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Raíces y años del ex gobernador Armando López Nogales

“Toda persona es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña».

—Mark Twain

 

Por Héctor Rodríguez Espinoza

 

Ante su bien diseñada promoción y por curiosidad social —es Nota, dicen los reporteros—, asistí a la concurrida y grata presentación del libro Mis raíces y mis años, 2019, edición de autor, sin ISBN (International Standard Book Number, o «Número Internacional Normalizado del Libro», identificador único para libros), previsto para uso comercial. Contiene 410 pp., 12 capítulos y un epílogo, memorias del ex gobernador Lic. Armando López Nogales, redactado estupendamente por el cronista oficial y vitalicio de Hermosillo, Ing. Geólogo y escritor Ignacio Lagarda y he leído y mirado el carrusel de sendas entrevistas, previas y posteriores, en los medios locales.

Mi primera impresión: 28 de marzo, en Twitter, a las 21:42: “De los comprobados y fríos datos cuantitativos y de las innegables y demostradas obras cualitativas, consignadas en el ¿tardío? e interesante libro auto biográfico, mea culpa y legítima defensa política del ex gobernador, ¿quién(es) y cómo fue(ron), entonces, durante 6 largos años, su(s) director(es) de comunicación social?”.

Había leído, en su momento, las interesantes y reveladoras Memorias de Luis Encinas Johnson y las de Alejandro Carrillo Marcor.

Mi filosofía es privilegiar el juicio de lo positivo de las personas, pues ¿quién —libre de toda culpa— puede arrojar la primera piedra? Yo no. Como dice mi mejor amiga: “En el fondo de las cosas, somos lo mismo que criticamos”. Basta mirarnos en el espejo de la conciencia.  

Como autor de 25 libros académicos, sé el grado de dificultad que encierra cada uno y la incomprensión de la crítica facilona, en un estado cuyo índice de lectura es 4.5 libros al año. Aferrados a su celular, es nula la afición a la lectura por placer de los universitarios, sólo leen lo que los profesores les indicamos amén del poco interés de los adolescentes, tema que preocupa a más de un intelectual.

Confieso que, por mi pletórica agenda académica y familiar, no he tenido tiempo y disposición para leerlo, como sí lo hice, en su momento, con Biebrich. He vivido con dignidad, M.A. Porrúa 2014, 351 pp., 10 capítulos, del constitucionalista y también ex gobernador Lic. Carlos Armando Biebrich Torres, al que le dediqué 8 partes de mi análisis crítico, en el excelente Semanario Primera Plana, que dirige el Lic. Francisco Javier Ruiz Quirrín, consultables en hemerotecas, para su seria comprensión. Debo decir que su difusión dividió opiniones en una hiper sensible clase política y periodística, cada vez más y mejor informada como una neo santa inquisición.

Recordar a tantos bachilleres cananeenses con quienes, en mi época preparatoriana y profesional en la década de los 60s, conviví en aquella Universidad todavía democrática y bucólica, es no sólo nostálgico, sino hasta melancólico. No había todavía el exclusivo y elitista Tec de Monterrey, ni las Universidades privadas que, desde los 80s, proliferan, quizá más como empresas que como opción educativa y cultural necesaria y complementaria a nuestra Alma Mater.

Apellidos como Tapia Quijada, Barreda Robinson, Pérez Carrillo, Ahumada Barreda, Córdova Romero, Vidal Ahumada, Villavicencio Martínez, García Maheda, Portillo, Loaiza, Bustamente Maldonado, Hirata Rubiano, Ochoa Kosterlisky, Soto Silva, Espinoza Ojeda, se agolpan en la cansada memoria. Mis giras, desfiles y ceremonias con la Banda de Música del Mayor Isauro Sánchez Pérez a la tradicional Feria del Cobre a ese histórico Mineral, la cárcel museo y el paseo en la plaza y bello kiosco.     

Hay una relación universitaria con Armando desde sus años de alumno de la Escuela de Derecho, en la que fui maestro de uno de los dos grupos de su excepcional generación y Director. Recuerdo, por ejemplo, a María Inés Aragón Salcido, María Teresa González Saavedra, Guillermo Molina Elías, Manuel Fernando López Obregón, Manuel de Jesús Coronado, Ramiro Gálvez León (+), Francisco Mendoza Palacios (+) y Sonia Quintana Tinoco. Como Director le asigné su jurado profesional y después la cátedra de Derecho Agrario, pues ya era un especialista. También con su gentil hermano Rafael (+) a quien —a petición de su primo hermano, Manuel Zatarain Nogales— le confié la importante cátedra de Derecho Internacional Privado, pues traía un excelente kardex y me dedicó su tesis profesional de la prestigiada Escuela Libre de Derecho. Con su hijo menor Arturo, a quien acompañé en sus estudios de abogado en la Universidad del Noroeste, en la cual también fungí como Director. Finalmente existe un afecto mutuo con el Lic. Alfonso Molina Ruibal, exalumno, líder estudiantil, compañero en la Universidad durante el rectorado del Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez y durable político profesional. Todo ello forma un cuadro de una positiva identificación por lo que, en su oportunidad, deberé leerlo y escribir mis evocaciones y mi crítica constructiva.

