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El Centenario Pitic: Justo reclamo sobre Nuestra Matria

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. VIERNES DE TERTULIAS. 3 de mayo.

—Te felicito, Héctor, siempre desbordas cultura y enalteces, en tus colaboraciones, a “Primera Plana” —me halaga inmerecidamente, como cada viernes, mi no menos culto y amigo Lic. Juan Antonio Ruibal Corella—, en especial la de hoy, sobre “Hermosillo, su historia, frontera nómada y sedentaria. PRIMER CENTENARIO, al rescate del amor al viejo Pitic”. Pero tengo un pequeño y cordial reclamo qué hacerte…

—¡Ah caray! —le contesto— pues ¿qué escribí, qué omití o qué, Juan Antonio?—. De testigos, no poco estupefactos y sonrientes, el Lic. José Ángel Calderón Trujillo y el Ing. Claudio Escobosa Serrano, hijo de Don Gilberto Escobosa Gámez, hermosillense nato, testigo del bucólico crecimiento e incipiente desarrollo educativo, cultural y económico, como tal, sin par cronista de nuestro antiguo Pitic y hoy orgullosa ciudad (otrora “capital agrícola del noroeste”).

—Mira —me obsequia, poquitín descolorida su portada por el paso de casi cuatro décadas— un ejemplar del libro “MEMORIA. Festejos conmemorativos del sesquicentenario de Hermosillo como ciudad (1828-1978) y del centenario como capital definitiva del Estado de Sonora (1879-1979)”. No haces ni una sola mención, “no me pelaste”, como se dice coloquialmente, agrega tan sentido como sonriente…

Lo recibo, lo ojeo y lo hojeo con sumo interés un par de minutos y no me queda nada más qué agregar que:

—Tienes toda la razón, Juan Antonio. Mea culpa. —Continúo mirando los textos y las artísticas fotografías del volumen—. ¿Cómo no recordar y justipreciar esos integradores festejos que tú coordinaste? En realidad, era y eres garantía de éxito, en todos los órdenes, en lo que se te encomienda. Lo mismo en el departamento de extensión universitaria, como ganador de concursos nacionales de historia y prolífico escritor de Editorial Porrúa, en el Colegio de Notarios Públicos. Me consta en lo personal, porque en el que sí me invitaste e involucraste (sí “me pelaste” ha ha) fue el del tricentenario del arribo al noroeste novohispano del epígono de la Orden de los jesuitas, Eusebio Francisco Kino. Pero ¿sabes qué? Déjame vincular mi breve ensayo de hoy con la celebración de los festejos cuyo testimonio guarda este valioso ejemplar, todo un tesoro histórico-bibliográfico para la identidad de nuestra “matria”, como las llama Don Luis González. Te prometo un desagravio.

—No, no publiques nada, sólo era una reacción inmediata desde esta madrugada que me deleité con tu narrativa tan evocadora —me dice el ilustre Notario—. Sólo me entrevistó una reportera de Proyecto Puente, sobre el contenido del Arcón de los recuerdos, que deberá abrirse el 26 de abril de ¡2079!: monedas, fotografías, troqueles de la medalla conmemorativa, periódicos, carteles de la Feria del Centenario y otros objetos de la época.

—¡Claro que sí! —le prometo—. Seguramente ambos nos explicaremos el porqué de mi ausencia en ese Comité de notables de los festejos. Y dime una cosa: ¿no se lo enviaste oportunamente a la alcaldesa Célida López o a alguien de su responsabilidad cultural, ensimismados en las millonarias Fiestas del Pitic?

—Sí —me responde— y lo mismo que me contestó ese tarro de miel de abeja que tenemos en frente, fue su comentario.

—¡Qué grosería!

—Pues sí, Héctor, por eso consideré que sólo muy pocas personas como tú pueden valorar nuestro rico pasado y nuestro esfuerzo para regalar, a los hermosillenses, sus necesarios festejos cívicos.

II. Hice un campito en la abultada agenda académica de docencia e investigación filosófica jurídica y dediqué y sacrifiqué, dulcemente, el domingo para “hacer adobes” y recrear aquel mi año de 1979.

Después de mi paso por la sorpresiva designación como director de la Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora (1972-1977); de transitar por aquel cíclico y álgido conflicto universitario de 1973 (cuya verdadera historia de los vencidos está por escribirse); de mi reciente y venturoso matrimonio con mi maravillosa esposa María Dolores y nacimiento de mi primera y bendita hija Rocío, en un forzado exilio universitario, retomé mi carrera judicial federal y me re encontré con mi Juez de Distrito y ya magistrado del Tribunal Unitario del Quinto Circuito, quien me invitó a colaborar como Secretario de Estudio y Cuenta, el legendario Don Darío Maldonado Zambrano.

El inolvidable periodista Abelardo Casanova, que simpatizó con el grupo de “activistas” opositores el rector Alfonso Castellanos Idiáquez, me abrió las páginas de su Diario vespertino “Información” e inicié una segunda y honorífica profesión de periodista cultural, continuada en “El Imparcial” dirigido por José Alberto y José Santiago Healy, por 20 años y ahora en “Primea Plana” y en portales digitales que, por lo que veo, ya llega a ¡40 años!

