De Primera Mano

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

Para Ignacio Zaragoza y Porfirio Díaz

TRISTE recuerdo de un porvenir para los generales que aquel 5 de Mayo de1862, derrotaron a los franceses en Puebla cubriendo de gloria a los ejércitos y las armas nacionales.

Aquellos franceses enviados entonces por lo que quedaba del imperio napoleónico, invadieron México. No se resignaban a soportar su frustración ante los intentos de colonizar América y en nuestro país tenían una mira especial: Baja California y Sonora, reconocidas por sus grandes riquezas minerales.

Con los generales Ignacio Zaragoza como encargado de la defensa de la ciudad de Puebla y con Porfirio Díaz al frente de la batalla, los ejércitos franceses (considerados entonces de los más poderosos del mundo) y el orgullo de Napoleón III, sufrieron una de sus más humillantes derrotas, alejándose del país.

Anoche, en un vuelo de Air France, la criminal francesa Florence Cassez regresó a su patria. Horas antes, por una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, había recuperado su libertad.

En el año 2005 fueron acreditadas varias acciones de la Cassez en México colaborando con su novio, el jefe de una banda de secuestradores. Se registraron varias víctimas completamente acreditadas que corroboraron a plenitud la participación de esa ciudadana francesa en los terribles ilícitos como secuestro, extorsión y homicidio.

Florence no fue enviada por el imperio napoléonico en pleno siglo XXI, pero sí fue una fuente de conflicto internacional entre México y Francia.

El anterior mandatario francés, Nicolas Zarkozi, no ocultaba su petición al gobierno mexicano para que liberaran a su paisana, a pesar de haber provocado un intenso sufrimiento a muchas familias mexicanas a quienes cercenó, martirizó, privó de su libertad y asesinó.

La justicia mexicana se sostuvo. Zarkozi dejó el poder francés y en México, la defensa de Florence solicitó directamente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que considerara las violaciones a las garantías individuales de la sentenciada y se le amparara para recuperar su libertad.

Los fundamentos esenciales de la defensa incluían testimoniales, entre ellos videos de lo que consideraron como un montaje para exhibir a la francesa, todo armado por la Secretaría de Seguridad Pública a cargo de Genaro García Luna.

Ayer por la mañana, la primera sala de la Corte abordó el caso. Los ministros Saldívar y (el estrenado) Gutiérrez Ortiz Mena, pugnaban por amparar a la mujer. Dos ministros en contra y la ponente, ministra Sánchez Cordero, inusitadamente cambió su proyecto para solicitar un amparo llano a favor de la Cassez. Se decretó su libertad de inmediato.

A nivel mundial ganó el gobierno francés. Zarkozi, desde Davós, Suiza, manifestó su gran alegría al enterarse de la noticia. El nuevo presidente de Francia, Hollande, saludó con agrado el resolutivo.

¿Quién perdió?, indudablemente, la justicia mexicana. Las víctimas de los secuestros, torturas y asesinatos de la banda a la que pertenecía la Cassez que hoy lloran amargamente su frustración e impotencia.

Y en el caso hay algo contundente: La culpabilidad de la francesa está –repito- plenamente acreditada. La SCJN no conoció de sus actos criminales. Sólo la amparó y dejó en libertad porque los procedimientos utilizados para aprehenderla violentaron sus garantías individuales.

Indiscutible, el alud de un solo cuestionamiento: ¿Y las garantías individuales de las víctimas de Florence Cassez?

La gran lección –en base a la técnica jurídica- es que los cuerpos policíacos deberán recomponer sus protocolos para evitar en lo sucesivo, violar los derechos de los delincuentes, si es que no desean ver a los criminales en las calles de nuevo por sus errores de procedimiento.

Pobre Estado de Derecho en México.

Pobre Pueblo de México.

… Y pobres jueces y gobernantes que perdieron la memoria histórica y por lo tanto, el rumbo.

Porque los héroes de la batalla del 5 de Mayo de 1862 en Puebla, no se merecían una derrota en el futuro, de las armas del derecho y de la política internacional.

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