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Rodada por la Justicia ABC

Por Alberto Maytorena/

“Mi nombre es José Francisco García Quintana, soy padre del niño Andrés Alonso García Duarte que falleció el 5 de junio de 2009 con cuarenta y ocho bebés más, y esta bici-marcha fue una propuesta de jóvenes universitarios, precisamente de la Universidad de Sonora, que la retomó el movimiento Cinco de Junio”.

En el rostro del hombre no hay signos de fatiga. A pesar de correr durante seis angustiosos kilómetros siguiendo a un centenar de ciclistas, las palabras salen de su boca con claridad y decisión. José Francisco grabó en su celular toda la bici-marcha, realizada como parte de los eventos conmemorativos previos al cuarto aniversario de la tragedia.

A las diez y seis y media horas, por encima de los restos de la guardería, el sol se erguía como una pieza de oro incandescente mientras los primeros ciclistas buscaban refugio en la sombra de la gasolinera en contra-esquina. Se trataba del grupo Los Cerrícolas, a cargo de Felipe Larios Gaxiola, quienes se encargaron de trazar la ruta y llevar a cabo la logística del recorrido.

El evento no inició sino media hora más tarde. Los ciclistas se desplazaron por la pequeña fracción del Periférico Sur que los separaba del boulevard Vildósola, y subieron hasta tomar la calle Pino Suarez. En el trayecto se apreciaban algunos de los participantes al costado del camino, desmontados, mirando a su bicicleta como si esta hiciera un berrinche.

Una vez en plaza Emiliana de Zubeldía, Julio César Márquez Ortiz, padre de uno de los niños y vocero del movimiento, depositó dos coronas funerarias en el pequeño monumento hecho de cruces, manifestando que en algún momento en el futuro, serían trasladadas a la bodega misma donde se desarrolló el siniestro.

“Estos corazones (un corazón rosa y un corazón azul), representan 24 de niños y 25 de nenas, deberían estar colgando quizás en alguna pared (son muy bonitos), desgraciadamente son el motivo por cual estamos aquí”, mencionó Julio César, interrumpiéndose constantemente, como buscando adjetivos que se ajustaran a la magnitud de sus palabras.

Patricia Duarte Franco, otra de las voceras y madre del niño Andrés Alonso, realizó el pase de lista de los cuarenta y nueve niños que murieron en la tragedia. Usando lentes de sol y una gorra que cubrían la mayoría de sus expresiones faciales, en la voz de Patricia se percibía una angustia gigantesca, pero también una nota de fortaleza y esperanza materna.

Por cada niño mencionado, los ciclistas respondían “no debió morir” con tranquilidad. Mientras Patricia hablaba por el micrófono, un par de niños jugaban delante de ella, sin preocuparse por sus palabras, como el símbolo de la inocencia infantil que el grupo Cinco de Junio busca proteger.

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