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#MeToo: exhibiendo acosadores sexuales

STOCKHOLM 20171019 Me too. Kampanjen på sociala medier där kvinnor delar med sig av erfarenheter av sexuella övergrepp. #metoo Foto: Fredrik Sandberg / TT / kod 10080

Por Jorge García Mendoza

 

En el año 2017 se popularizó en Twitter el hashtag “#MeToo” a raíz del escándalo en el que estuvo inmiscuido el estadounidense y director de cine Harvey Weinstein, debido a que la actriz Alyssa Milano invitó a todas las mujeres a utilizar el hashtag como medio para sacar a relucir las conductas misóginas de las que habían sido o eran víctimas, alcanzando una enorme popularidad y expansión, pues en todo el internet (ya que en otras redes sociales —como Facebook— lo utilizaron) abundaron los relatos y denuncias anónimas.

Este mecanismo de denuncia es sencillo de explicar, funciona de la siguiente manera: una persona escribe un relato —desde el anonimato o libremente revelando su identidad— en el que se identifica como víctima de acoso sexual, señala al presunto responsable, añade el hashtag “#MeToo” y publica su mensaje. De manera que “MeToo” utiliza la empatía como herramienta empoderadora.

Pero, más allá de las cuestiones meramente informativas, debemos analizar y reflexionar sobre aspectos muy importantes de este fenómeno, toda vez que se entiende lo riesgoso que es el asentir como verdad una afirmación que señale como culpable a alguien desde el anonimato.

Debemos partir de tres bases para reflexionar el tema:

  1. No es ningún secreto que la palabra es poder.
  2. Las redes sociales maximizan y facilitan la comunicación.
  3. La manipulación es peligrosa, sobre todo si al primer elemento se agrega el segundo, pues Malcolm Little dijo una vez: “Los medios de comunicación son el arma más poderosa sobre la faz de la tierra, pueden hacer al culpable inocente, y al inocente culpable, y eso es poder”.

Sin duda esta “herramienta” es un arma de doble filo, toda vez que puede ser conducto para señalar injusticias o el medio para crearlas, lo que resulta controversial por su naturaleza misma. La “relatividad de la justicia” es un punto que no podemos desenfocar nunca, sobre todo si consideramos que el medio para dictaminarla no es objetivo ni científico, sino un simple dicho (relato) y un sinfín de “clicks” (likes, comentarios, y compartidas) en redes sociales que lo apoyen, de manera que el principio de inocencia se elimina.

Las grandes reflexiones que oscilan en el fondo de esta temática son las siguientes: ¿debemos ponderar la presunción de inocencia en alguien o el dicho de una persona que se dice ser víctima y que le señala como culpable desde el anonimato?, ¿Es justificable y debe ser respaldado este movimiento por considerarlo medio de libertad de expresión y herramienta contra la opresión de las mujeres?, y ¿Ejercicio de sus derechos o abuso del derecho?

Bien es sabido por todos que la expresión de las ideas trae como consecuencia detractores y partidarios, en esta ocasión —como naturalmente sucederá— gano algunos y pierdo a otros al decir que si tengo que poner en una balanza la aprobación para utilizar esta peculiar “herramienta” —de denunciar desde el anonimato por redes sociales y que el dicho sea respaldado como verdad por las masas—, tengo que fallar en su contra, toda vez que considero no encontrar justicia en su practicidad actual o cuando menos considero necesario establecerle restricciones. Dice un proverbio muy conocido: “El infierno está lleno de buenas intenciones, y el cielo de buenas obras”, enseñanza muy valiosa que debemos recoger para este tema.

El verdadero punto de inflexión yace en la diferencia de los fines que se persiguen originariamente con este movimiento, y la práctica del mismo, la tan usual diferencia entre “teoría y realidad”. Situación que no logran identificar sus partidarios, toda vez que argumentos y razones sobran, como:

  1. La importancia del principio de inocencia (y su reiterada violación con este movimiento).
  2. El hecho como realidad de la imperfección humana y su natural malicia.
  3. Que el castigo social muchas veces es más severo —y en algunos casos perpetuo— que el penal.

Todo lo anterior trae como consecuencia lo siguiente: bajo la perspectiva de quienes apoyan esta forma de denuncia “exprés”, cualquier hombre puede ser señalado sin fundamentos como violador, potencial violador, o acosador; ya que su condición de género (ser hombre) es lo que se toma en cuenta, y no su forma de ser, pensar o actuar, lo que desata a esto en una nueva —y tal vez peor— “cacería de brujas”, donde ya no solo basta que alguien señale como culpable a otra persona sin tener razones, sino que lo puede hacer desde el anonimato y este es culpado al instante, sin juicio.

Basta mencionar un ejemplo muy triste para detenernos a reflexionar sobre este tema, el caso de Rodrigo Saavedra, hombre que fue acusado y condenado a prisión 15 años porque supuestamente violó sexualmente a su hija de 9 años de edad. Después de pasar algunos años en prisión, su hija confesó que su padre nunca la había violado, y que ella mintió porque su madre y abuela la convencieron para hacerlo. He aquí la prueba viviente de la terrible malicia con la que pueden actuar algunas personas.

Si el caso de Rodrigo es alarmante —y éste fue condenado a través de un proceso judicial— imaginen ahora lo escandaloso que puede ser el señalar y condenar socialmente como violador o acosador a un hombre que es denunciado desde el anonimato y sin pruebas, —con todas las repercusiones que acontecerían en su vida (laboral, académica, psicológica, financiera)—. No es extraño que naturalmente algunos señalamientos provoquen depresión y hasta suicidios.

Debo hacer hincapié en que el hashtag “MeToo” fue útil y puede ser útil para muchos casos, el problema reside en que es una herramienta al servicio de las intenciones de las personas, y al igual que un arma, esta no conoce de la verdad ni de la justicia, solo es un objeto al servicio de una voluntad pulcra o maliciosa que le antecede, cada quien tendrá su criterio, el mío está revelado, debemos tomar conciencia del poder de las palabras, este es un llamado a la reflexión, pero sobre todo de nuestra responsabilidad a la hora de hacer uso de las redes sociales, toda vez que tengamos presente que en esta época la “verdad” puede ser secuestrada y utilizada a merced de cualquiera.

 

*Alumno de Derecho de la Universidad de Sonora.