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A los 90 años, el PRI luce no sólo viejo y decrépito, sino cerca del final

Llega a su cumpleaños, dividido, confrontado internamente, muy debilitado y sin un solo liderazgo a la vista que pudiera erigirse como la tabla de salvación

Por Feliciano J. Espriella

Hay individuos que al llegar a los 90 años lucen saludables, con energía y dinamismo; otros en cambio, o no llegaron o si llegaron, nadie se explica cómo sucedió. Una vida ordenada o una vida licenciosa caracterizan a unos y otros.

A las instituciones les sucede algo muy similar. Si su vida a lo largo de las décadas transcurrió en orden y de manera normal, al cumplir los 90 años es perfectamente previsible que se les avizore una buena y larga vida hacia el futuro.

Pero si buena parte de su existencia ha sido caótica, llena de excesos, traiciones, ineficiencia, corrupción y gandallismo, entre varias acciones negativas más, a los 90 años seguramente sus días en el ámbito en el que se desenvuelven, lo más probable es que estén contados.

El pasado lunes 4 de marzo, el otrora orgulloso e invencible Partido Revolucionario Institucional, cumplió 90 años de existencia.

En la peor situación política de su historia

Y ahora, al llegar a su 90 aniversario, el PRI está en la peor situación política en la que nunca había estado. Ni siquiera en el año 2000 cuando perdió por primera vez la Presidencia de la República, estuvo en una situación de tanta debilidad como está ahora.

En aquella ocasión, cuando Vicente Fox y Acción Nacional los echaron de Los Pinos, el PRI tenía todavía la mayoría relativa en el Senado, en la Cámara de Diputados y gobernaba 23 estados. El PAN aunque había ganado la Presidencia de la República estaba en segundo lugar.

En cambio, ahora tiene sólo 12 estados y todo apunta a que los va a ir perdiendo conforme se vayan renovando las gubernaturas, la mayoría de ellos frente a Morena.

En la Cámara de Diputados sólo tiene 49 de 500 curules, el 9%. El PT y el PES tienen más que el PRI y en el Senado, sólo 14 de los 128 senadores son priístas, sólo el 11%.

Llega a su cumpleaños 90 el PRI dividido, confrontado internamente, muy debilitado y sin un solo liderazgo a la vista que pudiera erigirse como la tabla de salvación que los proteja del naufragio. Un futuro muy, muy lúgubre, es lo que en estos momentos se avizora para el partido que durante 70 años ejerció un poder casi omnímodo.

¿Se acerca el fin? Quizás todavía no, pero pudiera estar muy cercano.

¿Quién califica a las calificadoras?

El pasado lunes la calificadora Standard & Poor’s (S&P) puso en revisión negativa la calificación de la deuda soberana de México, de Pemex y en consecuencia varias de emisoras que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores, como América Móvil, Coca Cola y Liverpool.

De hecho no les bajó la calificación, por lo pronto las puso en perspectiva negativa, lo cual no deja de ser una velada amenaza, ¿Pero de qué? ¿Se tratará de bailar al son que toque?

En su conferencia mañanera del siguiente día, el presidente López Obrador dijo que las calificadoras están castigando al país por la política neoliberal y a que su gobierno le toca pagar los platos rotos de una política económica ineficiente.

En realidad lo que no le gustó a S&P es el programa de rescate de Pemex porque lo consideran insuficiente, sin embargo, tal vez el presidente de la República no ande tan errado.

Resulta incongruente y muy sospechoso que ésta y ninguna de las otras dos calificadoras consideradas como las más importantes, nunca reaccionaron ante la evidente corrupción, ineficiencia y multimillonarias pérdidas anuales de la paraestatal. La siguieron consintiendo y de alguna manera avalando el irresponsable y monumental endeudamiento que tanto para el país como para Pemex, contrataron durante el peñanietismo.

En cambio, ahora que se están combatiendo a fondo las principales y más importantes causas de quebrantos e ineficiencia no sólo de Pemex sino de toda la administración pública, lo cual seguramente redundará en mejores condiciones económicas, las calificadoras, todas, enseñan los dientes y sacan al chicotito.

Ahora bien, de vuelta con S&P, desde hace mucho tiempo se le ha puesto en evidencia por hacerle el juego a los mercados. Hace algunos años fue multada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos por haber manipulado las hipotecas subprime. La multa ascendió a mil 453 millones de dólares.

Entonces, ¿Con qué autoridad se pone a descalificar y a bajar la calificación al gobierno federal y a Pemex? ¿Y a ella quién la califica? China tiene su propia agencia calificadora, precisamente porque a las llamadas tres grandes (Standard & Poor’s, Moodys y Fitch), no se les tiene confianza.

S&P tiene una larga lista de “errores” de apreciación. A Islandia, en el año 2001 le había dado una nota triple A debido a una nueva legislación bancaria de corte neoliberal, pero en 2008 el sistema bancario islandés quebró. En Italia en el año 2011 escenificó otro escándalo en el que tuvo que intervenir el gobierno.

Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.