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Margarita Ibarra de Torres; conversión, revelación e iniciación al altruismo 

(Primera parte)

*  En entrevista para “Primera Plana”, la presidenta del DIF Sonora, recuerda cómo surgieron las iniciativas para poder fundar albergues como la Posada del Buen Samaritano y la Casa María Goretti

*  “Se me fueron dando las oportunidades. Nada de lo que yo he hecho lo he escogido por mí misma. Se van presentando las cosas y voy buscando la solución”

Por Feliciano J. Espriella

En el mundo del altruismo transitan dos tipos de personas. Unas a las que su posición económica, social, religiosa y hasta política les permite encabezar y promover acciones en beneficio de grupos generalmente vulnerables, marginados o discriminados. Suelen ser generosas y eficientes en la consecución de recursos materiales para lograr dichos fines y, en la mayoría de los casos, hábiles y ávidos de comunicar sus buenas acciones.

Otras, por su parte, más que recursos materiales que también aportan y consiguen, van en busca de la consecución de beneficios similares a los mencionados, con acciones personales. Realizan en algunos casos, verdaderos apostolados de entrega y amor al prójimo. Su actividad la suelen realizar en privado, sin reflectores y poca o nula actividad mediática.

Margarita Ibarra de Torres, quien nos concedió una entrevista exclusiva para este semanario, es una de estas últimas personas. Tenía desde hace tiempo la intención de entrevistarla para hablar de ese apostolado personal del que en lo personal he sido testigo durante varios años y que a pesar de lo fructífero que ha sido, poca gente conoce.

Nada más, para darnos una idea, en la Posada del Buen Samaritano, institución para mujeres con adicciones que Margarita fundó y dirige, ha recibido y albergado más de 1,500 féminas sin distinción de edad o condición social. De ellas, el 76% no han recaído. Más de 1,100 rehabilitadas.

Los frutos, cientos de hogares que estuvieron a punto de hundirse y tuvieron una segunda oportunidad. A veces no tenemos claro lo grave de la adicción en una mujer. En un hombre es oprobiosa y perniciosa para el núcleo familiar, en una mujer es devastadora. Acaba con la familia.

Orígenes

María Margarita Ibarra Plat, hoy Sra. de Torres, nació en la capital sonorense, es hija del matrimonio que formaron el Dr. Alejandro Ibarra Seldner y la Sra. María Cristina Platt García de Ibarra. Procrearon cinco hijos de los cuales sobreviven cuatro, dos hombres y dos mujeres.

Sus estudios básicos hasta el nivel de secundaria los realizó en el Colegio Lux. De pequeña fue una niña muy destacada por la elaboración de manualidades. Según nos platicó, cuando apenas contaba con tres o cuatro años, las señoras hacían fila para ver sus bordados. Al terminar la secundaria, se trasladó a Guadalajara, Jal., en donde estudió Economía Doméstica en el Colegio Victoria.

Tiempo después estudió Trabajo Social en la Universidad de Sonora. Fue de las alumnas fundadoras de esta carrera.

Margarita, empezamos por platicar sobre tu dedicación a tareas de apoyo al prójimo ¿Cómo fue que te iniciaste en esto del altruismo?

3 Posada Margarita ICreo que dios ya traía sus planes conmigo. De pequeña, ya para cumplir los 8 años, un grupo de niñas y yo formamos un convento, yo fui la directora; me dieron el nombramiento por mi nombre, ya que la directora del colegio también se llamaba Margarita, le madre superiora Margarita Muller que era muy querida.

Después, alrededor de los 15 años, fui presidenta del Continental, un club de teenagers, en el cual todos los bailes y eventos que organizábamos eran para sacar fondos que dedicábamos a obras benéficas.

Me casé a los 21 años. Al cumplir 40 ya tengo seis hijos a los que me dedico totalmente. Me toca apoyar a mi esposo como presidente de la Unión Ganadera, después, de la Confederación Ganadera y diputado federal, fue cuando empezamos a hacer obras. La Unión Ganadera en ese entonces cambió el perfil, las mujeres empezaron a participar en las asambleas y en los eventos. Hay un cambio radical en la Unión Ganadera cuando Peque entra de presidente, cono consecuencia de la integración como pareja que teníamos y que nos gusta movernos. Queríamos que fuera un ambiente de familia ganadera, fue el cambio que se le dio, no nomás de puro ganadero hombre.

A los 40 años viví una conversión muy fuerte. Me tumbó mi Dios del caballo, así como a San Pablo y yo le digo que sí. Paso a ser coordinadora de talleres de oración y vida durante cinco años y consigo que salgan a misionar a Ures, a Magdalena, de aquí empezamos a salir algunas a dar talleres de oración y vida a otros municipios aquí del estado. Formamos a personas para que los replicaran los talleres, sobre todo acá en Ures.

¿En qué consistió la conversión? ¿Cuál fue la revelación?

Entré a talleres de oración y vida. Yo no he sido de muchos rezos, novenas y ese tipo de costumbres. A mí no me decían nada ese tipo de cosas. Yolanda Escalante Hoffer, va y conoce al padre Larrañaga, entro con él y dice… «Déjenme prepararles para enseñarles a orar».

