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Enrique E. Michel y el sentido filosófico de la justicia

(Primera de dos partes)

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. Hoy quiero y debo pagar una deuda moral y referirme a —lo que se llama en Filosofía— una buena persona. A una muy buena persona, diría yo. Al Sr. Lic. Enrique E. Michel.

Muy poco es lo que se conoce o se recuerda de sus antecedentes familiares, negativo fenómeno socio sonorense de ingratitud hacia seres como él, que pasaron por nuestras vidas cumpliendo, a plenitud, los preceptos del histórico filósofo romano Ulpiano: “Vivir honestamente, no dañar a otro y DAR, A CADA QUIEN, LO QUE LE CORRESPONDE”, último éste que ha trascendido los siglos como la definición de JUSTICIA.

Aparece en la memoria como maestro fundador de la Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora, el 3 de noviembre de 1953, en la cátedra de Economía Política I, con Abraham F. Aguayo, Sociología; Alfonso Castellanos Idiáquez, Derecho Civil I; y Carlos V. López Ortiz, Introducción al Estudio del Derecho (en la foto falta Manuel V. Azuela, Derecho Romano I.).

II. De la entrevista que el periodista Carlos Moncada (CM) hizo —para Radio y Tv de la Universidad, en 1966, publicada en la Revista de la institución— a Alfonso Castellanos Idiáquez (AC) y Enrique E. Michel (EEM), entresaco lo siguiente:   

“Lic. E.E.M.- La Escuela de Derecho se fundó el 3 de noviembre de 1953. Fungí como Director desde esa fecha hasta octubre de 1956, siendo Rector el Ingeniero Norberto Aguirre Palancares, quien tuvo mucho interés de fundarla. Un grupo de bachilleres de nuestra Alma Máter estuvo interesado, y sus padres, en que se fundara, a afecto de hacer sus estudios aquí y no emigrar a México o a otras ciudades del interior. La idea fue muy bien acogida por todos dentro y fuera de la Universidad. El Consejo y el Patronato acogieron con entusiasmo tal idea y comenzó a funcionar con mucho entusiasmo y éxito desde el principio. La Dirección tuvo siempre un decidido apoyo de las autoridades superiores y el Rector. Le abrió las puertas, le dio todo su apoyo y entusiasmo. Todos los catedráticos, los alumnos fundadores, con mucha dedicación y gran sentido de responsabilidad trabajaron. Parece, a propósito que nos los escogieron. Muy buenos muchachos, estudiosos, conscientes de su papel, disciplinados. Esto contribuyó, en gran parte, al encauzamiento de la escuela. Han pasado los años y el rendimiento que se ha obtenido, en términos generales es bastante satisfactorio. Como Director y catedrático durante muchos años, he de decir con mucha sinceridad que tenemos muy buenos estudiantes, correctos, cariñosos con sus maestros. Ciertamente, como pasa en todas las instituciones, en todos los planteles, había algunos flojitos. En cambio hay otros muy inteligentes, entusiastas, pero en términos generales, tenemos un magnífico estudiantado.

C.M.- El promedio es bastante aceptable.

Lic. E.E.M.- En relación con este entusiasmo desde un principio, el promedio que obtuvimos durante el primer año lo fue mucho. Había tanto entusiasmo y decisión para encauzarla bien, que habiéndose iniciado las clases a principios de noviembre, cuando habían transcurrido dos meses del año lectivo, hubo necesidad de esforzarnos, porque uno de los propósitos que perseguimos fue que todos los programas quedaran cubiertos. Cuando las demás escuelas estaban en exámenes, nos faltaban todavía muchos temas en nuestras asignaturas. En pleno verano continuamos trabajando, en detrimento de la salud de algunos jóvenes, sobre todo los de Nogales. Pero ninguno desmayó. Con mucho ahínco y fe estudiaban. Nuestros exámenes los tuvimos hasta fines de agosto. Esta es una de las pruebas, precisamente de ese ahínco, entusiasmo, tesón a que me he referido.

C.M.- Si terminaron a fines de agosto, prácticamente no hubo vacaciones al entrar a segundo año, ¿no es así?

Lic. E.E.M.- Fueron vacaciones sumamente cortas. Ciertamente, no comenzamos a trabajar con el segundo año desde los primero días de septiembre, sino pasadas las fiestas patrias, una diferencia de una o dos semanas respecto al inicio de las labores en las demás escuelas. Reanudamos la marcha, de manera que el periodo de vacaciones fue menos de treinta días. Y volvieron los muchachos con el mismo entusiasmo, o si se quiere, más que antes.

