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El Alma del Norte Mexicano

Por José de Lómvar

¿Qué significa vivir en Occidente? El avance tecnológico y la libertad individual definen el contexto social, mientras que la búsqueda incesante de más y mayores ingresos financieros dibuja el día a día de muchos. Esto conduce a una rutina que gira en torno a los estimulantes entre semana y al alcohol de viernes a domingo, produciendo una resaca constante, ya sea de cafeína o de alcohol, y un ciclo que se repite a través de enésimos rostros. Es entonces que la ansiedad colectiva, o sobredosis de café, señala a la siguiente pregunta: ¿acaso hemos perdido la conexión con nuestra alma?

Significar una conexión perdida con el alma resulta difícil al requerir de una línea base de definiciones. Por ejemplo: ¿qué se puede considerar como un alma? ¿Es un concepto religioso? ¿Se puede determinar desde una perspectiva filosófica? ¿Es el alma un fenómeno psicológico o una construcción sociocultural? ¿Acaso cruza los límites con lo oculto? Entonces, habiendo llegado a un acuerdo sobre lo que significa la palabra alma (cosa que no he hecho), cabe preguntar: ¿a Occidente lo constituye un ser singular o es una amalgama de seres? Y, por último: ¿qué se puede considerar como una conexión perdida con el alma?

La búsqueda de respuestas me llevó al norte mexicano, donde el aire primaveral arde cual horno durante el día, y el viento cosquillea como seda fresca durante la noche. Árido hasta la médula, la vida en la capital de Sonora puede asustar hasta el hedonista más valiente.

¿Por qué? Porque una palabra define al norte de México: dureza. Con temperaturas superiores a los 38°C durante la primavera (y faltan 12°C por llegar en el verano), los norteños desafían toda noción de comodidad. Un claro ejemplo lo encontramos en las tradiciones de los Yaquis del desierto Sonorense, donde los hombres danzan en las calles de Hermosillo y otras ciudades y pueblos del estado, al ritmo de la Pascola, portando sonajas atadas a sus cinturones, piernas, y brazos. Portan máscaras de cuero, talladas para representar animales o demonios, que cubren su cabeza y cuello. Este baile se prolonga durante la Cuaresma, y los danzantes no pueden beber alcohol, bañarse ni romper sus votos de silencio. También sacrifican tener relaciones sexuales durante este tiempo. Con pasos firmes, la Pascola está marcada por un sentimiento de deber hacia lo sagrado y una determinación de cumplimiento inquebrantable.

Al sentir el sudor gotear de mi frente y a mi boca secarse por el calor del desierto, no podía imaginar por qué estos hombres se expondrían a lo que desde una perspectiva moderna se consideraría como masoquismo. Fue entonces que comprendí que había una lección que entender dentro de este antiguo.

 

Sincretismo Yaqui y Católico

Admito que cuando vi por primera vez a los danzantes con máscaras de cuero bajo el sol, me pareció como una costumbre… fuera de lugar para nuestros tiempos. Pero para los Yaquis esta tradición es sagrada, y simboliza el sacrificio de las pasiones para desarrollar sentimientos espirituales. Los Yaquis, o Yoremes como se llaman a sí mismos (que significa hombres), son una de las nueve tribus de Sonora que sobrevivieron a la conquista y colonización española y que hoy se consideran como recuerdo vivo de la resistencia y la resiliencia de los pueblos originarios. No obstante, a cientos de años del inicio de la influencia de las costumbres católicas, las tradiciones Yaquis se han entretejido con el cristianismo, creando un sincretismo que sólo se vive en el desierto Sonorense.

Según la tradición Yaqui, los danzantes usan máscaras de animales o demonios durante la Cuaresma para representar el mal. También visten una prenda especial que mezcla la concepción Yaqui y católica del evento histórico de la Pasión de Cristo. Sincronizados con el calendario Romano, inician la marcha de los fariseos el Miércoles de Ceniza.

—La cobija que usan […] viene siendo el hábito del sacerdote— dice Manuel Rentería Jaques, primer capitán de tropa. —Él [el fariseo] lo trabaja de acuerdo a lo que va representado como un fariseo, que fueron los que pusieron en mal a Jesús para que fuera crucificado [5].

