. Se quedan observando.

Del pozo sale un tubo que lleva agua a la mina que se encuentra sobre el pueblo, a lo largo del camino el tubo se ve entrar y salir del suelo; esta agua sirve para limpiar los químicos con los obtienen el mineral que extraen en el yacimiento.

Llegamos al río que corre detrás de las casas, en él las lomas de tierra y los canales que los gambusinos utilizan para buscar oro lucen abandonados, sin quien los utilice, ya que actualmente les pararon los permisos para extraer el mineral a raíz de los problemas que tienen con la mina.

A unos metros se encuentra el pozo de agua potable que abastece a todo el pueblo. Pero ante el temor que se encuentre contaminado muchos prefieren comprar garrafones de agua purificada que se traen de otras comunidades y que se venden en 20 pesos. La preocupación nace porque hasta este pozo llega el segundo arroyo que atraviesa el pueblo, por el cual corrió el agua contaminada que soltó la mina con las lluvias pasadas, generando el temor que esta se filtrará al suelo llegando hasta el pozo.

El represo contaminado
Con las lluvias de agosto del año pasado hubo una contingencia en la mina y residuos verdosos fueron arrastrados al represo, pasando por el pueblo y hasta el río.

Rodeamos el pueblo subiendo por este otro arroyo. Algunas personas se encuentran afuera de sus casas y saludan. Por fuera de la mayoría de las casas y por las calles del pueblo se encuentran máquinas excavadoras y uno que otro dompe totalmente inmóviles.

Así como camionetas y Pickups estacionadas, transportes que soportan las inclemencias del camino. También algunas antenas de televisión satelital se asoman por los techos. Y en los amplios patios se logran vislumbrar siembras de hortalizas y vegetales, y gran cantidad de árboles.

Marcas de la contaminación

Volvemos a la entrada. Frente a al pueblo se encuentra un represo que está totalmente seco y resquebrajado. El suelo, tras remover una pequeña película de polvo, se pinta de color amarillo óxido, color impregnado por los contaminantes que desde la mina le llegan.

De este represo se desvía el agua hacia el arroyo que llega al pozo, con lo que aumenta el temor de la gente de que en una nueva lluvia volverá a conducir agua contaminada hacia el agua potable.

A unos metros se encuentra la entrada de la mina que permanece custodiada por guardias que la vigilan con un arma larga colgada del hombro. Así que nos adentramos en los terrenos rodean la mina, mientras nos acercamos las bombas de energía generan un ruido que resuena por todo el lugar y que cada vez se escucha más fuerte.

Avanzamos por senderos improvisados, rodeando matorrales secos y llenos de espinas, bajando vados, subiendo lomas y recorriendo arroyos buscando marcas de la contaminación. En una ranchería se logra ver como aún hay agua sucia estancada, y se ven huellas de vacas alrededor. Al menos unas tres se han muerto cerca de ese lugar, lo que mantiene a los ejidatarios en constante alerta y vigilantes para que su poco ganado no beban este tipo de agua.

Encontramos un pequeño arroyo que hoy luce seco, en su interior se logran ver piedras y partes del suelo que se han puesto verdes y amarillentas.

Gran cantidad de rocas están cubiertas por una película verde brillante que no se ven en otras partes, son metros de contaminación que están sufriendo estos terrenos y donde los habitantes no pueden hacer nada ya que la mina sigue operando con toda impunidad.

Lo seguimos, llegamos a los terrenos de la mina, desde arriba se ve cómo el canal surge desde ahí mismo, nos adentramos a los terrenos para tratar de obtener imágenes claras de donde nace, a lo lejos trabajadores de la misma tratan de identificarnos. Mejor nos regresamos.

Volvemos a la entrada de la mina donde al tomar una fotografía rápidamente uno de los guardias se para en la puerta con la escopeta en mano y un obrero completamente tapado con casco, capucha que le cubre la mitad del rostro y una gafas negras, se acerca rápidamente hacia nosotros, anota el número de placas y pregunta nuestro nombre y de la empresa que venimos mientras los anota en una carpeta, por su radio se escucha que pase a la oficina central.

Nos dimos media vuelta y emprendimos el regreso mientras que los habitantes de San Antonio de la Huerta continúan a merced de la empresa minera.

La actividad económica en el poblado está paralizada hasta lograr un acuerdo Mina-Ejido y el Gobierno limpie expedientes de las personas “levantadas” por la policía.

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