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Buscan a taxista y policía, héroes anónimos

Por Imanol Caneyada/

Gracias a su actuación el pasado viernes 31 de mayo, salvaron la vida de un niño de un año y cinco meses; la madre quiere agradecerles personalmente 

A veces, demasiadas veces, nos parece que el mundo es un lugar demasiado hostil, insolidario, frío, indiferente. Una jungla de asfalto, por echar mano del tópico, en el que los seres humanos hemos olvidado principios básicos de convivencia.

A veces, muchas veces, con solo asomarnos a las noticias, tenemos la sensación de que no hay remedio, de que estamos condenados a engañarnos, explotarnos, hundirnos unos a otros.

Pero a veces, muy pocas veces, ciertos actos nos devuelven la esperanza.

Esta es una historia que nos trae un poco de fe en los otros, a los que hemos aprendido a ver como enemigos pero que, de pronto, pueden salvar una vida.

Esa mañana de viernes 31 de mayo, Cintia Janet Bracamontes Echeverría se despertó preocupada. Su hijo, de un año y cinco meses de edad, había pasado la noche con calentura.

Alrededor de las seis y media de la mañana, el niño comenzó a convulsionarse, se puso rígido, los ojos en blanco y, de pronto, perdió la conciencia.

Angustiada, la madre lo tomó en brazos y salió a la calle en busca de ayuda. Necesitaba que alguien los llevara al hospital; la familia Bracamontes carece de vehículo propio.

En la avenida Luis Encinas Johnson, a la altura de la colonia Los Naranjos de Hermosillo, donde habitan, Cintia Janet trató infructuosamente de detener un automóvil que los auxiliara.

Gritaba pidiendo ayuda con el niño en brazos, rígido e hirviendo por la temperatura, pero nadie respondió al llamado; la gente los observaba sin hacer nada, los conductores pasaban a su lado sin detenerse.

Mientras tanto, el infante seguía sin recuperar la conciencia. Por un momento, su madre pensó que estaba muerto.

Pasaron unos veinte minutos, veinte minutos de angustia en los que la madre, con su hijo en brazos, deambulaba por la calle con la esperanza de que alguien, por fin, acudiera en su auxilio.

Y cuando pensó que todo estaba perdido, un taxista se detuvo y le hizo señas de que se subiera. De inmediato, el ruletero enfiló hacia el Hospital Infantil.

La tirada era larga y el bebé seguía sin reaccionar. Por más que el chofer del taxi tratara de avanzar, los semáforos y el tráfico se lo impedían.

Al llegar a la altura de la colonia El Ranchito, el taxista divisó a un patrullero motorizado que se disponía a aplicar una multa a un conductor.

Se detuvo a un lado y le pidió que les abriera paso hasta el hospital, que llevaba a un niño muy enfermo.

El patrullero dejó al instante lo que estaba haciendo, subió a la moto, puso los códigos y encabezó la pequeña caravana de emergencia rumbo al Hospital Infantil.

Al llegar, el taxista apuró a Cintia Janet para que descendiera del vehículo, al tiempo que se negaba a recibir el dinero del servicio. No me debe nada, le dijo el ruletero.

Cuando cruzó el umbral de urgencias del hospital, la madre del pequeño tenía ya pocas esperanzas. Llegó a pensar que su bebé de año y medio había fallecido.

La médico de guardia recibió al infante y pudo estabilizarlo. Minutos después recuperaba la conciencia: ¡Estaba vivo!

Cuando ya todo había regresado a la calma, la doctora le dijo a Cintia Janet que si hubiera llegado tan solo unos minutos después, es muy probable que el niño, a esas alturas, estaría muerto.

En ese momento, la madre entendió la magnitud de la acción que tanto el taxista como el patrullero habían realizado.

Confiesa apenada que con la angustia y la desesperación, no se fijó en el modelo del taxi ni en la compañía ni en el número del vehículo; tampoco en el de la moto patrulla; todo pasó demasiado rápido.

Días después, Cintia Janet decidió hacer este llamado público para tratar de contactar al taxista y al policía; por la forma en que actuaron, salvaron la vida de su hijo.

Quiere que se conozca la historia, tiene la esperanza que estos héroes anónimos sepan que está profundamente agradecida.

Así que si ellos mismo o alguien cercano a ellos lee estas líneas, ojalá se comuniquen con Primera Plana para dejar un teléfono o una dirección al que pueda reportarse la familia Bracamontes para decirles, viéndolos a los ojos: mi hijo está vivo gracias a ustedes.

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