Manuel Rentería detalla que los fariseos llevan un bastón grande en su mano derecha, simbolizando un báculo, que representa el poder religioso y espiritual materializado en la mano de los antiguos fariseos. En su mano izquierda, los danzantes sostienen un bastón más corto, con forma de cuchillo, y que representa una mano. A partir del Miércoles de Ceniza, los fariseos no pueden hablar, y utilizan la manita para comunicarse con señas durante los cuarenta días restantes. Se ponen un cinturón que les recuerda el nacimiento de los Yaquis a la vida cristiana. El cinturón también representa el ombligo y el cordón umbilical, que los une al útero de la madre. Las sonajas atadas a sus brazos y piernas están hechas de capullos de mariposa, es decir, del animal que les sirve como guía espiritual durante la Cuaresma. Llevan huaraches de tres puntadas, que representan la base de su ritual, y las tres figuras de la creencia católica a la que aspiran: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

—Esto, —continúa Manuel Rentería— es la parte que lleva el fariseo. Y la parte principal es creer en Dios, creer en Jesús y creer en su promesa que está hecha de acuerdo a lo que el señor le hizo como milagro —y agrega— es una promesa hacia la sagrada pasión y muerte, ya sea por la mamá, una enfermedad de la mamá, del papá, de un hermano o de un amigo.

Al imaginar el nivel de sufrimiento que implica usar máscaras de piel por cuarenta días a temperaturas superiores a los 38°C en el silencio del sudor y la grasa corporal acumulada, no pude menos que admirar el sentido comunitario mostrado en el autosacrificio de los danzantes. Al identificarme como parte de Occidente, los límites entre mi comunidad y yo están bien definidos. Mientras tanto, parece que para los Yaquis, cada miembro de su etnia no es sólo una parte de su comunidad, sino que su comunidad florece dentro de él; cada miembro significa la resiliencia y la resistencia.

Desde esta perspectiva, los danzantes que vivifican a los fariseos se vuelven parte del cosmos y trascienden la vida humana al participar en la lucha entre el bien y el mal. Así, los Yaquis firman su sitio en el firmamento viviendo sus tradiciones. El choque entre dos fuerzas opuestas termina cuando los fariseos se reúnen el sábado de Gloria, rodeados por una multitud, tanto Yaqui como mestiza, donde reciben chicotazos por haber expuesto a Jesús. Luego de esta ceremonia (dolorosa por cierto), los fariseos se deshacen de sus máscaras y vestimentas, amontonan los instrumentos e indumentarias de la Pascola y les prenden fuego.

—[…] y eso es quemado y convertido en cenizas. Porque de la tierra venimos, y a la tierra volvemos— dice Manuel Rentería, haciendo alusión al término e inicio de un ciclo nuevo.

 

Los Mestizos y los Fariseos

A pesar del misticismo de su tradición, los Yaquis no son los únicos que celebran la Cuaresma. Lo mismo ocurre con el resto de los católicos practicantes. Identificados como mestizos, para muchos, las tradiciones de los Yaquis parecen distintas, si no exóticas. No todos comparten el sentimiento sagrado de la tradición Yaqui y prefieren las costumbres que se remontan a los españoles que fundaron Hermosillo. La razón por la que los mestizos no participan en estas tradiciones no es por un celo por parte de los yaquis, al contrario, están abiertos para recibir a personas foráneas a sus costumbres.

—Nosotros […] invitamos a toda la comunidad a participar con nosotros en las distintas comunidades [Yaquis] —dice Manuel Rentería, nombrando las diferentes colonias de Hermosillo donde los mestizos pueden unirse en celebración a los Yaquis—. Allí podrán hacer preguntas y nosotros las responderemos con todo corazón.

Los Yaquis llaman y el pueblo responde, tal como se evidencia los sábados de Gloria. Esto no es sólo una invitación para que el Occidente vea una tradición arraigada en las creencias del desierto de Sonora, sino un llamado a desconectarse de la tensión del mundo moderno y generar un vínculo con la antigüedad.

En una realidad tan compleja como la actual, una definición de alma puede quedarse corta. Quizás dependa de la perspectiva. Tal vez no existe y sólo es eso, una palabra. Sin embargo, los Yaquis viven a través de sentimientos religiosos, construcciones filosóficas y sentimientos espirituales. A través de ellos, tienen un sentido y un propósito. El Norte de México, a través de sus tradiciones, permanece conectado con su alma.