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Reciclaje informal; más que basura, un medio para subsistir

Por Alberto Maytorena/

Cuenta cierto adagio que la basura de unos es el tesoro de otros, esto hace referencia al valor personal (y por ende relativo) que le asignamos a ciertos objetos. Sin embargo, en nuestra sociedad, con el desarrollo de la industria del reciclaje, tal proverbio cobra un sentido mucho más literal del que se pudiera prever.

El reciclaje, para quien no ha visto programas de televisión infantiles, es un sistema de preservación ecológica que se utiliza para ahorrar la energía que se emplea en la extracción y procesamiento de materias primas, esto para disminuir la emisión de gases de invernadero, los cuales contribuyen al calentamiento global, así como otros fenómenos poco agradables.

Sin embargo, como se mencionó, el reciclaje es también una industria y, por lo tanto, hay dos entidades dentro de ella: por un lado las empresas de reciclaje (las llamadas “minas de oro del futuro”), y por el otro, el reciclaje informal, el que empieza en la calle con personas hurgando en la basura ajena; el que a veces sostiene a familias enteras.

Unas latas nomás

Miguel García es un hombre mayor, ya jubilado, que sale todos los días de su casa a las cinco de la mañana a caminar. Con una ruta previamente trazada en su cabeza, el señor García pasa de casa en casa recogiendo botes de aluminio para cambiarlos por dinero, sin embargo, argumenta, no subsiste de esta tarea.

“Tengo diabetes y la pensión que me ofrecen es muy pequeña (dos mil pesos al mes); por eso aprovecho que debo mantenerme activo para recoger botes y sacar un poco de dinero, pero no vivo de esto”, menciona el señor García, no obstante agrega que conoce a gente que efectivamente sobrevive a base de la recolección de basura, pero se avergüenza del trato que reciben estas personas por parte de la sociedad, “a mí ya me conocen, así que no hay problema, pero conozco a una viejecita que apenas y puede caminar y todavía la tachan de ladrona por llevarse unos botes, es de verdad lamentable”.

4 RECICLADORLa labor de recolección de basura con fines de reciclaje abarca diferentes aristas sociales y no todos los individuos que la aprovechan subsisten enteramente de esta actividad, tal como evidencia el caso del señor Miguel García, quien también tiene un pequeño negocio de venta de gelatinas y postres.

Por otro lado, Emilio, como prefirió que se le llamara, es un hombre que usa el reciclaje informal para subsistir y mantener a su familia. Él pasa tranquilamente con su bicicleta cargando bolsas llenas de materiales que recolecta y separa, como botes de plástico, papel y aluminio.

“Paso nomás los días que pasa el recolector, los martes y viernes. Empiezo a partir de las 11 o 12 de la noche hasta las primeras horas de la mañana”, menciona Emilio, quien explicó que su ruta comprende colonias como Las Quintas y Las Granjas, así como otras aledañas, a veces. Es un trabajo de ocho horas.

Emilio mencionó además, señalando la enorme bolsa que abarcaba el cesto de su bicicleta de reparto, que por entregar dos bolsas así llenas de botellas de plástico, le ofrecen alrededor de ochenta o noventa pesos. Por fortuna, mucha gente reconoce su trabajo y aparta su basura para él, lo cual facilita considerablemente su trabajo.

Lamentablemente el imaginario social ha llevado a la población a asociar esta clase de trabajo con una labor denigrante (no ayuda a la causa todos los casos de robo de fierro viejo y cobre para su venta) que sólo realizan indigentes y/o personas que sufren de sus facultades mentales, sin embargo, aunque esta actividad no se encuentra exenta de generar problemas, hay gente como Miguel García y Emilio trabajando honradamente.

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