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Todo sigue igual, incluso la dignidad

Por Imanol Caneyada/

“Aunque nuestros cuerpos se derrumben y nuestra alma decaiga, no descansaremos hasta ver juzgados y condenados por este horrendo crimen a todos los culpables”: Movimiento 5 de Junio

No sé si miles de personas son suficientes personas. Tal vez tres, cuatro, difícil calcular. ¿Eran muchas? Sí. ¿Las suficientes? No lo sé. ¿Eran menos que el año pasado? Creo que sí. Pero los 49 niños sí son los mismos y el dolor de los padres y madres son el mismo.

Y las calles que la marcha recorría fueron las mismas, y la hora, y las botellas de agua pasando de mano en mano, y el calor podría decirse que era el mismo.

Las consignas y los reclamos eran los mismos.

El más rotundo, el que mantiene vivo al movimiento: 5 de junio, ni perdón ni olvido.

Y el otro, el que les da pleno derecho a seguir, a estar, a caminar con dignidad las calles de esta ciudad indigna: justicia.

También las campanas de la iglesia San José repicando al paso de la manifestación eran las mismas.

Y también las cruces de los infantes calcinados a la entrada de la guardería ABC en un infierno que ninguna autoridad, ni los que se fueron ese mismo año, ni los que llegaron ese mismo año, ni los que brincaron de un cargo a otro, ni los que prometieron, ni los que callaron, ni los que se ampararon, ni los que se regodearon en la impunidad, nadie quiere saber cómo se desató, porque saberlo implica asumir la parte de responsabilidad que les corresponde.

Y es sabido que aquí, en este tiempo y en esta hora, siempre le apostamos al olvido.

También los automovilistas que se cruzaban con los manifestantes y se solidarizaban tocando el claxon eran los mismos.

El problema de los símbolos es que a veces olvidamos que representan una realidad. Marchaba a la par de los miles de hermosillenses que un año más salieron a las calles el pasado 5 de junio y me acordé de las madres de la Plaza de Mayo, allá en Argentina, que tuvieron que esperar tres décadas para ver a Jorge Rafael Videla en el banquillo de los acusados.

¿Cuántos años más tendremos que caminar estas mismas calles, en esta misma fecha, con estas mismas consignas, antes de que se haga justicia? El Movimiento 5 de Junio tiene una respuesta obvia: precisamente hasta que se haga justicia.

¿Resistirá el movimiento la indiferencia de los ciudadanos, la incompetencia del aparato de justicia, la complicidad de todos los políticos, todos, porque siempre se tapan unos a otros no vaya a ser que luego…?

También tiene respuesta para esta pregunta: “Aunque nuestros cuerpos se derrumben y nuestra alma decaiga, no descansaremos hasta ver juzgados y condenados por este horrendo crimen a todos los culpables”.

En un país de crímenes horrendos (Acteal, Atenco, Tlatelolco) sin resolver ―me decía al llegar a la altura de la Procuraduría General de Justicia del Estado―, qué nos hace pensar que este será resuelto.

Las voces agudas y sin templar de los cientos de niños que gritaban con enjundia ni perdón ni olvido me respondían. Tienen ocho, diez, doce años y han marchado todo este tiempo con sus padres y sus abuelos con esa exigencia simple y a la vez grandiosa: justicia.

Están creciendo con el dolor de las más “de 35 mil horas de no poder abrazarlos, de no escuchar sus hermosas risas ni recibir sus abrazos llenos de amor y ternura”, y gritan con seriedad y determinación: ni perdón ni olvido.

También están los niños de dos y tres años que marchan en carriolas empujadas por sus padres, atrapados por la magia de los globos.

Generaciones de hermosillenses que crecerán con esta idea que puede (que debería) ser un móvil perfecto: justicia.

Entonces, al pasar frente al repugnante mausoleo que alberga a la Procuraduría General de Justicia, me admiré de la tranquilidad y el sosiego con el que los manifestantes lo hacían. El Movimiento 5 de Junio ha logrado hasta ahora ser pacífico, a pesar de que les arrebataron lo más preciado en sus vidas.

Saben que si se atrevieran a aventar una piedra o romper un vidrio, de inmediato, los medios, la gente que no fue y, por supuesto, las autoridades, los tacharían de violentos, de vándalos, de rijosos.

A pesar de que la indiferencia de las autoridades, la complicidad de las autoridades, la impunidad de las autoridades son tan violentas como una piedra o un palo.

Pero la violencia del Estado siempre está justificada en nuestra propia indiferencia.

Y seguimos la marcha rumbo a las escalinatas del Museo-Biblioteca de la Universidad de Sonora, antiguo escenario de otras luchas, esas sí más violentas, y otros reclamos no tan distintos: justicia.

Y la voz de la soprano Maribel Ferrales recibió al contingente, una voz que era un lamento, aunque los lamentos también saben ser reconfortantes.

Cansados, colorados por el sol que ya a esas horas se había metido satisfecho de su tiranía, los manifestantes enfrentaron los rostros de los 49 niños que murieron en una tragedia inconcebible, una herida en esta ciudad que no acostumbra recordar las heridas.

Y el manifiesto del Movimiento 5 de Junio nos recordó un año más los nombres de los que consideran responsables:

Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, Antonio Salido Suarez, Sandra Lucía Téllez Nieves y Gildardo Urquídez Serrano, dueños y principales responsables de la Guardería ABC.

Los ex directores del IMSS Juan Francisco Molinar Horcasitas y Daniel Karam, así como el exgobernador de Sonora Eduardo Bours Castelo y el expresidente municipal de Hermosillo, Ernesto Gándara Camou, actual senador de la República representante de Sonora.

El actual gobernador del estado de Sonora Guillermo Padrés Elías, quién a la fecha no ha cumplido la frase que tantas veces difundió: “Habrá Justicia en el Caso ABC a partir del 13 de septiembre de 2009, cuando sea Gobernador”.

En el mismo sentido, el actual Presidente de México, Enrique Peña Nieto, “que durante su campaña, en varias ocasiones procuró acercamientos con madres y padres afectados por el incendio de la Guardería ABC; curiosamente hoy, que ya está en el cargo, no ha tenido el suficiente interés para recibirnos, pese a que ya hemos realizado dos solicitudes formales para tener una reunión entorno al actual estado del caso ABC”.

Y al final del manifiesto, la promesa:

“Por eso aquí frente a ustedes y con el corazón en la mano reafirmamos nuestro solemne juramento en todos los idiomas y en todas las lenguas; que resuene por todos los países y por todos los rincones del planeta.

“Aunque nuestros cuerpos se derrumben y nuestra alma decaiga, No descansaremos hasta ver juzgados y condenados por este horrendo crimen a todos los culpables”.

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