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Las corridas de toros en Hermosillo

Por Ignacio Lagarda Lagarda

La primera corrida de toros en México se celebró el 13 de agosto de 1529, para conmemorar el aniversario de la toma de la gran Tenochtitlán, con unos toros que Juan Gutiérrez de Altamirano, primo de Hernán Cortés, poseedor de la Hacienda de Atenco enclavada en el Estado de México, había importado en 1527 desde Navarra España.

En 1702 se levantó un coso en Chapultepec y en la temporada entre noviembre y diciembre del mismo año, se mataron toros con “rejón” a caballo, donde actuaron los ya entonces toreros profesionales Tomás Venegas “El Gachupín Toreador” y Pedro Montero, ambos sevillanos.

En 1808 se construyó la plaza de “El Volador”, en la plazuela del mismo nombre. El 13 de agosto del mismo año se inauguró otra plaza ubicaba en la calle 5 de febrero en el centro de la capital donde figuraron como espadas los hermanos Sóstenes y Mariano Ávila y como sobresaliente su hermano menor Luis.

Un hecho relevante de nuestra historia es que el padre de la Patria Don Miguel Hidalgo y Costilla era muy aficionado a la fiesta brava, fue ganadero y criador de toros bravos de lidia, su hacienda “El Jaripeo” la tenía en tierras de Guanajuato. El también insurgente capitán Ignacio Allende gustaba de torear a caballo.

En 1835, procedente de la Habana, Cuba, llega a la ciudad de México el gran torero español Bernardo Gabiño que influyó en el aprendizaje de los toreros de la época; querido y admirado por muchos, a los 74 años de edad, toreando en el pueblo de Texcoco del Estado de México lo mató un toro de nombre “Chicharrón” de la ganadería de Ayala.

Además de los hermanos Ávila, otros toreros fueron Mariano Gómez “La Monja”, Pablo Mendoza, así como el de Guadalajara, Jalisco, Ignacio Gadea, precursor en México en poner banderillas a dos manos y a caballo, después vinieron Lino Zamora, Arcadio Reyes, José de la Cruz Gavidia, Fernando y José María Hernández, el inolvidable y gran torero rejoneador nacido en la ganadería de Atenco, Don Ponciano Díaz, quien luciendo un gran bigote y rejoneando a pelo, fue el primer mexicano en tomar la alternativa en España.

El General Vicente Segura Martínez fue un militar mexicano que participó en la Revolución Mexicana. Nació en Pachuca, Hidalgo, el 12 de diciembre de 1883. Heredó una gran fortuna y mandó construir una plaza de toros en su tierra natal, pues era torero. El 27 de enero de 1907 recibió la alternativa de manos de Antonio Fuentes Zurita, quién lo apadrinó también en España y como testigo a Ricardo Torres Reina «Bombita». En 1911 se incorporó al movimiento maderista; contribuyendo con su fortuna compró armas y municiones en los Estados Unidos, así como un barco para su transporte. Tras la usurpación de Victoriano Huerta se unió a las fuerzas constitucionalistas del noreste, organizando la Brigada «Hidalgo». Venustiano Carranza le confirió el grado de general. Operó contra los zapatistas en los estados de Morelos y Puebla. En octubre de 1921 retornó a sus actuaciones taurinas. Murió en Cuernavaca, Morelos, en 1953.

En 1906, un grupo de aficionados a la fiesta brava formaron una empresa llamada El Toreo, S. A., con la finalidad de construir una plaza de toros, la cual llamaron La Condesa, “La mejor plaza del mundo” dijeron, localizada en la manzana 48 de la colonia del mismo nombre. Contaba con una capacidad para 23 mil espectadores. Fue inaugurada el 27 de septiembre de ese mismo año.

En esa misma época pero en 1907, toma la alternativa Eligio Hernández “El Serio”.

La nueva era del toreo en México empezó con el “Indio Grande” Don Rodolfo Gaona, quien se hace matador de toros a los 20 años en 1908, se le llamó también “El Petronio del Toreo”, compitió en España con los mejores toreros españoles del momento, como José Gómez “Joselito” o el  “Gallito”, con el revolucionario del toreo Don Juan Belmonte, Rafael Gómez “El Gallo” o “El Divino Calvo”, Ricardo Torres “Bombita”, Ignacio Sánchez Mejías, Vicente Pastor y “Machaquito”, todos dignos rivales de Gaona.

