Destacada

Rumbo y certidumbre: materias pendientes

PIE DE FOTO:

1.- Se ve difícil que México logre un crecimiento de 4% del PIB al cierre del año.

2.- El nuevo gobierno se ha enfrascado en una lucha contra los sindicatos.

 

Por Bulmaro Pacheco

 

A cuatro meses, existe la percepción de que le falta rumbo a la conducción del gobierno originalmente llamado de la Cuarta Transformación. Muchas indefiniciones, demasiadas confusiones y pocos problemas abordados de fondo. Muchos cabos sueltos todavía.

En la política económica, las cosas no están saliendo tan bien como algunos lo presumen y ninguno de los indicadores positivos esperados por el nuevo gobierno se están cumpliendo.

La mala noticia de esta semana es que las previsiones económicas del crecimiento del PIB para el 2019 nada más no cuadran. López Obrador prometió un crecimiento del PIB del 4% y hasta ahora se prevé que quizá solo se crezca un 1.5%, si bien nos va. El presidente insiste en un 3%, pero se ve difícil por los problemas del entorno.

La inversión privada está detenida y la inversión pública camina apenas a marchas forzadas, sin que el dinero se note todavía en las regiones.

Para variar, Alfonso Romo, el interlocutor del presidente con el sector privado, acaba de anunciar un nuevo recorte presupuestal cercano a los 200 mil millones de pesos “porque los ingresos no han estado al nivel que se esperaban”, dijo. Ahí debería Romo explicar en qué quedó aquel compromiso de utilizar los “500 mil millones” que según ellos le cuesta a México la corrupción e iban a invertirse. ¿Dónde está ese dinero?

La inversión extranjera está en espera de mejores señales de confianza y certidumbre, y se ve cuidadosa con los pasos que está dando. Aun así, se conservan los niveles heredados de los gobiernos anteriores.

¿Factores que influyen? La incertidumbre política y las decisiones tomadas en relación a la economía, como la suspensión del aeropuerto; “La desaceleración de la producción industrial en los Estados Unidos; una mayor volatilidad financiera internacional; incertidumbre por la política exterior; debilitamiento de la inversión privada; retraso en la ratificación del tratado de libre comercio y un mayor deterioro en la calificación crediticia de Pemex. (Enrique Quintana, El Financiero).

La política interna dista mucho de ser la correcta para un momento de transición política. Los gobernadores de los estados debieron pasar la amarga experiencia de las rechiflas en eventos públicos en presencia del presidente, y es a ellos más que a nadie a los que se les está litigando la inversión federal, argumentando los nuevos funcionarios que los recursos se aplicarán directamente a los destinatarios de las obras, y los servicios sin la intermediación de nadie, salvo ellos.

En eso están los llamados “superdelegados”, con la pretensión de convertirse en auténticos contrapesos, competidores —de partido— de los Ejecutivos estatales en relación a las posturas del gobierno federal y el destino de las inversiones sobre las principales clientelas políticas.

Esa estrategia también ha sido novedosa y no les han salido los planes como lo habían definido desde el principio. Primero dijeron que iban a desaparecer a las delegaciones federales en los estados y que iba a existir uno solo. Después que se llamarían “representantes”, según las reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública, y posteriormente hemos visto que ni se eliminaron las delegaciones y que cada titular de secretaría ha venido nombrando a sus representantes en los estados.

Se ve difícil que México logre un crecimiento de 4% del PIB al cierre del año.

No hay una política interna que destaque, a excepción del activismo del partido en el poder, que busca consolidar una estructura fuerte basada en los programas de gobierno con miras a los procesos electorales de 2021 y 2024. Viene la elección de 15 gobernadores entre 2019 y 2021.

Al resto de los partidos se les amaga constantemente con el recorte de sus prerrogativas, y ha sido desde Morena y sus legisladores donde se han elaborado las iniciativas para reducirle a los partidos los recursos económicos en beneficio del partido oficial. El objetivo ha sido muy claro, el desmantelamiento de los partidos opositores en abono de Morena.