C.M.- Precisamente una de las preguntas es inquirir si hubo, como siempre ocurre, titubeos en la fundación. Pero por la forma en que usted describe esa animación que reinaba entre los alumnos, imagino que también entre los maestros, supongo que los titubeos fueron mínimos, si los hubo.

Lic.  E.E.M.- Podemos decir que no hubo titubeos. Porque si los hubo fueron tan leves e insignificantes que no valen la pena. Al contrario, hubo mucho entusiasmo, mucha decisión, no hubo flaqueo de ninguna naturaleza. Lo que hubo, sí, de parte del Ingeniero Aguirre, al principio, fue una auscultación, no precisamente para decidirse las autoridades universitarias a fundarla, sino para reafirmar su propósito. Unos cuantos días antes del 3 de noviembre, el Ingeniero Aguirre, con mucho tino y juicio, invitó a la Asociación Sonorense de abogados, que presidía el señor Lic. Carlos Cabrera Muñoz, a quienes acompañamos algunos de sus miembros, a que platicáramos. Nos preguntó nuestra opinión respecto a su creación. Unánimemente, comenzando con el señor Lic. Cabrera Muñoz, manifestamos nuestra simpatía. El Ingeniero Aguirre consultó a otras personas, abogados, de modo que cuando recibió muestras de simpatía o de apoyo a su idea, se llevó a cabo inmediatamente.

C.M.- ¿Y no hubo algunos problemas docentes, relacionados con maestros, o económicos a los que se enfrentaron?

Lic. E.E.M.- Principiaremos por los económicos, no hubo absolutamente. El Patronato, a través del Consejo y del Rector, y especialmente de éste, tuvimos todo en la Escuela. Siendo yo Director platicaba, naturalmente, muy seguido con él. Y dentro de nuestras relaciones oficiales, absolutamente siempre nos brindó apoyo. Si no pedimos más fue porque no quisimos abusar. Y desde otros puntos de vista, no tuvimos serios problemas, porque el grupo de catedráticos estuvo siempre muy dispuesto a trabajar. Prueba es que uno de los primeros acuerdos, por no decir que el primero —quizá el primero que tomamos dentro del Consejo Técnico—, consistió en cumplir fielmente con los programas. Y nos esforzamos por impartir lo mejor que fue posible nuestras cátedras. Y continuamos con el apoyo decidido de los muchachos, como lo he reiterado. Todo iba resultando a las mil maravillas.

C.M.- En ese tiempo la Escuela estaba instalada en el edificio de Agricultura.

Lic. E.E.M.- Estuvimos, en los primeros años, en un ala de ese edificio, muy contentos, por cierto; no tuvimos ningún problema. El Director de la Escuela de Agricultura y Ganadería no nos creó ninguno, absolutamente; al contrario, con mucho gusto se nos facilitó esa parte. Sus estudiantes no nos crearon tampoco ninguno. El edificio era nuevo, estuvimos muy contentos. No nos faltaba espacio porque éramos un grupo reducidísimo los que estábamos metidos allí: cinco maestros, incluyendo el Director y diecinueve alumnos. Eran cinco materias las del primer año.

C.M.- ¿Los ideales que se fijaron en aquel tiempo han sido logrados?

