Destacada

Olor a dinero | Baches, costo del cortoplacismo

Mientras los gobernantes no entiendan que los grandes problemas requieren de grandes soluciones, seguiremos viendo cómo crecen y se agudizan a medida que se hacen añejos

Por Feliciano J. Espriella

Salí fuera de Hermosillo tan sólo 4 semanas y al regresar la encontré como si la hubieran bombardeado. Algunas partes de la ciudad parecen verdaderamente zonas de guerra. Los baches la tienen desolada.

Esto no es nuevo. No es la primera vez que se le ve en tan malas condiciones y estoy seguro de que tampoco será la última. Desafortunadamente, en cada ocasión el problema es más grave. Todos estamos conscientes de que no es culpa de la alcaldesa Célida López Cárdenas, ni de la anterior administración municipal, ni de la anterior a la anterior y así podemos seguir hacia atrás durante varias décadas.

Sin embargo, todos los alcaldes y alcaldesas han puesto su granito de arena para que el problema crezca y crezca. En sus respectivas administraciones, a lo que se fue deteriorando le dieron una pasadita, una manita de gato y para lo nuevo que pavimentaron optaron por hacer rendir los precarios presupuestos, con pavimentos de mediana a baja calidad.

Seguramente consideraron que viste más pavimentar cien kilómetros de calles aunque su calidad no pase de mediocre y la expectativa de vida útil no sea mayor a un lustro, que 40 o 50 kilómetros de excelente pavimento que garantice un óptimo funcionamiento de décadas.

Trabajaron, en pocas palabras, para que la ciudad luciera presentable durante su administración, pero no pensaron en el futuro, o si lo hicieron, al parecer no les importó mucho. Actuaron como desgraciadamente actúan la gran mayoría de políticos y gobernantes en casi todo el mundo, realizando acciones para quedar bien en el corto plazo y sólo para el período que les tocó gobernar.

A grandes males grandes remedios

Mientras los gobernantes no entiendan que los grandes problemas requieren de grandes soluciones y, sobre todo, tiempo, en México, en Sonora, y consecuentemente en Hermosillo, seguiremos viendo cómo crecen y se agudizan a medida que se hacen añejos.

En lo personal creo que ya es tiempo de tomar el toro por los cuernos y diseñar un plan que contemple una solución definitiva, la cual seguramente requerirá de muchas decenas o cientos de miles de millones de pesos, así como varias décadas.

Aparejado a lo anterior, todo, pero absolutamente todo lo nuevo, deberá ser de tal calidad, que garantice una larga vida útil. No creo que haya de otra.

Parece utópico, pero por lo general las grandes soluciones suelen dar esa apariencia. Se requeriría de una ingeniería financiera que lleve en el corto plazo al ayuntamiento a mejorar sustancialmente sus flujos, para lo cual, una buena alternativa podría ser la reducción drástica de la deuda, lo que sería factible lograr con la venta de activos y una fuerte campaña de recuperación de adeudos morosos en predial y agua, que como es ampliamente conocido, suman cientos de millones de pesos.

Así mismo, descartar ideas populistas pero descabelladas que afectarán los flujos futuros, como pagar seguros a los automovilistas. En ninguna parte del planeta se contemplan acciones de esa naturaleza. Deberían, eso sí, exigir que todo automóvil que ande en circulación, cuente con seguro de daños a terceros, como sucede en casi todos los países del mundo, incluyendo a muchos cuyas economías son bastante menores a la nuestra.

Parecemos, como dice el refrán, “candil de la calle…”

En la sesión ordinaria del Congreso Local del pasado martes, un diputado que me parece (aunque no estoy seguro) fue Filemón Ortega, propuso que el día 2 de octubre se designara como día de luto estatal.

Desafortunadamente tuve que dejar el recinto parlamentario cuando estaba el diputado en tribuna en su respectiva exposición. No sé por lo tanto, si se aprobó o no tal iniciativa y al momento de escribir esta entrega no tenía noticias al respecto.

Para haiga sido como haiga sido, como diría un clásico de triste memoria en nuestro país, en lo personal me parece de lo más absurdo. Han pasado 51 años y, ¿apenas nos estamos dando cuenta en Sonora de lo que sucedió el 2 de octubre de 1968?

Y no es que no merezcan reconocimiento todos los jóvenes masacrados por el sistema en aquella fecha, pero no me parece que debamos incorporar a nuestro calendario de conmemoraciones. Máxime cuando tenemos en nuestra historia hechos trágicos que merecerían tal distinción.

¿O qué? ¿El recuerdo de los 72 varones inocentes asesinados por Francisco Villa en San Pedro de la Cueva el 2 de diciembre de 1915, no ameritaría que esa fecha se designara día de luto estatal?

De hecho, por congruencia y solidaridad con sus descendientes, debería prohibirse que se le dé el nombre de Francisco Villa o Pancho Villa a calles, organizaciones o poblaciones del estado. Y aún más, que se renombrara las ya existentes.

Si algún legislador o legisladora promoviera algo al respecto, me parece que tendría un amplio apoyo popular. Aunque para muchos mexicanos el conocido como Centauro del Norte fue un héroe, hay también una gran cantidad de personas que lo considera sólo un sanguinario criminal.

Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.