La lucha contra los sindicatos es otra constante de la política interna del nuevo gobierno. Por ahora tienen como objetivo competir con la CTM, fomentando la creación de organizaciones alternas (CATEM) que le quiten miembros y la retiren como la interlocutora principal del movimiento obrero que ha sido en los últimos años. No ha sido gratuita la renovada presencia en México de Napoleón Gómez Urrutia.

En materia sindical el nuevo gobierno ha concentrado su atención en fomentar la interlocución con la disidencia del SNTE —la CNTE—, y tratar de desaparecer del escenario político al dirigente nacional de los trabajadores petroleros.

En un arranque inédito y que no ha respetado las formas políticas ni la titularidad de la relación laboral de los trabajadores de la educación, el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados Mario Delgado, acaba de decir que el dictamen de la reforma educativa —ya aprobado en comisiones— no se someterá a consideración del pleno… “hasta que no terminen de revisarla en la CNTE” (sic).

Lo irónico del caso es que la CNTE apenas representa a un 9% de los trabajadores de la educación, mientras que el SNTE es mayoritario en ese tema, además de que coordina a 55 secciones sindicales mientras que la CNTE apenas cuenta con fuerza y representación en Oaxaca, Chiapas, Michoacán, y una parte de las secciones de la Ciudad de México. Tampoco aquí ha sido gratuita la renovada presencia de Elba Esther Gordillo y su intención de formar un nuevo partido político.

El nuevo gobierno, no ha elaborado una idea central —de corte político e ideológico— ni definiciones políticas y constitucionales que le sirvan como punto de partida para la defensa de su proyecto.

Su apego al recetario contra el neoliberalismo, sumado a los constantes señalamientos contra los gobiernos del pasado inmediato, los hace enredarse en sus propias palabras, sin definición alguna y en constante contradicción por la aplicación de las recetas del pasado al manejo de la economía, omiten registrar que culpar al pasado de todo, no necesariamente significa resolver con ello los nuevos problemas.

También la iniciativa de revocación de mandato está alterando la relación del Ejecutivo con los principales actores políticos, tanto, que en un principio se arraigó la idea de que se pretendía la reelección y el presidente se vio obligado a firmar un compromiso negándolo, a pesar de estar prohibida en el artículo 83 constitucional.

El fenómeno migratorio que enfrenta actualmente México dista mucho de ser como los anteriores. Ahora es más complejo, más numeroso y variado y por lo que se ve, ahora no solo centroamericanos tratan de llegar a los Estados Unidos vía México, también africanos y personas del Caribe (Cuba y Haití) están tratando de utilizar a México como trampolín, dejando sus tradicionales bastiones de Florida y las entidades del sur de los Estados Unidos. Así son, así han sido las migraciones en el mundo y ahora le toca a México enfrentar un problema que no se previó, y menos el impacto del mismo en las relaciones con el gobierno de Donald Trump, que presionado por su intención reeleccionista lanza ataques a México a cada rato, acusándolo de no hacer nada en el fenómeno migratorio, amenazando con cerrar la frontera o poner aranceles a nuestras exportaciones. Lo peor es que al nuevo fenómeno migratorio no se le ha entendido a cabalidad, ni en su complejidad ni en sus derivaciones.

El bono democrático se está agotando y ya han empezado las críticas, también los abucheos; algo que no esperaban tan temprano. El presidente debe hacer autocrítica y su gabinete aplicarse más y con mayores niveles de competencia. No bastan los 30 millones de votos.

La tarea de gobernar exige visión, información, prudencia y conciliación, entre otras. Lo de la llamada 4T tienen el poder, pero no operadores, tienen la administración pero no administradores.

Como dice José Ramón Cossío: “En los últimos días al presidente sde le ha visto molesto. Desafortunadamente no ha tenido la serenidad de responder a las interrogantes directas, o a las muestras de rechazo colectivo con la agudeza o la ironía mostrada en otros años. Tal vez su malestar tenga que ver con la erosión de las condiciones sociales que le han posibilitado su hablar performativo. Esa terca realidad que no acaba de hacerse a su palabra”. Tiene razón.

 

[email protected]