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Avanzan, pese al dolor, niños de Guardería ABC

Imagínese ser sometido a tres o cuatro cirugías en un año… pero ninguna es única, ya anestesiado, los médicos trabajarán en tres, cuatro o cinco puntos diferentes de su cuerpo.

Ahora imagínese lo mismo durante cinco años…

Éste sólo es el principio de la rehabilitación para al menos 22 niños con quemaduras que sobrevivieron al incendio en la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, quienes deberán seguir bajo tratamiento al menos hasta su mayoría de edad.

Desde la tragedia del 5 de junio del 2009, los menores junto con sus padres viajan hasta tres veces al año a Sacramento, en donde son sometidos a dolorosas intervenciones quirúrgicas, de las que salen aún con ánimo de sonreír.

A la par del tratamiento médico, los niños reciben atención sicológica para aceptar su condición y comprender que el dolor vivido tras una operación, regresará con la siguiente visita al hospital.

La rehabilitación no es nada barata, de acuerdo con Francisco Romo Munguía, tesorero de Shriners Sonora, la atención de quemaduras es la práctica médica más cara, aún más que el cáncer.

Al cumplir 10 años de tratamiento, la madre de una niña sonorense preguntó en el hospital Shriners de Sacramento, California, cuánto se había gastado en ella, y los médicos estimaron la cifra en 8 millones de dólares.

‘No le tiene miedo a nada’

Desde los 3 años de edad, Héctor Manuel ha pasado por 17 cirugías, por lo que desarrolló resistencia al dolor. En una escala donde el 10 es el máximo dolor que una persona puede soportar, los médicos de Sacramento, California, le dan un 8.

Por eso es un rival de cuidado ahora que practica Tae Kwon Do, y aunque en teoría no está en condiciones de hacerlo, a 8 meses de comenzar, ya fue seleccionado para competir en Estados Unidos.

«El maestro dice, no le tiene miedo a nada, así lo hice yo», dice su mamá Adriana Villegas.
«Apenas se le están formando los músculos, le tuvieron que formar el pie desde la rodilla, sus músculos apenas se están fortaleciendo».

Para hacerlo «duro», su madre no ha sido condescendiente con él, no lo consiente, no le dice mentiras; cuando mira sus cicatrices y le pregunta «¿cuándo se me va a quitar esto?», siempre le dice «nunca».

Pero también ha trabajado casi a diario para que se acepte como es. Un gran logro para su autoestima fue el año pasado cuando entró a la alberca sin camiseta ante la aceptación de los demás niños.

En el incendio Héctor Manuel, quien ahora tiene 8 años de edad, sufrió quemaduras graves en el 60 por ciento de su piel y el mismo dice que ese día volvió a nacer.

En el recibidor de su casa, Adriana tiene una foto de Héctor junto a Julio, un joven «cholo» que lo sacó del incendio.

«Dijo que ellos se estaban drogando cerca de la tienda, sale una señora y les dijo, muchachos, vayan y ayuden, se está quemando esa guardería», relató Villegas.

En medio de la oscuridad, en un cuarto cerrado, Héctor corría en círculos y Julio solamente pudo ver las luces rojas de sus tenis, se acercó a la trayectoria y el niño se abrazó a sus piernas, lo cargó y lo sacó.

Adriana ahora se enfoca en el futuro de su hijo, que tiene las mejores calificaciones y toma sus propias decisiones.

Cada día es más independiente

Dana Paola es cada día más independiente; antes requería el 100 por ciento del tiempo de sus padres, pero ahora deja cada vez más espacio a su madre Marisol, quien va a darle su primer hermanito.

La última de sus 18 cirugías fue para colocarle una especie de pulgar en su mano derecha, que ya utiliza.

«En primero de preescolar era una niña que todo le daba miedo, no quería jugar, en segundo como que mejoró, pero ahorita ya es ella, ya juega, ya corre, va al baño, participa mucho en el salón, le gusta ayudar a las maestras a recoger», dice su madre.

El sexto sentido de Dana afloró aquella mañana del 5 de junio del 2009, cuando se abrazaba a su madre, no la soltaba y entre llanto pasó las puertas de la guardería.

El infierno casi le cuesta la vida y su movilidad; los médicos en Guadalajara le querían amputar brazos y piernas, le diagnosticaron daño cerebral severo que le afectó la vista, el oído y otras funciones motrices.

Pero sus padres la llevaron a Sacramento, California, donde su función cerebral se fue normalizando; con el paso del tiempo recuperó la vista, volvió a caminar y hablar.

La rutina diaria de Dana incluía escuela por la mañana, terapia sicológica, seguida de terapia física, luego, de noche, llegar a casa a un tardado ritual de baño corporal.

Ambas terapias continúan casi a diario, pero requieren menos horas, además, ahora disfruta de libertad toda la tarde del viernes, los sábados y domingos enteros.

«Ahora ya tengo más tiempo para mí, me animé a tener otro bebé, porque ella ya se soltó, ya está grande, ya tengo mi tiempo es en la mañana, cuando ella está en la escuela», dice Marisol.

Ahora, el sexto sentido de Dana sirvió para adivinar a un mes de embarazo, que el bebé en el vientre de su madre es un «hermanito» y ya lo nombró Mateo.

ROLANDO CHACÓN / REFORMA