El éxito del torero Rodolfo Gaona en España sirvió para abrir las puertas a otros grandes toreros mexicanos, Luis Freg “Don Valor”, Juan Silveti “El Tigre de Guanajuato” o el hombre de la “Regadera”, Carlos Vera “Cañitas”, el maestro de maestros Fermín Espinoza “Armillita Chico”, que lograra época cumbre en España, Lorenzo Garza a quien por su fuerte personalidad tuvo varios sobrenombres como “El Magnífico”, “Sismo y Estatua”, “El Ave de las tempestades” y “Lencho Borlotes” por ser amo y señor de las broncas.

La Plaza de Toros México, es la plaza de toros más grande de México y la de mayor capacidad en el mundo para 41,000 personas sentadas.

Fue inaugurada el 5 de febrero de 1946 con el siguiente cartel: Luis Castro «El Soldado», Manuel Rodríguez «Manolete» y Luis Procuna, con toros de «San Mateo».

Sonora

No se conoce con exactitud dónde, cuándo y cómo, se inició la afición por la fiesta taurina en el estado de Sonora, pero en el reporte titulado “Notas sobre el estado de Sonora y Sinaloa”, escrito por el coronel Bourne en 1826, quien al escribir sobre Petic (sic) dice lo siguiente:

“El carácter de los nativos es muy alegre y se asemeja al de todas las Provincias internas, cuyos habitantes descienden generalmente de vizcaínos y catalanes. Sus diversiones son la música, el baile y el canto; peleas de gallos y corridas de toros (las últimas están casi en desuso). En Petic (sic) hay tres ingleses, dos americanos y ocho españoles, siete de éstos vizcaínos y uno catalán”.

Por otra parte, en la página 34 del libro El Estado de Sonora, sus Industrias, Comerciales, Mineras y Manufactureras en 1897, de J. R. Southworth, aparece una fotografía tomada por Union Photo Eng. Co. S. F., en la que aparece la plaza de toros “Hermosillo”, en la que se ve una plaza de toros consistente en un corral de palos con un burladero y un torero haciéndole la faena a un toro criollo. El cerco está rodeado a su vez por una barda de adobe.

Esa es la evidencia gráfica más antigua que conocemos de la existencia del toreo en Sonora.

Hermosillo

En 1889 se llevó a cabo una corrida de toros de aficionados en la plaza de Villa de Seris a beneficio de las obras materiales necesarias en la ciudad. El organizador de la corrida fue don Guillermo Arreola.

La plaza, era un redondel de palos de mezquite y tribunas de sol y sombra del mismo material localizada en lo que posteriormente fue el Cine de Villa de Seris.

En la fiesta tomaron parte los siguientes distinguidos vecinos de la localidad fungiendo como matadores y banderilleros: Lic. Manuel R. Parada, José H. Salazar, Lamberto Camou, Lic. José Enciso Ulloa, Leonardo Camou y Felipe López Nava.

Como picadores actuaron Bartolo Salido, que era el mejor, e Ignacio Guereña y como payaso actuó Francisco Moreno. En esas corridas de toros, como espectáculo divertido, se acostumbraba que alguien actuara como “Tancredo” o “Gordo”.

El público acogió con entusiasmo la actuación, y poco a poco fue extendiéndose. Normalmente el “Tancredo” era interpretado por personas desesperadas a la búsqueda de ganar dinero fácil y con poco que perder, ya que eran numerosas las cogidas que se producían. “El Tancredo” fue prohibiéndose por las autoridades y a mediados del siglo XX se realizaron las últimas representaciones.

En esa época las mueblerías locales se encargaban de surtir las sillas para el espectáculo rentándolas a doce reales cada una. Lo curioso del caso es que otro día los empleados acudían a recogerlas a la plaza encontrándose todas completas y sin un rasguño.

Cuando los lidiadores y su comitiva llegaron a la plaza fueron recibidos con aplausos por la multitud que les arrojaba serpentinas y flores.

