Héctor Rodriguez Espinoza

Los corridos populares

(Breve Ensayo, 1/3)

 

Por Héctor Rodríguez Espinoza 

Es de disfrutarse una visión panorámica condensada de uno de los géneros líricos-musicales que el pueblo de México y, en particular el de Sonora, han venido cultivando con natural sentimiento hace más de un siglo: el corrido.

Es importante y preciso revisar los conceptos “romance español” y “corrido mexicano”, agregar ciertos detalles impuestos por observaciones más hondas logradas a través de varios años de enseñanza del tema.

Sus autores, como gambusinos líricos, reúnen un buen número de corridos que han rescatado durante viajes de exploración a los pueblos de Sonora, en los que se nos pierden por largas temporadas. Pero no es difícil imaginárnoslo armado de su grabadora, cuaderno y lápiz, tocando puertas —aquí, allá y acullá— de humildes casas, bares y cantinas y kioskos para arrancar, de autores, compositores, arreglistas y ejecutantes —o de sus descendientes—; hurgando en archivos y álbumes familiares sobre gastadas partituras y papeles pentagramados, ora impresos ora a mano, testimonios de ritmos, melodías y armonías que despertaron en romántica serenata a la mujer amada, que la despidieron en algún viaje temporal o sin retorno o en alguna de las ricas celebraciones religiosas y laicas que sustentan la fisonomía cultural de nuestras comunidades rurales, hoy semiurbanas, todo esto verdaderas pepitas de oro líricas.

Debe resultar ardua tarea la selección de melodías entre las miles que existen, muchas que figuran, con orgullo, en cualquier futura serie.

Debemos citar las aportaciones de uno de los investigadores más serios:

Vicente Mendoza (El corrido mexicano, Fondo de Cultura Económica, México, 1976):

“El corrido, género de muchos alcances y larga trayectoria —que con el tiempo será uno de los más firmes soportes de la literatura genuinamente mexicana, conservando por medio de hojas sueltas impresas en casas editoriales con modesta apariencia  y transmitido por boca de vulgo—, ha alcanzado una dispersión geográfica que abarca no solamente el territorio nacional, sino que, rebasando las fronteras, ha llegado a diversos puntos de la  Unión Americana: en Estados Unidos del Sur y ciudades industriales del Norte tales como Detroit, en donde se le encuentra vivo como manifestación cultural de origen hispano, ha dado lugar a la creación y derivación de nuevos tipos que muestran ya lineamientos locales”.

En labios de los cancioneros populares de las ferias y en hojas sueltas impresas, en papeles multicolores de bajo precio era ya, hacia finales del siglo XIX, materia de intenso consumo, pues para las multitudes iletradas de entonces constituían la única fuente de información de los sucesos más salientes. No hubo por aquellos días ningún acontecimiento trascendente para el mismo pueblo que no fuera relatado, descrito, comentado y entonado en verso, escuchado con intensa atención en las plazas públicas, siendo la prensa popular, ni diaria ni periódica sino eventual, según el curso y desarrollado de la vida de México. Continuando en el tiempo y hasta nuestros días, es una de las formas genuinas de expresión de nuestro pueblo y puede definirse así:

“Es un género épico-lírico narrativo, en cuartetas de rima variable, ya asonante o consonante en los versos pares, forma literaria sobre la que se apoya una frase musical compuesta generalmente de cuatro miembros, que relata aquellos sucesos que hieren poderosamente la sensibilidad de los multitudes; por lo que tiene de épico deriva del romance castellano y mantiene normalmente la forma general de éste, conservando su carácter narrativo de hazañas guerreras y combate, creando entonces una historia por y para el pueblo. Por lo que encierra del lírico, deriva de la copla y el cantar, así como de la jácara, y engloba igualmente relatos sentimentales propios para ser cantados, principalmente amorosos, poniendo las bases de la lírica popular sustentada en coplas aisladas o en serie”.

Son diversos los títulos con que son designados los corridos en Sonora: historia, narración, ejemplo, tragedia, mañanitas, recuerdos y versos. Derivan no de las formas musicales, sino de lo que tratan.

La palabra historia es aplicada a crímenes, desastres y hechos sensacionales:

Escuchen señores, esta triste historia 

Que traigo en el pensamiento… 

Venga a oír esta historia 

Que a todos voy a contar… 

Ya esta historia ha terminado, 

Me despido con afán… 

…Prestadme vuestra atención 

Para contar esta historia 

Que conmueve el corazón…. 