Lic. Carlos Armando Biebrich Torres, María del Socorro de Biebrich, Lic. Donaldo Colosio Murrieta y Diana Laura Riojas de Colosio. 1990.

Por lo pronto debo sólo comentar cinco detalles:

  1. Ambos evocan, supongo que con respeto y honestidad, la figura del malogrado candidato presidencial y paisano Lic. Luis Donaldo Colosio Murrieta, en elocuentes fotografías: Armando López Nogales —aún reciente la tinta del 25° aniversario del artero asesinato—, en la contraportada, durante algún momento de campaña; y Carlos Armando Biebrich Torres, en la pp. 342, como testigo de la elegante boda de su hija Martha, en 1990.
  2. Al salir del evento, apretujados en la cola para la firma del volumen, un viejo compañero de la S.S. Historia, de apellido Cázares, encantado por las emociones y sentimientos colectivos encontrados por los excelentes cuatro discursos, me preguntó: “Doctor, usted que sí sabe, ¿es posible la reelección de un gobernador?”. La sola pregunta llevaba su respuesta.
  3. Habiendo colaborado, en su sexenio, como Presidente del Consejo Editorial del Instituto Sonorense de Cultura que dirigió el culto historiador, Notario Público y amigo sincero, Lic. Juan Antonio Ruibal Corella y editado ¡72 libros, uno por mes!, de concursos, de rescate y de propuestas de autores, lamenté la omisión de tan importante contribución literaria en la ceremonia. Espero se contenga en el texto. Lo integraban, entre otros, Imanol Caneyada, joven español entonces residente en San Luis R. C., hoy periodista cultural free lancey laureado novelista y Marco Antonio Soto Román, veterano jefe de publicaciones de la Universidad de Sonora. Recuerdo, por ejemplo, una muy bien documentada “Historia de Hermosillo”, del ex sacerdote Flavio Molina; “Donde corre el viento suave” del Prof. Leo Sandoval, relato único de la fundación de la primera escuela primaria en el poblado de Desemboque, de los Seris, despojados propietarios originarios de estas tierras pitiqueñas; “Altar y otros relatos”; “Vida y obra” del laureado cuentista guaymense Edmundo Valadés; “Canasta de Cuentos” de una premiada literata de Navojoa. La imprescindible cultura debe llevarse bien con la política y con el deporte. «La literatura sobrevive todas las catástrofes», expresó el laureado escritor nicaragüense, primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes, Sergio Ramírez.
  4. Creyente en la virtud de la gratitud —infortunadamente en extinción—, Armando le endosaba periódicamente el cheque de regalías como coautor con su hermano Rafael, de la Ley Agraria Comentada, Porrúa, 1998, al empírico bibliotecario Francisco “Panchito” de la Torre. Este personaje inolvidable lo ayudó —como a todos los egresados de tantas generaciones— a encontrar la bibliografía de su tesis profesional y era el enlace, para su primitiva impresión mimeográfica, en Tesis Reséndiz de la capital del país. Su nombre, en placa de bronce, se le impuso en dicha imprescindible sala de lectura y reflexión. Amante de la pesca, “Panchito” dispuso que sus cenizas se dispersaran en una de sus playas favoritas de Bahía Kino. “La mejor Universidad es una buena biblioteca, muchachos”, nos repetía en clase el maestro, penalista, criminólogo y ex rector Roberto Reynoso Dávila.  
  5. Sin duda fue “el día de Armando”, le dije a mi esposa al regreso del evento, mostrándole los dos ejemplares adquiridos y dedicados, el segundo para mi hijo Héctor, abogado residente en Monterrey, NL. Pero la pregunta que se hacen tanto sus malquerientes (“Entre todos” TV, vgr., programa dominical) como sus simpatizantes (ex colaboradores, sobre todo), ambos colectivos de toda la vida, más allá de la sorpresiva, publicitada presentación y explicable y justificable mea culpa y legítima defensa política: ¿qué quiere y merece el ex gobernador Lic. Armando López Nogales?