Noticias_Recientes

Debaten repatriación de los restos del general Porfirio Díaz

«Que lo traigan en privado», reclaman historiadores; «con honores militares», reviran familiares y simpatizantes: a un siglo de su muerte, el expresidente Porfirio Díaz, cuyo autoritarismo desató la Revolución mexicana en 1910, desata nuevamente antagonismos tras una petición para repatriar sus restos desde Francia.

Nacido en septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca (sureste) y fallecido en julio de 1915 en París, Díaz, de sangre indígena mixteca, fue un hombre de contrastes, brillante militar clave en la derrota de la segunda invasión francesa a México (1862-1867) pero como presidente se aferró al poder en una dictadura que se prolongó 30 años salvo un breve paréntesis (1887-1880 y 1984-1911).

A un siglo de su fallecimiento, en Oaxaca reimpulsan añejas iniciativas para repatriar los restos de «mi general Díaz», como algunos lo llaman respetuosamente, que reposan en el cementerio Montparnasse de París, exilio del viejo militar tras dejar México en mayo de 1911 luego del estallido de la revolución en noviembre de 1910.

«Poco antes de morir, dijo varias veces: ‘quiero ser enterrado en la iglesia de la Soledad’, que está enfrente de donde nació y creció», comenta a la AFP Eduardo Díaz Gastine, uno de los bisnietos de Díaz.

Pero la iniciativa no proviene de la familia porque los Díaz firmaron en la década de 1950 un compromiso ante el gobierno mexicano, susceptible entonces ante cualquier movimiento porfirista, de no promover la repatriación de los restos del dictador.

«Como familiares somos los que menos debemos intervenir, no queremos despertar en el ambiente inconformidades, pero vemos con agrado este intento de repatriar los restos», añade Díaz Gastine.

Entre el heroísmo y la villanía

Los promotores de la repatriación están en Oaxaca. Uno de ellos es Francisco Jiménez, regidor (legislador municipal) que preside una comisión oficial para el centenario luctuoso de Díaz y que presentará una solicitud formal ante el gobierno federal.

«El cabildo (legislativo local) de Oaxaca ya hizo la proclama para que los restos regresen y esperamos se haga con una ceremonia a la altura del general Díaz», dice Jiménez a la AFP.

Los partidarios del polémico dirigente destacan la estabilidad y desarrollo que durante el llamado «porfiriato» alcanzó México, que había vivido entre luchas internas e invasiones extranjeras desde la consolidación de su independencia en 1821.

Jiménez rechaza la etiqueta de «dictador» porque Díaz, sostiene, «siempre realizó elecciones que ganó y la constitución se lo permitía», aunque reconoce que «duró muchísimo en el poder».

«Pero que hizo muy bien por el país, tampoco lo pueden discutir. Esos 30 años nos dieron paz, orden y progreso. Saneó las finanzas, trajo el ferrocarril, el teléfono, la electricidad», alega Jiménez.

Historiadores han revisado la trayectoria de Díaz reconociendo principalmente sus logros militares, pero subrayan capítulos sangrientos como el exterminio de indígenas yaquis, la masacre de cientos de obreros en huelga o la explotación de los campesinos, detonantes de la revolución.

«Díaz fue uno de los mayores artífices de la derrota francesa. Tuvo aciertos, pero no se pueden olvidar más de 30 años de dictadura unipersonal», dice a la AFP el historiador mexicano Pedro Ángel Palou, autor de «Pobre patria mía», una novela sobre Díaz.

¿Honores?

El debate se ha mantenido principalmente en la academia, con historiadores que dudan de la pertinencia de repatriar los restos o, si lo conceden, prefieren un acto meramente íntimo y familiar.

«Que lo traiga la familia, está en todo su derecho, es uno de sus antepasados. Pero sin honores, no podemos permitir que Díaz esté en el panteón de los héroes nacionales, que se convierta en un ‘santo laico», señala Palou.

Pero la familia y los partidarios de Díaz exigen honores a su trayectoria militar y a su investidura como jefe de Estado.

«¡Que regrese con honores militares, es lo menos que podemos pedir, no aceptaremos que los restos regresen a escondidas!», reclama el bisnieto Eduardo.

En lo político, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la formación heredera de la revolución que gobernó ininterrumpidamente siete décadas y también fue acusada de dictatorial, ha guardado silencio salvo algunos diputados favorables a la iniciativa.

El regidor Jiménez confía en que México, ahora gobernado por «un PRI renovado», entienda que «es tiempo de hacerle justicia a un héroe, porque el general fue un soldado de la patria».

Para Palou, el silencio del PRI, que hizo de Díaz su villano preferido, despierta sospechas. «Sería absurdo que este PRI descafeinado apruebe la iniciativa en lo ‘oscurito’ y termine de ensalzador de Porfirio Díaz».

AFP