Por su argumento esta historia 

Ha causado gran furor…. 

… perdonen lo mal trabado, 

De esta historia el contenido 

A todos he relatado… 

Se le llama narración cuando aparece reforzando el carácter del relato:

Señores voy a contarles 

Una triste canción… 

Venir a escuchar, señores 

Esta triste narración… 

Aquí concluyo señores, 

Esta triste narración… 

La palabra ejemplo la principiaron a aplicar los editores populares que se habían trazado el propósito de moralizar por medio de las canciones. Así se encuentran estrofas:

Su madre se lo decía 

Que a ese fandango no fuera, 

Los consejos de una madre 

No se llevan como quera. 

Vuela, vuela palomita, 

Avisa a toda la gente 

Que no sigan el ejemplo 

Del hijo desobediente. 

Que el eterno le perdone, 

Que la tierra le sea leve 

Y que vean los descarriados 

Como los malos se mueren. 

El vocablo tragedia implica para los corridistas el sentido de accidente, muerte violenta o desastrada y es frecuentemente usado en el norte del País, especialmente Durango y Chihuahua:

¡Ay!, que bonita es la plata, 

Pero más bonito es el oro; 

Aquí se acaban cantando 

Las tragedias de Teodoro. 

… y aquí se acaba cantando 

Las tragedias de García. 

Con un sentido más amplio es aplicado el término mañanitas, pues tanto es utilizado en los fusilamientos o desgracias, como en un sentido de salutación o de gozo; así encontramos: mañanitas de la toma de Ciudad Juárez, de Don Francisco I. Madero, de los generales Argumedo y Ángeles, de la defensa social de Valparaíso y del niño Fidencio. Como cita curiosa, el estribillo del desastre de la mina de Ete:

¡Hay, hay válgame Dios! 

Ya no le canten mañanas, 

Ya están gozando de Dios 

La palabra recuerdos es también aplicada con alguna frecuencia, memorando hazañas de valientes, crueldades de asesinos, hechos de hombres notables o bellezas de ciudades y poblados. Tenemos: recuerdos de Marcial Bravo, recuerdos de Atlixco, o bien, recuerdos de puebla.

Respecto a los versos y coplas, se le designen a aquellas composiciones que sirven al pueblo para desahogar sus sentimientos amorosos o de despecho, de sátira o de burla.

El dictado versos, el pueblo lo ha aplicado a un género indeterminado que puede referirse a cualquiera de los grupos señalados:

Versos de Inocencio Ramírez: 

Ya con ésta me despido, 

Árbol que el viento deshoja, 

Aquí se acaban los versos 

De Guadalupe Pantoja. 

Voy a cantar estos versos 

Los versos de la sandía. 

Pero en estas estrofas de despedida aparece también tácitamente la palabra copla:

Ya con esta me despido… 

 

Antigüedad del corrido 

 

Para Vicente Mendoza, el corrido mexicano, después de que obtuvo su carácter definitivo en plena Revolución, es relativamente moderno; las coplas al “tapado” de que hace mención el padre Cavo en los tres siglos de México, así como la canción por el traslado de las mujeres perdidas a Panzacola, en 1745, no eran corridos sino coplas, emparentadas con las jácaras del siglo XVII. El corrido de Carlos IV y el que todavía se menciona en Guadalajara de Hidalgo y la Fernandita, son verdaderas coplas satíricas; más cercanas —década del 30 del siglo XIX—, son los fragmentos a Don Juan José Cadallos o a Don Eustaquio Arias, publicados por el teniente coronel Barbosa, en sus Apuntes para la historia de Michoacán; tienen el habla de los interlocutores por mediación del relator y se consideran las primeras manifestaciones, pero esporádicas. A mediados del siglo XIX, guerras de Religión y Fueros, surge el verdadero impulso continuado que se manifiesta hasta nuestros días: siendo la Valona, la glosa en décima, la prensa informativa del pueblo, en hojas sueltas, volantes, durante toda la primera mitad del último siglo, los tímidos impulsos del corrido quedaban completamente ahogados o absorbidos por ellos.

Entre 1800 y 1850 hubo multitud de coplas de cuatro versos octosílabos; pero sin el carácter negativo ni épico del corrido, solamente satíricas políticas o religiosas. Su verdadera independencia, plenitud y carácter épico lo adquirieron al calor de los combates al iniciarse en la Revolución Maderista.

