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Caída de Morsi, golpe a islamistas

Egipto fue la piedra angular del salto del movimiento islamista al poder en la ola de insurrecciones que sacudió el mundo árabe. Al ganar una elección tras otra, los islamistas juraron demostrar que podían gobernar de manera eficiente y aplicar su visión del islam político, a la vez que adoptaban las normas de la democracia.

Mohamed Morsi era su pilar: el veterano de la Hermandad Musulmana, el grupo islamista más antiguo y prestigioso de la región, y el primer presidente egipcio elegido en comicios libres.

Es por eso que su derrocamiento luego de apenas un año en funciones significa un golpe tan devastador para los islamistas en varios niveles, no sólo en Egipto sino en toda la agitada región.

Morsi, la Hermandad y sus aliados más intransigentes dicen que siguieron las reglas de la democracia y que fueron derrocados por opositores que, incapaces de obtener el triunfo en las elecciones, golpearon a la puerta de los cuarteles. Para el sector más extremista de los islamistas, la lección es que la democracia, que para muchos de ellos era «kufr», o herejía, es tramposa, y que la violencia es la única vía para realizar su sueño de un Estado islámico.

Pero para los millones de egipcios que salieron a la calle contra Morsi, los islamistas fracasaron en la democracia porque se excedieron.

Los manifestantes se convencieron de que los islamistas utilizaban sus triunfos electorales para concentrar el poder en manos de la Hermandad Musulmana, excediendo su mandato y tratando al país como si este hubiese aceptado el «proyecto islamista». Peor aún, para muchos manifestantes, los islamistas no estaban resolviendo los múltiples y graves problemas del país.

Es un revés grave para sus sueños, ya que pone en duda el argumento de los islamistas en toda la región de que el islam político es el remedio para los males de la sociedad. El daño a su prestigio resuena por todas partes, desde Gaza, donde los gobernantes de Hamas vieron en Morsi un fuerte aliado, hasta Túnez, donde una rama de la Hermandad tiene el poder, y Siria, donde los islamistas luchan por el poder.

«La Hermandad en Egipto se ha convertido en una fábula con moraleja», dijo Michael W. Hanna, del instituto de investigaciones Century Foundation de Nueva York. «El desastroso desempeño de Morsi durante su breve período en el gobierno es una historia de cómo no se debe guiar y gobernar».

Lo irónico es que la Hermandad conocía los riesgos de gobernar. Tras la caída del autócrata Hosni Mubarak en 2011, el grupo juró que no trataría de dominar el parlamento ni presentaría un candidato a presidente, consciente de la reacción adversa que se produciría si creaba la impresión de querer hacerse de todo el poder o si encabezaba un gobierno incapaz de resolver los problemas de un país en quiebra. Violó cada una de esas promesas, asegurando en cada caso que se vio obligada a ello.

El mismo Morsi reconoció el poder de la calle cuando juró que sería el presidente de todos los egipcios. En la víspera de su toma de posesión oficial el 30 de junio de 2012, prestó un juramento simbólico en la Plaza Tahrir, el epicentro de la revuelta que había acabado con su antecesor.

«Ustedes son la fuente del poder y la legitimidad», dijo a la multitud. Nada hay por encima «de la voluntad popular. La nación es la fuente de todo poder. Otorga y quita el poder».

En la amplia gama del movimiento político islamista -desde los moderados hasta los milicianos- la Hermandad surgió como la fuerza principal que argumentaba que los islamistas pueden ser demócratas. Su influencia llevó a grupos más intransigentes a participar en las elecciones. Sectores ultraconservadores que rechazaban elecciones sujetas a otra ley que no fuera la de Dios, se presentaron en los comicios.

En un apasionado mensaje publicado en Facebook poco antes del derrocamiento de Morsi el miércoles, Essam el-Haddad, uno de sus principales asesores, dijo que la democracia misma había sufrido daños irreparables y que la Hermandad era víctima de un trato injusto. Insistió que la historia demostraría que la Hermandad había tratado de incluir a otros en su gobierno, pero que la habían rechazado.

«Cada vez más, los supuestos liberales de Egipto extremaron sus discursos en los que invitaban a los militares a convertirse en custodios del gobierno», escribió. «La oposición ha rechazado consecuentemente toda opción que signifique un retorno a las urnas».

Pero la oposición destaca un factor clave que volvió a muchos en contra de la Hermandad: la constitución post-Mubarak. Morsi había prometido un consenso en torno del documento, pero los islamistas dominaron la asamblea constituyente. Liberales, izquierdistas, seculares y cristianos abandonaron paulatinamente la comisión, señalando que los aliados de Morsi imponían sus posiciones. Finalmente, Morsi decretó de manera unilateral que tanto él como la asamblea estaban fuera de la jurisdicción de las cortes para asegurarse de que estas no podrían disolverla, y los islamistas terminaron de redactar la carta en una maratónica sesión que duró toda una noche.

Se convocó a un referendo apresurado donde se aprobó con 63% de los votos, pero con la participación de apenas el 32% del electorado.

Mientras tanto, integrantes de la Hermandad Musulmana y otros islamistas siguieron obteniendo cargos en el gobierno, alimentando la idea de que estaban tomando las instituciones, aunque constantemente enfrentaron resistencia en muchos frentes de la arraigada burocracia. La retórica islamista de autoridades y clérigos en televisión sonó para muchos como divisorios riguroso.

La salida de Morsi ahora podría causar confusión en la Hermandad en los años por venir, como sucedió cuando hubo una importante separación en el grupo en 1954. Morsi y muchos de sus asesores están bajo arresto domiciliario y podría enfrentarse a juicio por escapar de prisión durante la sublevación de 2011. Dos líderes de la agrupación, incluyendo el jefe de su partido político Saad el-Katatni, fueron arrestados y se prevé que por lo menos 30 más enfrenten el mismo destino.

El peligro ahora podría ser que una fuerte represión termine por dejarlos una vez más fuera de la política. La Hermandad estuvo prohibida gran parte de sus 83 años de existencia. Pero aún mantiene una poderosa, organizada y disciplinada red de integrantes a nivel nacional.

«La remoción forzada del primer presidente civil democráticamente electo envía un mensaje a los islamistas de que no tienen cabida en el orden político; siembra temores entre ellos de que sufrirán otra sangrienta represión, y esto tiene el potencial de provocar una resistencia desesperada e incluso violenta por parte de los seguidores de Morsi», indicó en un comunicado el grupo International Crisis, con sede en Bruselas.

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AP

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