Allí es cuando empiezo yo por primera vez a tener contacto con la Biblia y empecé a hacerlo porque nadie participaba con Yolanda. Nadie hacíamos los trabajos que nos dejaba y leer el texto de cada día que nos daban. La modalidad de la oración me empezó a dar congoja y me dije «Le serví de palera a Yolanda».

Fue el pretexto. Me enganché muy fuerte. La palabra de Dios me empezó a hablar muy fuerte, me volteaba el cerebro. Entonces empecé ahí a tener el llamado. Y había oraciones que no me gustaba leerlas tan siquiera, como era la oración del abandono: «En tus manos me pongo. Haz de mí lo que quieras. Por todo lo que hagas de mí te doy gracias, porque eres mi padre y te amo.» Esa oración yo no la podía decir porque me sentía muy falsa. Me daba mucho miedo hacerla de a de veras. Hasta que definitivamente caí y desde entonces mi vida cambió totalmente.

Lo sirvo a él y me dejo guiar por él. Entonces vi la necesidad de tener un guía espiritual, en realidad en un principio no me dicen lo que tengo que hacer, sino de lo que hago o emprendo me dicen si estoy bien o si estoy mal, pero no me sugieren nada.

Empiezo a buscar para saber qué me pasa y empiezo a buscar a sacerdotes que me explicaran. No encontraba. Me empezaron a dar teología. No era lo que yo quería, hasta que encuentro al padre Macario Ponce en un encuentro, donde con una oración me cambió todo el texto «con un beso entregas al hijo del hombre», era el texto del huerto y ahí es donde me cambia el nombre de «un beso» por «un cigarro». Yo fumaba casi dos cajetillas diarias y en ese momento estaba allá en Magdalena abajo de los membrillos del huerto que hay allí y ahí me quitó; digo me quitó, no fue esfuerzo mío, el cigarro.

A mí nunca se me ocurrió decir que como sacrificio voy a dejar el cigarro, ya ves que en cuaresma eran costumbres hacer sacrificios, ¿no?, no era ahí, hasta que él decidió. Ya en ese entonces mi papá y mi suegro estaban enfermos del pulmón con cáncer en el pulmón por el cigarro y yo ni aun así hacía por dónde intentar dejarlo.

¿Y cómo es que empiezas a convertir aquello que era meramente espiritual en acciones a favor del prójimo?

Es allí, con talleres de oración y vida me empiezan a guiar, al darlos en la periferia de la ciudad me piden que entre a la granja San Antonio. Allí vivo en contacto con las menores infractoras y fundé la casa María Goretti para apoyarlas. Fui fundadora de ella porque el padre Mariano Hurtado en la Estancia Infantil La Providencia sacaba a las niñas hasta de sexto año; se iban de allí las niñas en los momentos más difíciles, al empezar la adolescencia.

Yo le decía: «es que padre, usted no puede estar haciendo eso», entonces me da la oportunidad de abrir la casa para las adolescentes que es María Goretti, después trabajar duro con él para que lo aceptara.

Había niñas en las que veía conversión una en ellas. De la granja San Antonio las traíamos para acá y les dábamos la oportunidad. Pensaba en ese entonces que dándoles techo, comida, educación, religión, vestido, con eso se iba a cambiar su mundo, pero no, ya había niñas con adicción. Es allí donde empiezo a ver que no era por ahí, que había que apoyar de otra manera.

Se me fueron dando las oportunidades. Nada de lo que yo he hecho lo he escogido por mí misma. Se van presentando las cosas y voy buscando la solución.

¿Cuándo empezaste con la Posada del Buen Samaritano?

Eso también fue muy curioso. En aquel entonces el Secretario de Salud, el Dr. Manuel Robles Linares se enteró que yo estaba canalizándole las niñas adictas a Amar Sonora, que era de los primeros centros anexos. Estaba en Villa de Seris.

Yo quería estar pendiente de las niñas que había canalizado allí. No aceptaban mujeres, sólo hombres, pero no había dónde llevarlas y conseguí que me permitieran dar taller de Oración y Vida ahí para poder vigilar a las niñas.

Había 100 hombres y 2 o 3 mujeres, podemos imaginarnos un ambiente así. El doctor Robles Linares me dijo «es que no podemos cerrar el lugar porque qué hacemos con esos adictos en la calle, pero si tú consigues estar allí…». Entré entonces como parte patronato de la Posada del Buen Samaritano que era el nombre que le habíamos dado a un centro que tenía en la colonia Solidaridad, donde había conseguido un terreno.

Esa fue la puerta de entrada a una vida de amor y entrega al prójimo; una vida de mucho trabajo y dedicación, penas y alegrías, satisfacciones y decepciones a la que Margarita le ha dedicado sus mejores esfuerzos en los últimos 16 años.

Sobre las actividades de Margarita Ibarra de Torres como presidenta y guía de la Posada del Buen Samaritano y presidenta del DIF Estatal, abundaremos en nuestra próxima edición.