Señala, dentro de la trayectoria del corrido de su vida independiente como forma literaria, tres lapsos fundamentales que prueban su hegemonía y plenitud:

  1. El último cuarto del siglo XIX, cuando se cantan las hazañas de algunos rebeldes al gobierno porfirista es el principio de la épica en que se subraya y se hace énfasis en la valentía de los protagonistas y de su desprecio de la vida: corridos de Macario Romero (1878), de los Mártires de Veracruz (1879), de Leonardo Rivera, de Juan Alvarado, de Valentín Mancera (1882), de Heraclio Bernal (1875), de Reyes Ruiz (1893), de Temamatla (1895) y de Demetrio Jáuregui (1896), y los de Carlos Coronado (1900), del 28 batallón (1900), de Bruno Apresa (1903), de Jesús del Muro 81910), hasta al de Benito Canales (1913), como su prolongación.
  2. La revolución maderista con sus antecedentes desde los motines de Río Blanco (1907) hasta la caída del general Porfirio Díaz, la orozquista, la Decena Trágica con su consecuencia, la Carrancista, seguida de villismo, la convención de Aguascalientes hasta la muerta de Venustiano Carranza e implantación del régimen obregonista con su caída y el movimiento de “Los Cristeros”, liquidando en 1929. En esta etapa, la más rica en manifestaciones, coincide con el sacudimiento total del país, y engloba todo el movimiento zapatista del sur con su lema “Tierra y Libertad”, la lucha por el reparto de tierra; todo constituye la culminación del corrido con sus caracteres épicos y marca los jalones históricos en la evolución de nuestro país.
  3. De 1930 a la fecha el corrido se hace culterano, artificioso, frecuentemente falso, sin carácter auténticamente popular: tiende a construir la literatura mexicana en manos de auténticos valores intelectuales; ha perdido su frescura y fluidez; su espontaneidad en la pluma de escritores mediocres; se le estudia, colecciona y clasifica; se imita su lenguaje, su forma, su entonación; pero nos sirve para reseñar hechos políticos o sociales, la desaparición de algún prócer y para hacer las campañas políticas, no sólo a la Presidencia de la Republica, también a la de los gobiernos estatales y hasta municipios. Todo denota su decadencia y próxima muerte.

Como su forma literaria deriva del romance castellano y de las coplas, cantares y jácaras, para que esté ligado con aquel necesita ser, según Menéndez Pidal, una tirada de versos de dieciséis sílabas con asonancia monorrima, que divididos en hemistiquios de ocho sílabas, entregan la forma común del romance: estrofas de cuatro versos, en los que el primero y tercero son libres y el segundo y cuarto tienen que llevar asonancia monorrima. Si ésta es la forma general del corrido mexicano —juzgando independientemente cada estrofa—, el especialista juzgará cuáles, de los antologados, son derivaciones de romance.

Completa la definición del corrido en contraposición con el romance, diciendo que éste es esencialmente un relato en diálogo directo de lineamientos dramáticos que incluye tácitamente un relator que actúa al iniciarse la obra y relaciona los diversos episodios, en tanto que el corrido es una narración en primera o tercera persona que fluye, casi siempre, desde el principio al fin en labios de un testigo presencial o de un relator bien informado; no existe propiamente diálogo, y cuando lo hay, está más ligado con el romance; cuando habla en primera persona, es el protagonista mismo quien refiere los hechos:

Voy a dar un pormenor 

De lo que a mi me ha pasado, 

Que me han agarrado preso 

Siendo un gallo tan jugado. 

Me fui para el Agua Prieta… 

Me aprehendieron los gendarmes… 

Me enviaron a Cananea… 

Allí perdí la esperanza… etc., etc. 

La fórmula más frecuente siempre en tercera persona es:

Le decía su general, 

En la puerta del cuartel: 

-Macario, te han de matar 

Por esa ingrata mujer 

Decía Macario Romero, 

Parándose en los estribos 

-Señor, si no me hacen nada, 

Si todos son mis amigos. 

Y cuando el diálogo se entabla:

Decía la niña Rosita: 

-Mamá, ahí viene Macario, 

-Hija, ¿en qué lo conoces? 

-En su bonito caballo. 

(Continúa…)