En la fiesta figuraron como reinas las señoritas Ascensión Rubio, Elena Montijo y Concepción Escalante, llevando como chambelanes a los jóvenes apuestos Ramón Corral, Juan de Dios Castro y Simón Bley.

Las reinas iban peinadas al estilo “Pompadour”, enaguas hasta el tobillo, zapato alto de muchos botones, porque mientras más botones tuvieran eran de más valor y calidad.

Los toros que se lidiaron en esa corrida eran del rancho de los señores Estrella, pero sucedió que los que iban a participar en ella, la noche anterior se fueron de parranda a llevarles serenata a sus novias con la orquesta Andalón y la mañana siguiente amanecieron crudos por lo que la corrida resultó deslucida.

Las corridas de toros en Villa de Seris se celebraban el 2 de febrero durante las fiestas de La Candelaria.

Claudio Fox y Jesús Siqueiros, dos jóvenes hermosillenses eran muy aficionados a las corridas de toros y algunas veces participaron en diversas corridas de aficionados a beneficio de alguna institución social.

Cuando estos jóvenes participaban en una corrida, la plaza se llenaba de aficionados a sabiendas de que el espectáculo era solo una vacilada de revolcones y empujones de los toros “despuntados”.

Una vez que Jesús Siqueiros formó parte de una corrida de aficionados como “matador” y una vez de que pasaron los dos primeros tercios le llegó el turno de matar. Jesús tomó los arreos necesarios y saludó ceremoniosamente al público e inició la torada dándole los pases de muleta y al terminar se dispuso a matar al toro haciéndolo con los ojos cerrados y en lugar de darle una estocada hasta el puño, le enterró la espada al animal entre el cuero y la carne zurciéndole el cuero con la espada.

Las risas y aplausos no se hicieron esperar y como premio a su actuación le regalaron un enorme caramelo.

El 3 de junio de 1900 se llevó a cabo otra corrida de toros en la plaza “Hermosillo”, localizada por las calles del Yánez y Campeche (Elías Calles), donde hoy se encuentra la escuela Leona Vicario, construida muchos años antes de ese año, donde el torero Manuel Ramos “Ramitos”, que había llegado a la ciudad poco después de terminada la guerra entre EE.UU. y Cuba en 1896, dio todo lo que tenía de torero lidiando toros “despuntados”.

El barrio donde estaba ubicada la plaza de toros “Hermosillo” se llamaba La Chicharra, porque toda esa parte de la ciudad estaba llena de mezquites tupidos de chicharras que no dejaban dormir la siesta al mediodía con su canto eterno de la estación de secas anunciando la llegada de las primeras lluvias del verano.

La cuadrilla de “Ramitos”, se componía de los banderilleros “Farfán”, “Minuto” y “Poncianito” y como picadores figuraban el “Ticket” y “Leoncito”.

Los arrogantes toros fueron escogidos con anticipación en la hacienda de los señores Camou, y esa fue la última corrida de la temporada y la última efectuada en esa plaza.

En esa época era la costumbre de que al cerrarse la temporada de toros, a éstos no se le mochaban los cuernos para que el público se diera cuenta de que los toreros no les tenían miedo de los toros puntales; en esa corrida los toros mataron muchos caballos y los toreros fueron varias veces cogidos por los toros.

El diestro Manuel Ramos “Ramitos” nació en 1867 en Tomares, provincia de Sevilla España, donde se inició como novillero para después enlistarse como militar, profesión a la que dedicó diez años de ejercicio, había llegado por barco a Veracruz, México.

Del puerto se trasladó a varias ciudades de México hasta que se afincó en Hermosillo, Sonora, donde casó por lo civil con una dama de la aristocracia local de nombre Carolina Almada, con quien procreó tres hijos de nombres Amparo, María y Manuel Ramos Almada; para luego divorciarse.

«Ramitos», toreó en Hermosillo, Guaymas y Nogales, no regresando a su patria jamás.

En esa plaza torearon, además de los ya mencionados, “El Chúvila”, “El Chino” González y “Cuco” Hernández, y muchos otros toreros que no salían de nuestra provincia, alejados del centro del país, porque en los estados del interior no permitían torear toros “despuntados” como en Hermosillo.