Lic. E.E.M.- Me parece interesante hacer una diferencia entre el ideal de Justicia y los ideales concretos que se persiguieron y se han seguido persiguiendo. Por lo que respecta al ideal de Justicia, en primer lugar tenemos que considerar que jamás lo alcanzaremos en la tierra, porque somos imperfectos y adolecemos de muchas fallas y no estamos capacitados, como imperfectos que somos, para ser justos en el estricto sentido de la palabra. El ideal en singular, no lo hemos alcanzado ni jamás lo alcanzaremos en la Escuela ni en ninguna parte. Pero por lo que respecta a ideales mediatos, en términos generales sí los hemos alcanzado y en algunos aspectos magníficamente. Porque el propósito fue formar profesionistas, abogados que fueran útiles a la colectividad sonorense; y de nuestra Escuela han salido muy buenos que prometen mucho para el futuro. Algunos han ocupado y ocupan altos puestos públicos en la administración de Justicia. Por ejemplo la señorita Licenciada Josefina Pérez Contreras, actual Presidente del H. Supremo Tribunal de Justicia, una de las fundadoras, para citar un ejemplo. Sin embargo, en la Escuela tenemos, a la fecha, algunos catedráticos que están dando muy buen rendimiento, entre los cuales citaré, a guisa de ejemplo, a Raúl Encinas Alcántar, Jesús Enríquez Burgos, Carlos Gámez Fimbres, Francisco Arturo Lizárraga, fundadores. Citando casos y situaciones concretas, como las que estoy mencionando, obviamente resulta que sí hemos alcanzado los ideales. Ahora, estos elementos magníficos y promisores como los mencionados, y otros más —porque la lista resultaría un poco larga—, han venido prestando estupendos servicios en la docencia, de la judicatura, del foro. Pero, claro, todavía hay mucho qué esperar y faltan todavía muchos ideales que alcanzar. Pero como el ambiente de la Escuela es satisfactorio, tenemos muy buen elemento humano. ¡Es claro que con el tiempo seguirán consiguiendo esos ideales! ¡Qué dieran otras Escuelas de Derecho de la República por contar con el ambiente saludable que priva dentro de nuestra Escuela, que se manifiesta desde luego por las magníficas relaciones que existen entre los catedráticos y los alumnos! Mire, Carlos, yo por mí sé decirle, con toda sinceridad, que me siento muy satisfecho y orgulloso de ser catedrático. Los jóvenes alumnos míos, de ayer, de hoy —y espero que también los de mañana, de continuar yo en la Escuela—, siempre han sido respetuosos, amables, cariñosos conmigo. Y como profesionistas, no tengo absolutamente nada qué sentir de ninguno. Yo estoy en mi medio, muy contento. Pero si me estoy refiriendo al caso concreto mío, puedo y debo garantizarlo, en lo que respecta a esa misma conducta observada por los alumnos en relación con los demás maestros. No hay una cosa significada, a no ser pequeños detalles muy propios de la juventud, que constituya desdoro para el estudiantado. Estamos trabajando muy bien. Y creo que la Escuela está cumpliendo muy bien su función.

C.M.- Es edificante escuchar sus palabras pues, lo sé como su alumno que fui, usted combina sabiamente la técnica del Derecho con una profunda inspiración hacia el ideal de la Justicia. Y son tanto más valiosas sus palabras cuanto que vienen de una persona que vio el génesis de nuestra Escuela y ha seguido atento a su desarrollo. …

C.M.- Una pregunta final. Algunos de aquellos muchachos sus alumnos están graduados y sirviendo, en la administración pública, otros en la docencia; y muchos ejercen como litigantes. Usted que tiene la ocasión de verlos actuar en la vida jurídica del Estado, ¿qué opinión le merecen? ¿Cómo ha visto que su desempeño?

Lic. A.Castellanos.- Pues como dijo ya el Licenciado Michel, nosotros tenemos la satisfacción de que esta Escuela de la que somos fundadores, él y yo y otros maestros más, esté respondiendo, en términos generales, al ideal que nos propusimos y que se propusieron los muchachos que tanto interés pusieron en que se fundara. Claro, con excepción de elementos que como en todo lo hay, fallan por diferentes motivos. Pero en términos generales, han salido buenos porque, por ejemplo, el grupo puntero de los diecinueve muchachos tuvieron la mala suerte de que por ser punteros fueron tropezando con todas las peripecias propias de una Escuela que se abría. Ellos iban abriendo brecha encontrándose maestros que, hay qué confesarlo, eran improvisados. Todo había que improvisarlo, como se improvisó la Universidad. El segundo año, y el tercero, y el cuarto y el quinto fueron encontrándose con problemas muy serios… Una anécdota, por que vale la pena salpicar estos recuerdos con ellas. Teníamos un maestro —no nos faltaban maestros así, que no querían cumplir con su deber— y daba cierta materia en el quinto año; uno de los muchachos era el encargado de venir a traerlo; era funcionario y daba su clase a las doce del día sábado. Cuando el muchacho no iba, pues no había clase. Él y la señorita Pérez Contreras, actual Presidenta del Supremo Tribunal eran los dos únicos alumnos del quinto año que quedaban. Ese día el alumno no llegaba por el maestro y yo llegué a la oficina, ofrecí traerlo y me lo traje. Entró la señorita Pérez Contreras a la clase; al rato llegó el alumno, invitó al maestro a dar la vuelta y se lo llevó, dejando a la señorita Pérez Contreras sin su clase. Detallitos así …”

(Continúa)