Estando en el Tribunal Unitario me invita a colaborar, como sub director en el Estado del Instituto Nacional Indigenista–COPLAMAR, el ex profesor de tiempo completo, compañero de lucha universitaria y recién delegado, Lic. Mariano Carreño Carlón. Otra formativa experiencia jurídico social de la tardía reivindicación de nuestras etnias Pápagos, Seris, Yaquis, Mayos, Guarijíos y Pimas que, asumida con seriedad y honestidad, ¡créanme! avergüenza nuestro confort pequeño burgués y marca la vida para siempre.

No se trata de escribir sobre mí, pero lo refiero para que veamos juntos, Juan Antonio, mis dilectos lectores y yo, desde dónde fue mi lógica, mi mirador y mi perspectiva de esa rescatable efeméride centenaria digna de —¡al menos!— no enterrarse en el oprobioso olvido. ¿Qué le importa, al mezquino pragmatismo de las nuevas generaciones de ciudadanos y sobre todo de los políticos, la historia, aunque sea SU historia? Por eso somos como somos (los bárbaros del norte, José Vasconcelos dixit) y por eso estamos como estamos (cantaron los Apson boys).

III. El libro, con un tiraje de 2,000 ejemplares publicado en Editorial Libros de México S. A. de México, D. F., consta de 255 páginas, bellamente ilustrado en elegante papel couché.

Su contenido es un monumento a la meticulosa organización de instituciones y de personas que sólo un Juan Antonio era y es capaz de aglutinar, en extenuantes jornadas del 24 de marzo al 23 de agosto. Dígase si no la programación:

. Presentación al lector.

. Consideraciones Históricas sobre la fundación de la actual ciudad de Hermosillo.

. Canción a Hermosillo (letra y partitura).

. Decreto que ordenó el cambio de nombre de Pitic a Hermosillo.

. Programa oficial de los Festejos del Sesquicentenario.

. Elección de Reyna Centenario.

. III Certamen “Sor Juana Inés de la Cruz”.

. “Gran Feria Centenario” y Exposición Agrícola, Ganadera, Comercial, Industrial y Cultural.

. Medalla Conmemorativa.

. Timbre Conmemorativo.

. 26 de abril de 1979, Día del Centenario.

. 26 de abril de 1979: Sesión Pública Solemne Extraordinaria del H. Ayuntamiento y Velada Cívica de Gala.

. 30 de abril: Homenaje a Rodolfo Campodónico, autor del Vals Club Verde.

. Campeonatos Nacionales de Base-Ball Infantil y Juvenil.

. Certamen “Monografía Histórica de Hermosillo”.

. 6 de mayo: Clausura de los Campeonatos Nacionales de Base-Ball.

. Clausura de la Gran Feria Centenario.

. Gran Certamen Fotográfico “Hermosillo, su vida y su gente”.

. Monumento conmemorativo de los festejos del centenario.

. Discurso pronunciado por el Lic. Félix Tonella Luken, Tesorero del Comité Organizador.

. Inauguración de las obras de la Capilla San Antonio.

IV. EL IMAGINARIO CAFÉ CAMINERO.

—¿Sabes qué, Juan Antonio? La verdad es que no puedes quejarte de tus merecidos homenajes “en vida, hermano, en vida”. Reconozcamos también la labor de los cronistas sucesores a Don Gilberto Escobosa Gámez: Rafael Aguirre, Rómulo Félix Gastélum e Ignacio Lagarda Lagarda. Dicen que toda comparación es odiosa. Pero los de nuestra generación —“parque jurásico” nos llaman con ¿respeto, admiración?— pertenecemos al 3% de la población; y, educativa y culturalmente, estamos ya en vías de extinción, pero debemos ganarnos el derecho de seguir siendo necesarios. En Perú ya se habla de incorporar, a su legislación de seguridad social, la “cuarta edad”. En nuestra época, enseñar y escribir era una tarea de carácter épico y con reconocimiento social. Hagamos, verás, un recuento del desfile de los nombres y de las fotografías de las personalidades (polémicas algunas) que tenemos en el ejemplar de tu Memoria, que gozan del sueño de los justos en la dimensión desconocida y en las páginas de escasas bibliotecas y polvorientas hemerotecas de nuestro desnaranjado, carneasadero y palenquero pueblo: Gobernador, Lic. Alejandro Carrillo Marcor; Alcalde, Dr. Ramón Ángel Amante Echeverría; Tesorero municipal, Gilberto Escobosa Gámez; Secretario del Comité, Dr. Gastón Cano Ávila; Vocales, Manuel Agraz Guereña, Arq. Arturo Oliveros, Prof. Amadeo Hernández Coronado, CP. René Montaño Terán, Dr. Jesús Contreras Carranza; Rector de la Universidad, Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez; Marcia Coquer de Ruibal, Julieta Carranza de Amante, Prof. Luis López Álvarez, Guillermo Turnbull, Mag. Francisco Soto Figueroa. Y sobrevivientes, Tesorero del Comité, Lic. Félix Tonella Luken y jurado del monumento del centenario, Arq. Oscar Romo Salazar.Servido, Juan Antonio. Me debes el siguiente café.