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Municipios en ruinas

Los cálculos más conservadores señalan que las entidades federativas recibirán, en términos reales, 10 por ciento menos de lo presupuestado originalmente, aunque en los hechos el recorte ha resultado mucho mayor

Por Juan J. Sánchez Meza

Si hay un orden de gobierno con el que la cursilería demagógica se ha ensañado es el municipal. Desde principios de los años noventa se dijo que era el orden de gobierno estratégico para mantener los niveles de eficiencia que el desarrollo económico requería; también se le llamó laboratorio de la transición democrática y después se le bautizó como escuela de la democracia. Incluso, se acuñó un diseño constitucional para generar la presencia de las oposiciones en los ayuntamientos, pero más tarde naufragó por la necesidad de crear clientelas partidistas.

Hoy día, los municipios están ausentes de las políticas —si las hay— del gobierno federal y nadie parece tener un proyecto para ellos o nadie sabe qué hacer con ellos.

Por si eso fuera poco, todos los fondos de que disponen los gobiernos municipales sufrirán este año diversas reducciones. Entre los más afectados se encuentran el Fondo de Aportaciones para el Fortalecimiento de los Municipios (Fortamun), con reducción de 4 mil millones de pesos; el Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (Fais), con 4.4 mil millones menos y el Fondo de Aportaciones para el Fortalecimiento de las Entidades Federativas (Fafef), con 2.2 mil millones de pesos de reducción, sin contar con la virtual extinción del llamado Ramo 23.

Las reducciones mencionadas serán sensibles en todo el país, pero particularmente graves en aquellos estados en que los gobiernos municipales solo son capaces de recaudar directamente una proporción insignificante de sus ingresos y que, en casos como el de Sonora, difícilmente llega al 10 por ciento.

Los cálculos más conservadores señalan que las entidades federativas recibirán, en términos reales, 10 por ciento menos de lo presupuestado originalmente, aunque en los hechos el recorte ha resultado mucho mayor, especialmente porque el gobierno federal ya agotó el fondo que en un tiempo estuvo disponible para transferir recursos en caso de pérdidas en los ingresos federales.

Esta es la realidad. No habrá recursos, por las muy sencillas razones de que se ha destruido riqueza, de que las inversiones están retraídas y por lo tanto no pueden crearse los empleos que necesita nuestra economía para crecer, lo que implica, en suma, que no hay manera de que el gobierno obtenga el nivel de ingresos fiscales de por lo menos hace tres años.

Particularmente en el caso de Hermosillo, que seguramente no es la excepción, habría que agregar la opacidad en la que transcurre cotidianamente la gestión municipal, así como su ineficiencia en la recaudación de aquellos ingresos fiscales que podrían reducir la presión sobre sus finanzas, como es el caso del impuesto predial, no obstante que se trata de una contribución fiscal cuya recuperación está asegurada por el propio inmueble objeto del gravamen.

En el mismo caso se ubican las tarifas por los servicios de agua potable que se mantienen artificialmente bajas para congraciarse con el electorado a cambio de conducir al organismo operador del sistema a la ruina financiera, agravada por las dádivas, las exenciones de pago o simplemente la deuda de los usuarios que hoy día asciende a más de 2 mil millones de pesos.

Si en cualquiera otra condición esas prácticas de politiquería barata resultan a la postre en un grave detrimento de las capacidades municipales para atender sus tareas fundamentales, mucho más graves lo serán en función de la inevitable condición de escasez de recursos públicos que es ya una realidad.

¿Acaso veremos al futuro alcalde —o alcaldesa— de la capital del Estado suplicando el favor de la dádiva presidencial para pavimentar algunas calles? ¿Será esa su función? ¿Permitiremos que se aplace la aplicación del gasto público municipal para concentrarlo en las semanas previas a las elecciones?  

En todo caso, ¿estará dispuesto el próximo alcalde a enfrentar el reto de la transparencia en el origen del gasto y la eficiencia y oportunidad en su aplicación? Y en cuanto a nosotros, los ciudadanos, ¿estaremos dispuestos a comprometernos con nuestra ciudad y aportar la contribución proporcional de los recursos que no llegarán de ningún otro lado?

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@JuanJaimeSM50